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[Video] El movimiento feminista y LGBTI ante la extrema derecha

Jorge Remacha

Verónica Landa

[Video] El movimiento feminista y LGBTI ante la extrema derecha

Jorge Remacha

Verónica Landa

Ideas de Izquierda

Charla de Verónica Landa y Jorge Remacha en la Escuela de Verano de la CRT el 2 de septiembre de 2023

Esta visión sobre el movimiento feminista y LGBTI ante la extrema derecha la elaboramos con el objetivo de argumentar que frente a la derecha y el fin de ciclo neorreformista, hace falta una organización revolucionaria para luchar por una estrategia socialista.

Por eso, tratar de repasar brevemente el último ciclo en el movimiento feminista y LGBTI en el Estado español y en su contexto internacional, frente a la emergencia de una extrema derecha internacional con un componente de “restauración patriarcal” funcional al capitalismo.

Plantea la necesidad de una política independiente de la clase trabajadora para devenir hegemónica en la lucha contra toda opresión patriarcal, unida a un balance de la situación que pone el eje en las condiciones de vida, los procesos de organización, dirección y cooptación de estos movimientos y su relación con el movimiento obrero.

Para tratar de esbozar algunas líneas en esta tarea se apoya en el debate estratégico, las experiencias de lucha de los últimos años y la necesidad de una pelea por impulsar la autoorganización que desborde las burocracias sindicales y sociales y un programa y organización que conecte las demandas y luchas del presente con la necesidad de pelear por una sociedad sin explotación ni opresión.

Cuando se canta “la lucha está en las calles y no en los ministerios”, ¿qué ha pasado?

Para entender por qué empezamos hablando de los ataques de la derecha y la restauración patriarcal, primero, es importante partir de que el movimiento feminista sufrió un retroceso en los últimos años, con un punto de inflexión en la llegada del PSOE al gobierno y la entrada al Ministerio de Igualdad de Irene Montero. Hablamos de que el PSOE y Podemos llegan al gobierno con un movimiento feminista movilizado en las calles de muchos países.

Aquí en concreto se convocó el paro internacional de mujeres y dos huelgas feministas generales, no sin peleas y debates en los encuentros de mujeres, pero había relación de fuerzas de los sectores que peleábamos para que se convocara. Había espacios de autoorganización como eran los encuentros estatales y los sectoriales, donde se podían reunir cientos de mujeres para preparar las huelgas.

Es destacable que cuando se convocaron los encuentros para la huelga feminista ya con el primer gobierno de Pedro Sánchez, había sectores del movimiento feminista que decían que no podíamos hacer una huelga al PSOE y que había que darles tiempo y confianza para que pudieran hacer su política; incluso nos decían que no mencionáramos a VOX en los comunicados, en un marco en el que VOX irrumpió en las elecciones andaluzas de 2018 y que provocó que miles saliéramos a las calles en contra de la extrema derecha.

También en 2021 el ciclo de luchas contra las agresiones LGBTIfóbicas y el asesinato homófobo de Samuel fue escenario de la aparición de movilizaciones por fuera del calendario habitual de junio y de ciertas ideas nuevas que se van instalando y debatiendo entre los movimientos LGBTI menos insertados en el aparato estatal. Que se puede asociar al auge de la extrema derecha al aumento de las agresiones. Que ésta va a tratar de relacionarlas con las personas migrantes en un giro racista. Que hay un blanqueamiento de los “discursos de odio” en los medios y el terreno parlamentario. Que no nos van a proteger las fuerzas represivas ni la justicia patriarcal y reaccionaria.

La respuesta del gobierno de PSOE-UP fue el anuncio de “la cooperación de manera directa con las unidades policiales en la investigación de los episodios de delitos de odio de mayor gravedad, complejidad o trascendencia mediática”. Este giro punitivista quedaba al cargo del ministro de Interior Fernando Grande-Marlaska, con un amplio historial de encubrimiento de torturas como juez y último responsable del operativo que mandó reprimir a la policía en la manifestación que protestaba contra el asesinato homofóbico de Samuel, de las deportaciones en caliente o la administración de los CIEs.

