La pasada semana, Francisco Marhuenda, presidente del Diario de la Razón y excargo político en la formación derechista del PP, dimitió de su puesto en el Consejo de la Universidad Rey Juan Carlos I, en la que es profesor titular, para aceptar pocos días después el "cargo honorífico" como presidente del Consejo Social de la Universidad Carlos III.
Martes 21 de marzo de 2023
Francisco Marhuenda pasará a tener un "cargo honorífico" en el Consejo Social, ese órgano antidemocrático que no elige nadie, compuesto por políticos, empresarios y un solo estudiante es el que gobierna en las universidades. En el caso de la Carlos III, una universidad particularmente represiva con el estudiantado y el movimiento estudiantil, contará ahora con este "periodista" conocido por sus lazos con políticos corruptos y escándalos como la venta ilícita de un documental propiedad de la Universidad Rey Juan Carlos I.
Como ya sabemos, el punto fuerte de las universidades públicas actuales no es la democracia. Los estudiantes, los cuales formamos la mayor parte de la comunidad universitaria, no tenemos prácticamente ni voz ni voto en las decisiones más relevantes que se toman en nuestros centros de estudio. No podemos decidir sobre qué rector tener o si la universidad debiera estar gestionada de otra manera, ya que los catedráticos y demás casta universitaria superan nuestro porcentaje de voto por más de un 50%. No podemos decidir sobre cómo gestionar los fondos económicos que nos afectan directamente, ya que lo decide el Consejo Social. No podemos opinar sobre las becas, los planes de estudio, la vida universitaria y se nos criminaliza si organizamos charlas y asambleas.
En este contexto es en el que se nombra a Marhuenda como presidente de este órgano tan vital para el funcionamiento de la universidad. Un órgano que tiene como función principal la aprobación del presupuesto y programación plurianual del centro, esto es, de decidir dónde se van a invertir los fondos públicos que recibe la universidad sin tener en cuenta a las personas a las que estos afectan principalmente. Trabajadores y alumnos nos vemos relegados a una posición pasiva, en la que nuestras protestas suenan en un vacío acentuado por la represión que experimentamos cada día. Particularmente sangrante es el caso de los trabajadores subcontratados, que ni siquiera pueden votar al rector ni otros órganos, como Claustros y Juntas.
No es extraño, por tanto, que la presidenta de la comunidad de Madrid pueda tomar la decisión de nombrar a una figura que fue fundamental de la legislatura de Mariano Rajoy, envuelta en numerosos escándalos como el de la Operación Lezo por el que estuvo investigado por pertenencia a una organización criminal y con una ideología totalmente reaccionaria, y que el resto de las instituciones de la universidad- como el Consejo de Gobierno o el Rector- acepten sin interponer ningún tipo de oposición. La neutralidad que tanto se presume y con la que atacan a los movimientos que nos organizarnos para hacer de los centros de estudios sitios más participativos, se destapa totalmente hipócrita al crear una cúpula universitaria conservadora y con intereses al servicio de las empresas privadas y los partidos políticos del Régimen propios.
Hablamos de una persona que ha sido investigada en varias ocasiones, implicada en casos de coacción y corrupción, y que ha pertenecido al consejo de administración del banco que precedió al actual Banco de España, Eurobank, el cual quebró en 2002 dejando una desaparición de 30 millones de euros. Una figura política que ha querido defender públicamente que cada uno puede vivir la sexualidad como quiera pero, que a su vez, ha sido premiada por Hazte Oír por su “defensa de la vida” y por sus discursos católicos. Por si fuera poco, no ha dudado en expresar abiertamente sus opiniones sobre la precariedad juvenil, tema por el que intervino en el programa La Sexta Noche y sobre el que dijo lo siguiente: "La gente que viene a mi periódico lo que quiere es un trabajo de 500 euros, les parece maravilloso con 23 años cobrar 500 euros". Y no se nos olvida que es director del periódico la Razón, en el que podemos encontrar columnas pro monárquicas y conservadoras con un solo clic.
Este tipo de personajes no son los que deberían estar sentados en el órgano decisorio más relevante de una Universidad Pública. Se dice que el Consejo Social es el enlace entre la universidad y la ciudadanía, pero en realidad es el enlace entre la universidad y las empresas. No debemos permitir que empresarios, banqueros o ex banqueros y figuras políticas no elegidas gobiernen sobre las decisiones que van a marcar nuestro futuro como alumnos, como trabajadores y como personal en la Universidad. Y en este mantenimiento del statu-quo, está presente la figura del Rector, (una figura que no va a dejar de mantener los intereses de las clases en el poder por muy progresista y amigable que se pueda presentar en las elecciones que tenemos que decir bien claro que no nos representa.
Las Universidades, tal como están planteadas, no dejan de ser brazos ideológicos de los intereses de los que se encuentran en el poder. Y esta lógica de clase explotadora que decide paternalista y anti democráticamente sobre lo que está bien implantar en la clase explotada, se traslada a los centros educativos con la misma lógica con la que funciona en el gobierno. Somos los y las estudiantes y los docentes, junto con aquellos sectores que no les dejan ni siquiera un porcentaje mínimo de representación para elegir a quién va a decidir su salario, los que tenemos que organizar la Universidad en asambleas y consejos verdaderamente democráticas y justas.
Cualquier método de respuesta dentro de lo ya establecido es reprimido. Hemos normalizado tener a "seguratas" dando vueltas por el centro sin descanso, que nos echen asambleas hechas en halls que albergan empresas como el Corte Ingles y Banco como el Santander, que nos digan que no podemos utilizar los espacios comunes como los céspedes o la cafetería para los usos- políticos y recreativos- que queramos… En suma, hemos normalizado que nos repriman y tener que adoptar una actitud pasiva ante todo esto. Pero no nos vamos a cansar de adoptar una posición tanto de resistencia como de lucha contra estas medidas que nada tienen que ver con lo que deben ser las universidades públicas.
No vamos a parar hasta no organizar una juventud que tome partida tanto en las decisiones de su centro de estudio y trabajo como en las problemáticas del país y del mundo de forma general. Tenemos la capacidad y los métodos suficientes para poder plantar cara a esta lógica capitalista, a esta Universidad-empresa que lo único que quiere de nosotros es la excelencia para ser explotados o para convertirnos en uno de ellos. La irracional lógica del sistema tiene que ser combatida en cada uno de los centros de enseñanza pública, para que así dejemos ver a la derecha, extrema derecha y figuras reaccionarias como Paco Marhuenda campar a sus anchas por los campus, y sentirse cómodos en ellos. La autoorganización de estudiantes y trabajadoras debe enviar sus ideas donde deben estar: al basurero de la historia.