Nos encontramos transitando un momento crítico respecto de la situación de la población mayor y los discursos sobre la vejez. Desde la gestión gubernamental, se multiplican los mensajes despiadados, que llegan a deshumanizar a las personas mayores, y que se expresan con ligereza y sin escrúpulos.
Miércoles 13 de marzo 10:36
La manera en que pensamos, sentimos y actuamos frente a los procesos de envejecer se construye y reconstruye en gran medida a partir de los significados mediáticos. Sin darnos cuenta, incorporamos una visión sesgada sobre la vejez, determinada por la información circulante en la que predomina una imagen descalificadora. Los mensajes negativos afectan a las personas mayores provocando grandes daños y un fuerte impacto emocional.
La multiplicación de estereotipos sobre la vejez no es cosa nueva. Durante la pandemia, se reforzó la asociación de las personas mayores a la enfermedad, a la fragilidad, cuando fueron considerados por la OMS como “grupo de riesgo” a partir de un criterio de edad, más allá de la existencia de enfermedades precedentes. La campaña presidencial de 2023 se desarrolló cargada de descalificaciones y expresiones brutales: para los viejos meados, promesas falsas. Estos antecedentes, anticiparon el período de violencia exacerbada e inusitada que hoy observamos casi cotidianamente.
Desde la gestión de gobierno se subestiman las necesidades básicas e impostergables de las personas mayores. Se pone en duda la situación económica crítica que atraviesan por el retraso en sus haberes jubilatorios, argumentando que son el grupo etario que menos pobres tiene, sin fundamentar esta afirmación engañosa. Además, se desconoce el trabajo realizado por las mujeres en tareas de cuidados y su irresponsabilidad en la evasión de aportes realizada por sus empleadores, reinstalando una vieja disputa entre aportantes y no aportantes, más allá de los derechos universales de la población mayor establecidos en la legislación argentina.
Con el cierre del INADI, se perdió una organización referente al momento de efectuar reclamos por situaciones de discriminación en los medios a personas mayores y que ha impulsado distintas estrategias para concientizar acerca de los prejuicios y la importancia de promover un nuevo lenguaje inclusivo.
Los mensajes descalificatorios y estereotipados se propagan y provienen desde la misma gestión, en una relación de poder asimétrica que nos coloca en desventaja.Un claro ejemplo de agresión directa, es la expresión pública del presidente, que calificó de farsante y embustera a una mujer mayor, maestra jubilada. O el caso de la canciller Mondino, que en un programa de TV de gran audiencia cuestionaba los créditos a jubilados, “si total te vas a morir”.
La ausencia de reconocimiento de la situación crítica que atraviesan y la demora en la toma de decisiones urgentes, conforma un maltrato de tipo simbólico y silencioso, pero abierto y cruel, que impacta en el bienestar emocional de la población mayor.
Día a día vivenciamos una secuencia infinita de acciones violentas, directas o sutiles, hacia toda la población, hacia trabajadores, adolescentes, personas con discapacidad y personas mayores. Zurdos, casta, ñoquis. Que los ataques recurrentes y el espanto no nos paralicen.