Mientras, se instalaba el cuestionamiento a instituciones capitalistas como la policía o la judicatura con las que se está haciendo una experiencia represiva (que nunca había cesado) y su asociación con la extrema derecha. Sin embargo, la extrema derecha ha crecido desde entonces, gobierna en diferentes comunidades, y no ha habido una reacción como la de 2018 en las calles. ¿Por qué?

Porque estos años se impuso una lógica gradual de que existe la posibilidad de hacer más amable el capitalismo, pero sin molestar mucho ni tocar sus bases, respaldada por una estrategia reformista y un fuerte malmenorismo, hallando el camino a la extrema derecha con las políticas represivas, racistas e imperialistas del gobierno PSOE-Podemos. Además, estas políticas desarman toda resistencia que pueda surgir desde los movimientos autoorganizados y cooptan a sectores asimilarlos y desfilarlos.

El discurso y las políticas antifeministas de VOX no vienen de la nada. El pin parental de VOX es continuación del ataque al aborto del PP de Gallardón, de la FP de ama de casa del y la oposición al matrimonio igualitario del PP, o de la violencia no tiene género de Ciudadanos. Desde hace años, estos partidos y sectores conservadores, vinculados en muchos casos a la Iglesia, como Hazte Oír, se dedicaban a hacer campaña contra el derecho al aborto, la educación sexual, la ley de violencia de género, el matrimonio homosexual, y a todo lo que engloban en la “ideología de género”.

Toda una teoría que roza lo conspiranoico, y que como punto común tiene la pérdida y perversión de los valores tradicionales. Y aireando esas “ventajas” buscan empalmar con el descontento de grandes sectores de la población que se sienten excluidos en esta sociedad, señalados, menospreciados, que no han recibido su trozo del pastel capitalista y le echan la culpa al movimiento feminista y LGBTI, a quienes presentan como una élite homogénea que disfruta por igual de todos esos privilegios.

Ante el avance de la extrema derecha, hay debemos volver a pensar cómo retomar, reavivar y extender los espacios de autoorganización del movimiento de mujeres; como fortalecer una agrupación como Pan y Rosas, desde donde intervenir en el movimiento desarrollando un programa independiente de los partidos del régimen que sacuda todo lo reaccionario del régimen y sus instituciones y de organizar ampliamente una respuesta al avance de la derecha y los ataques que se deriven de ello, vengan del gobierno central o de gobiernos autonómicos.

Es una pelea estratégica que no va a caer del cielo: hay que construir alianzas con el resto de sectores a los que ataca la extrema derecha, la clase obrera, hay que dar una pelea política e ideológica contra el reformismo y la lógica malmenorista, así como al resto de estrategias dentro del movimiento feminista y contra aquellos grupos que intentan apropiarse del marxismo desde la perspectiva rojiparda.

La “restauración patriarcal”: antiderechos por sus beneficios capitalistas

Al hablar del movimiento feminista y LGBTI contra la extrema derecha hemos utilizado el concepto de restauración patriarcal.

Cuando hablamos de una restauración patriarcal esta se concreta en elementos como los ataques en todo el mundo al derecho al aborto, contra a los derechos trans, contra la libertad sexual, al refuerzo del control de la autoridad de los padres y la familia patriarcal, a la ofensiva contra la educación sexual, contra que se hable de violencia machista, etc. Pero esta ofensiva antiderechos, que se convierte en leyes, discriminación y agresiones también tiene una gran relación con el beneficio capitalista.

Desde el punto de vista del beneficio capitalista es necesaria una represión de la sexualidad que garantice familias que se encarguen de ello, una institución familiar que asegure a los dueños del mundo que todo va a estar atado y bien atado (y casi todo gratuito) para garantizar la herencia de la propiedad privada mediante la monogamia y para generar a la clase trabajadora de la que va a vivir en un futuro.

Por eso decimos que instituciones como la familia patriarcal, el binarismo y los roles de género, tienen un papel fundamental en el trabajo de reproducción y en el mantenimiento de la explotación capitalista generación tras generación.

El aumento de la brecha salarial, el reparto de trabajos más precarios, temporales y desempleo para las mujeres también sirve como contención y amenaza para la sexualidad femenina. Se hacen más inseguros para las mujeres los divorcios, para las personas LGBTI ser quienes ser en su hogar o perder su red de subsistencia, en tanto que la sujeción al matrimonio y familia tradicionales se hace mayor para sobrevivir y más férrea en una época de crisis.

Le camarada del grupo hermano en EEUU, Enid Brain, apuntaba que un elemento clave de esta ofensiva es “la intervención más profunda del Estado en la vida privada que es necesaria -desde una perspectiva capitalista- para empezar a resolver la crisis de reproducción social en curso, dado que el Estado y el capital tienen más limitada su capacidad de hacer concesiones en el momento actual debido a la crisis de acumulación.”

Con salarios que valen menos, horas de trabajo que aumentan, servicios públicos que son desmantelados, la familia patriarcal sufre una mayor presión. Su papel a la hora de garantizar una siguiente generación obrera con el menor coste posible para los capitalistas, es decir, para la reproducción social de la fuerza de trabajo, tiene que ser reforzado. Y de hecho, se refuerza su faceta de refugio del que no es posible emanciparse.

Pero además esta derecha patriarcal aprovecha esta situación de dificultad para los hogares de clase obrera para vender todo aquello que no refuerce la familia patriarcal como un ataque al lugar donde no morir de hambre y frío. Bajo este prisma, cualquier medida que avance hacia a la autodeterminación relacional y de género sería el monstruo del que defenderse para una supervivencia exitosa y estable.

Mientras, lo que realmente rompe millones de familias son las fronteras, las cadenas mundiales de mujeres migrantes sosteniendo las familias de otros con trabajo de cuidados en países imperialistas, la falta de tiempo libre, la doble jornada laboral, la precariedad, la repetición de esquemas patriarcales o los desahucios. Y esta realidad especialmente tiene rostro de mujer.

La clase obrera y las luchas, con rostro de mujer: situaciones y perspectivas

La enorme proporción de mujeres trabajadoras y pobres en el mundo contrasta con la pequeña minoría de mujeres que acumula riqueza. ¿Y cuál es esta realidad material? Pues la de casi el 15% de paro, 3 puntos más que la masculina; la de que las mujeres siguen siendo mayoría en los trabajos históricamente feminizados como la educación (67%) y la sanidad y los servicios sociales (79%); que en los servicios domésticos representan más del 98% y que de ese porcentaje, el 43% son inmigrantes.

Y para esta realidad, el neoreformismo no plantea ninguna medida que barra radicalmente con ella; por lo que toda medida que plantean es insuficiente y perpetúa una situación de precariedad y vulnerabilidad histórica de la mayoría de las mujeres. Pero es que incluso a la hora de intervenir en la muestra más brutal y dramática de la violencia machista como es el feminicidio y el maltrato, el reformismo es inútil porque no abarca ni la mitad del problema. En 2022 el INE nos habla de 32.644 mujeres víctimas de violencia de género, la cifra más alta de los últimos cinco años.

Desgranamos un poco más. ¿Cual es la cifra para Andalucía, la comunidad con mayor población? 7.417 mujeres registradas víctimas inscritas por violencia de género. Ante unas cifras así lo lógico sería pensar que se ponen todos los recursos necesarios para garantizar que todas estas mujeres y sus hijos e hijas puedan salir de esa situación y acabar siendo una cifra más de feminicidio.

En Andalucía hay 148 plazas de centro acogida de emergencia, 218 de casas de acogida y 91 de viviendas de acogida o tránsito. ¿Os imagináis cuantas viviendas vacías hay en Andalucía? 641.437; sin entrar en grandes tenedores o la persona que tenga dos residencias, Andalucía encabeza el ranking de vivienda desocupada. En Sindicato de Inquilinas de Andalucía estimaba que unas 20.000 viviendas eran de grandes tenedores.

En Catalunya, no hay ni una sola plaza de acogida de urgencias, solo 134 plazas de casa de acogida y 321 plazas en viviendas de acogida o tránsito, donde la Generalitat tiene una ley de expropiación forzosa de grandes tenedores, que en principio, comenzará en 2024. A priori se puede pensar que van a quitarle las viviendas a esos acumuladores que especulan con la vivienda y lo van a poner a disposición de un parque público.

La trampa está en dos puntos: primero, para que no le expropien deben demostrar que está ocupada, lo que pueden hacer perfectamente de manera fraudulenta; y el segundo es que se trata de una expropiación financiada con dinero de la Generalitat, limitado, para expropiar unas decenas de viviendas.

La política del Ministerio de Igualdad por combatir la violencia machista choca brutalmente con la realidad de dónde porque tiene los pies atados porque no va a hacerlo lo único que podría cambiar esa situación, que es tocarle las ganancias a los capitalistas. Nos dicen que eso no se puede, que es utópico. Lo utópico es pensar que podemos seguir viviendo en este sistema sin dar una patada sobre la mesa para poner el jaque una cultura y orden socioeconómico tan arraigado. Sin infraestructuras ni presupuesto suficiente no hay ni una menos; sin expropiación e impuestos a las grandes fortunas es imposible que no haya ni una más.

¿Dividiendo a la clase obrera? Sí, lo hacen el machismo, el racismo y la LGBTIfobia

Por último, no quería dejar de mencionar en todo este debate de estrategias, la discusión que le hacemos a aquellos sectores que se reivindican organizaciones de la clase trabajadora como el Frente Obrero o el anarquismo, que entre sus filas continúa teniendo discursos abiertamente reaccionarios.

En el primer caso, sus argumentos les ubican en una posición que presentan como “obrerista”, opuesta a los movimientos sociales porque son asimilables por la industria cultural y promovidos por el neoliberalismo para dividir a la clase obrera, a la vez que la “izquierda posmo” ha reemplazado a la clase obrera por todos estos sujetos de los movimientos sociales, algo que es funcional para el sistema capitalista y que hace avanzar a la extrema derecha, que sí pondría el foco en problemas que si afectan a la clase trabajadora.

Podemos partir de que hay una parte de sus argumentos que parten de la asimilación de los movimientos por parte del neoliberalismo y del abandona de la clase obrera por parte del neoreformismo. Pero su crítica unilateral omite por completo que la clase obrera nunca ha sido tan diversa, tan feminizada, y que está formada por millones de trabajadores y trabajadoras precarias, migrantes, que se enfrentan a una mayor precariedad, al racismo y a la persecución policial.

Respecto a sectores del anarquismo, me refiero concretamente a la discusión con la CNT de Barcelona y su posición sobre las personas trans, que lejos de ser una anomalía mantiene el ADN de la CNT de los 20 y 30, biologicista, que apoyaron sacar a las mujeres del frente porque su tarea estaba en retaguardia, atravesados por una lógica del feminismo de la diferencia, de ensalzar los valores propios de las mujeres como la paz o la ternura, el rol de la mujer como madre, y de considerar la homosexualidad masculina una vergüenza y una desviación. El estalinismo tuvo un papel reaccionario en esta época hasta el punto de volver a penalizar la homosexualidad con años de cárcel en 1934, derribando esa conquista de la Revolución Rusa que fue la primera despenalización.

Las feministas socialistas venimos de una tradición revolucionaria que busca unir las demandas del movimiento de mujeres con las del resto de sectores oprimidos y explotados, planteando la necesidad de tejer alianzas con la clase trabajadora, que esta tome las demandas de las mujeres como propias, de plantear un programa de independencia de clase, para salir del marco de la resistencia y plantearse seriamente la victoria.

Peleamos por un movimiento feminista que no sea una lucha solo de resistencia y que no se centre sólo en la violencia, sino en el conjunto de la opresión. El feminismo, como bien sabemos, no es un movimiento homogéneo, tiene diferentes alas, tendencias y estrategias para acabar con la violencia machista.

Nosotras militamos e intervenimos en todos los espacios no sólo para que las trabajadoras y las jóvenes aumenten sus derechos dentro de la democracia capitalista, también para sembrar esta idea de que es posible.

La violencia machista no la resuelve el estado capitalista son más cárceles y policías

Nuestra perspectiva para acabar con la violencia machista, es una perspectiva que choca contra todo individualismo que haya sembrado el neoliberalismo; contra el sálvese quien pueda y la meritocracia que fomenta también el feminismo institucional con el éxito de las emprendedoras, la necesidad de más mujeres en puestos de poder, y del calado de ese individualismo a cómo entender la opresión, pasando de que las experiencias personales se entendieron en términos colectivos teniendo en cuenta las condiciones materiales y estructurales como un marco común, a convertirlo en algo individual, donde la violencia substituye a la opresión, introduce a la víctima individual y el desplazamiento político de lo colectivo a lo individual y de las luchas sociales al del Derecho penal.

Hemos visto a raíz de los debates de la ley del solo sí el sí, Podemos al reforzar desde el gobierno el discurso del punitivismo con políticas de refuerzo del punitivismo como vía para erradicar la violencia machista, principalmente la sexual, derechizó el debate mientras frenaba al movimiento feminista en las calles, alentando a la extrema derecha a un discurso más punitivista.

Pero el punitivismo ni acaba con los delitos ni “castiga” al sistema capitalista patriarcal ni garantiza la reparación de las víctimas, de hecho, sabemos que en los procesos judiciales de violaciones, se revictimiza a las mujeres en procesos atravesados por los prejuicios machistas de la judicatura, porque ningún punitivismo abrirá el camino a forjar una sociedad sin opresión ni explotación, mientras que desviar la lucha feminista a una pelea por aumentar los delitos tipificados y sus penas lo único que refuerza es al aparato represivo del Estado y encierra al movimiento feminista en el callejón sin salida del código penal y su proyecto punitivista.

Pero cuestionar al feminismo punitivista es clave cuando justamente la extrema derecha también se sirve de leyes represivas y prohibicionistas para perseguir a las personas racializadas, para atacar a la diversidad sexual, a la lucha feminista o contra derechos tan elementales como el del aborto en Estados Unidos. No son el estado capitalista, sus leyes y sus instituciones las que nos van salvar, por eso queremos explicar ¿por qué un feminismo con perspectiva revolucionaria?

Si el análisis marxista de las condiciones materiales y la realidad de la mayoría de las mujeres nos lleva a afirmar que dentro del régimen capitalista no puede conseguir la liberación de todas las mujeres y no sólo de una pequeña minoría, la única estrategia viable es la de atacar la raíz de estas condiciones materiales, por lo tanto, al capitalismo.

Queremos poner toda nuestra energía, creatividad, fuerza, en pensar en construir una sociedad nueva y en cómo llegamos a ella. Por eso planteamos un feminismo socialista, porque decimos basta a conformarnos con migajas, con su reparto del pastel que ni es suficiente ni es para todas porque lo queremos todo.

¿Por qué programa pelear? Conectar los combates del presente con un objetivo socialista y antipatriarcal

En los últimos años los combates de los movimientos LGBTI y feminista combinan la conquista de derechos aún inconclusos y precarizados, como la Ley Trans o la movilización contra las violencias patriarcales, con la respuesta al aumento de las agresiones, de campañas LGBTIfóbicas y antifeministas en el centro del tablero político, y ofensivas de la derecha en todo el mundo.

Por una parte, para allanar el camino a la restauración patriarcal de la derecha con la ofensiva contra los derechos de las mujeres y la diversidad sexual en todo el mundo, un gobierno que gobierna para los capitalistas y dice que es de izquierda es un gran facilitador. Por otra parte, para frenar a una ofensiva antiderechos es necesario no retroceder, sino proponerse avanzar hasta arrancar de raíz este sistema capitalista y patriarcal que defiende.

Esta lucha se extiende por la movilización por demandas como la separación de Iglesia y Estado para dejar de pagar y dar aulas a una Iglesia que nos llama enfermos o una educación donde poder combatir el bullying y la falta de educación sexual en una escuela bajo control de plantilla y estudiantes en una única red pública. Por la equiparación de derechos legales y laborales de las formas de unión más allá del matrimonio de dos personas (y que hasta hace nada sólo reconocía el heterosexual).

Por demandas como la expropiación bajo control obrero y de comités de usuarios de los laboratorios farmacéuticos con insumos universales y redirección de la distribución y producción hacia las necesidades sociales. Por una sanidad pública bajo control obrero financiada con impuestos a las grandes fortunas donde no pasar meses o años en listas de espera para no morir o para que tenga efecto una ley trans real y para todes, con cupo laboral para combatir la discriminación patronal hacia las personas trans.

Mientras la Ley Trans o la ley del aborto dejan fuera a quien no tiene la nacionalidad, por papeles para todes y fronteras abiertas, acabar con las leyes mordaza, la amnistía de personas presas encausadas y despedidas por luchar, la disolución de los cuerpos policiales del Estado, que persiguen a las migrantes junto a las leyes de extranjería, los CIEs y el envío de armas a guerras imperialistas.

Por impulsar comités en centros educativos y de trabajo contra el acoso machista y LGBTIfóbico, expropiación de viviendas de grandes propietarios, prohibición de los desahucios y solución habitacional para víctimas de violencia machista y LGBTIfóbica, en un estado con 3,4 millones de casas vacías.

Algunas de estas medidas podrían combinarse con la escala móvil de salarios y pensiones que se equiparen con la subida coste de la vida (y en las que existe una brecha salarial de un 23% y 47% menos de media para las mujeres) junto al reparto de horas de trabajo sin merma salarial para acabar con el desempleo y trabajar menos horas. A esas horas recuperadas se sumarían las liberadas por la socialización del trabajo doméstico en las tareas posibles, pasando una doble jornada laboral no pagada a ser una rama de la economía bajo control obrero con guarderías, comedores y lavanderías comunitarias.

Es necesario tender un puente entre esas demandas y un horizonte que plantee el fin de toda opresión y explotación. En ese sentido no son contradictorias la pelea en un primer término por leyes que garanticen cambio registral y transición gratuita en la sanidad pública a personas que así lo deciden, como un paso en la pelea porque no haya ningún estado para validar nuestras vivencias de género.

Los sectores con propuestas radicales de liberación, como la superación de la familia o el fin de las normas de género o que hablan de llegar al socialismo, pero que no lo conectan con las luchas actuales de la clase trabajadora para llevarlas adelante están aceptando una derrota y la posibilidad única de conquistas menores o para una minoría.

En ese sentido retomamos para el movimiento feminista y LGBTI la idea de “sistema de reivindicaciones transitorias” que León Trotsky planteaba en el Programa de Transición.
“Ante la confusión y desmoralización de la generación anterior, inexperiencia de la más joven, es preciso ayudar a las masas, en el proceso de sus luchas cotidianas, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista. Este puente debe incluir un sistema de reivindicaciones transitorias, partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la clase obrera y conduciendo a una sola y misma conclusión: la conquista del poder por el proletariado” (p. 46).
En un programa así hay demandas antipatriarcales que son más inmediatas, como facilitar el registro legal de género o el aborto legal en la sanidad pública sin tener que desplazarse cientos de kilómetros. Estas han sido conquistadas y precarizadas y siguen siendo objeto de una lucha para que sean efectivas.

También hay consignas que golpean directamente a los intereses capitalistas, como expropiar viviendas de grandes propietarios para que puedan huir víctimas de violencia de género o expropiar las farmacéuticas para garantizar el acceso a antirretrovirales de VIH a millones de personas que podrían salvarse.

Pero en este punto es interesante detenerse en consignas hacia las formas de organización. Es decir, hacia las grandes organizaciones obreras, sindicatos, movimientos sociales y sus direcciones. Se pueden proponer impulsar grandes frentes únicos sumando fuerzas para golpear en común a la hora de conquistar demandas como estas, fortalecer las tendencias a la autoorganización y combatir las divisiones de laos movimientos obreros y sociales.

Unir por abajo lo que los capitalistas tratan de dividir por arriba
Cuando las lógicas corporativas de las burocracias sindicales tratan de “lucha ajena” la existencia de los CIEs, la ley de extranjería, los desahucios o las agresiones LGBTIfóbicas, contribuyen a que la clase obrera encuadrada en estas organizaciones se encuentre más lejos de las peleas contra el machismo, el racismo o la LGBTIfobia. Cuando las burocracias de los movimientos sociales sólo aspiran al reconocimiento por parte del estado capitalista y pierden la orientación de la lucha de clases contribuyen a alejarse del resto de la clase obrera.
Esta postura lleva a que dentro de los movimientos sociales se fortalezcan las lógicas separatistas, que no tienen en cuenta la unidad con el resto de la clase trabajadora o que dentro de los sindicatos se extienda la impresión de que las luchas contra las opresiones son algo “ajeno” a la clase trabajadora.

No nos alcanza con la lógica autonomista de la liberación de espacios sin tomar el poder, porque su acceso es limitado en el espacio y en el tiempo hasta que el estado decide que se acabó el experimento. No nos alcanza con la reivindicación identitaria de una categoría oprimida o con una suma equivalente de las mismas sin un papel hegemónico e independiente de la clase trabajadora y una organización, programa y estrategia para tomar el poder.

De la misma manera que nuestra opresión es un aviso a toda la clase trabajadora y un intento de disciplinarla, nuestras demandas son parte de las conquistas de toda la clase trabajadora. ¿Por qué no levantar también en los sindicatos una gran campaña por un cupo laboral trans efectivo? ¿O una huelga educativa contra el pin parental?
Estas acciones son un giro de 180 grados a la pasividad impuesta por burocracias sindicales y sociales y una oportunidad de gran valor para combatir los prejuicios y las divisiones internas en el movimiento obrero. Pero tiene que haber organizaciones que lleven adelante la lucha por imponerlas, por impulsar las tendencias a la autoorganización, la coordinación y las alas más combativas.

Esa clase trabajadora feminizada y diversa ocupa posiciones estratégicas en la producción. Es, por lo tanto, la única clase que puede tirar del freno de emergencia y dislocar el conjunto de la producción capitalista, pero que también tiene la capacidad potencial de reorganizar toda la producción y sobre nuevas bases, para forjar una sociedad de nuevo tipo.

Si no se ponen al frente los métodos de lucha de la clase trabajadora, como la huelga general, si no se construyen organismos de autoorganización, ni se defiende un programa de independencia política, alrededor de una estrategia socialista, difícilmente puedan pasar de luchas de presión. Hay que tomar el poder y es necesario que no sea en un solo país.

Virginia Guitzel, una compañera de nuestra organización hermana en Brasil, el MRT, apuntaba que “la Teoría de la Revolución Permanente se opone a la idea de que los países del tercer mundo, tendrían que esperar a que la revolución venga de países más avanzados. Se opone a la idea de que hay países maduros o no maduros para el socialismo y es inflexible en su internacionalismo. Es necesario tener ese internacionalismo en el centro cuando avanza en todo el mundo la extrema derecha y hay decenas de países con penas de cárcel y muerte por nuestra identidad con regímenes sostenidos por el imperialismo.

Esta época nos ha traído a la urgencia de pelear contra la LGBTIfobia, las aberraciones reaccionarias que la ejecutan y el sistema capitalista que las alimenta. Por eso hemos estado en Contracorriente peleando codo con codo en las luchas obreras, impulsando la huelga estudiantil el 8 de marzo, hemos levantando bloques anticapitalistas en el Orgullo LGBTI, nos hemos organizado en las aulas contra el bullying y la LGBTIfobia o hemos sido parte impulsora de las manifestaciones por una Ley trans real y contra las agresiones y asesinatos LGBTIfóbicos donde se gritaba que “O salimos a la calle o no volvemos a casa.” Porque además peleamos por la casa, la calle y la libertad que nos trata de quitar este sistema podrido y los monstruos que genera. Todo esto lo hemos hecho con la bandera del marxismo revolucionario.

Y es que no sólo queremos hablar solamente de socialismo o barbarie, también de socialismo como futuro deseable. Planteamos que debe abolirse la familia como estructura económica privada, sobre la que descansan las tareas de la reproducción de la fuerza de trabajo; para dar paso a relaciones establecidas libremente, sin coerción económica ni de ningún tipo. De que nazcan generaciones sin tener que acatar ni romper ninguna norma sobre géneros y sexualidades modelada al ritmo del patriarcado, el racismo y los beneficios de los dueños del mundo.

Es, de este modo, una pelea por la independencia de las relaciones humanas y la autodeterminación de género, como conquistas del conjunto de la clase trabajadora. Y esta es una tarea revolucionaria más. Pero una tarea revolucionaria que para les marxistas no es una cuestión menor, sino un objetivo a retomar con las armas, paradigmas y posibilidades de cada época en la pelea por una sociedad comunista.

Por una organización socialista y revolucionaria antipatriarcal

Este 2024 hará 10 años que fundamos Pan y Rosas en el Estado español, con compañeras en Barcelona, Zaragoza y Madrid. Dentro del océano del feminismo, de las diferentes teorías y tradiciones, éramos la única agrupación de mujeres que reivindicaba el marxismo desde el feminismo.

No es una ninguna exageración: el marxismo revolucionario había sido barrido del horizonte ideológico por el posmodernismo imperante en las décadas de ofensiva neoliberal. Tuvimos la suerte de no partir de cero, de tener el trabajo y la grandísima experiencia de una corriente internacional fundada en Argentina hace 20 años.

Hicimos uso de todo su trabajo de volver a las fuentes teóricas de los clásicos del marxismo, de recuperar las biografías de las grandes mujeres socialistas de la Historia, las experiencias políticas de las dirigentes marxistas durante las huelgas, los períodos de reacción y en los procesos revolucionarios, y en las elaboraciones colectivas sobre las convergencias y divergencias que nos hacían parte del movimiento feminista con nuestras diferencias específicas.

Intervenimos en debates como el de la islamofobia, el de la prostitución, el del aborto o las violencias, con un perfil propio, señalando cada contradicción que genera este sistema y tratando de dialogar con los sectores más avanzados del movimiento feminista. Y conseguimos conquista una identidad en la izquierda y el movimiento feminista por nuestras posiciones y por nuestra intervención en la lucha de clases porque éramos las únicas que reivindicaban a las mujeres trabajadoras y que lo hacían por su papel central en esta sociedad.

Para nosotras fue una escuela de lucha la huelga de 8 meses de Panrico en Barcelona, porque fuimos la única organización de mujeres que intervenía, que iba a los piquetes y discutía con las trabajadoras sobre el machismo, sobre su rol como mujeres trabajadoras, sobre su experiencia en piquetes durante 12 horas para después llegar a casa y ponerse a cocinar o limpiar la casa.

La primera presentación del libro de Pan y Rosas la hicimos con las obreras de Panrico; intervinimos junto a ellas en las manifestaciones contra la ley del aborto de Gallardón con pancartas que decían “Las obreras de Panrico por el derecho al aborto”; el 8M ante el grandísimo cortejo de trabajadoras y trabajadores que vinieron con nosotras a la manifestación, la organización de la manifestación, que las había estado ignorando de manera suprema porque solo tenían reivindicaciones salariales o relacionadas con su trabajo, les pidió que fueran en la cabecera y se negaron porque nosotras no podíamos ir con ellas y querían que marchamos juntas.

Lo nunca visto: las trabajadoras no solo seguían existiendo y asomaban la cabeza, sino que además estaban rompiendo todos los prejuicios del movimiento feminista de ese momento y pateando los roles de género que las encasillaban en la sumisión y fuera de la política y lo público.

En estos diez años hemos participado en decenas de luchas, en la huelga de CocaCola, de parques y jardines, del Gregorio Marañon, junto a Las Kellys. También de debates, intervenido con múltiples elaboraciones y aportando nuestro grano de arena desde el diario y con elaboraciones de compañeras como Cynthia Lub y Josefina Martínez conquistando un rol de referencia en el feminismo marxista; hemos estado en soledad remando contra la corriente del posmodernismo; hemos sido parte de esas maneras que inundaban las calles.

Vibramos al calor de la lucha de clases y con las experiencias de nuestras compañeras en más de XX países. Nuestra bandera y nuestra pelea futura es por llevar las ideas del feminismo socialista a decenas, centenas de trabajadoras y apoyar su autoorganización para luchar contra la opresión y la explotación.

Nos une la fuerte convicción de que no hay liberación posible bajo este sistema asesino; de que queremos construir una sociedad en la que la vida pueda ser disfrutada en toda su plenitud, y que la única vía para ello es organización para luchar con la perspectiva de la revolución socialista.

Es lo que nos mantiene con los pies anclados al suelo, resistiendo los embates de este sistema, los vaivenes del movimiento y el desierto cuando no hay luchas sociales. Nos queremos vivas, pero también nos queremos libres de ser explotadas desde que nacemos hasta que morimos; libres de no conocer los placeres de la vida porque agotan y exprimen nuestros cuerpos hasta que no son útiles y somos descartables.

Por eso luchamos, por eso nos organizamos, porque queremos a enterrar este sistema de barbarie, organizadas con toda la fuerza de la clase trabajadora, y construir una nueva sociedad sobre sus ruinas, sin clases, sin propiedad privada, construyendo relaciones humanas liberadas de todas las formas de opresión que hoy conocemos.


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Jorge Remacha

Nació en Zaragoza en 1996. Historiador y docente de Educación Secundaria. Milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.

Verónica Landa

Barcelona | @lierolaliero