En esta entrevista realizada por La Izquierda Diario presentamos un recorrido por la trayectoria de la coreógrafa Vivian Luz y su visión sobre la danza.
Sábado 20 de junio de 2015
¿Cómo fue tu acercamiento a la danza, tus inicios… desde chica te gustaba bailar?
VL: Lo que más me entusiasmaba desde muy chica, desde los 3 o 4 años, era bailar. Uno de mis primeros recuerdos es cuando iba a la casa de mis abuelos en Liniers, y bailaba en las veredas bajo los plátanos, venían chicos de otras cuadras a verme y eso me encantaba, yo inventaba cualquier verdura y decía que bailaba la muerte del cisne. Después empecé a tomar clases de clásico con una maestra del barrio, muy buena y ahí mis viejos se empezaron a asustar un poco… no querían para nada una carrera de bailarina y cuando fue el momento de probar entrar al Colón decidieron que tenía desviada la columna, pie plano, y que todo eso iba a ser en contra, así que me retiraron de la danza. Retomé luego a los 15 o 16 años cuando empecé a ganar plata propia, dando clases de inglés y francés, así me pagaba mis clases de danza y tuve esa independencia, pero ahí se me cruzó con el proyecto de escribir, fomentado sobre todo por mis viejos. Yo fui al Nacional Buenos Aires, tuve muy buena educación, estudié idiomas y además vengo de una familia de artistas: mi viejo Gyula Kosice es escultor, todo eso creó el clima para que a mis 18 publicara mi primer libro de prosa poética, y estudiara la carrera de Letras, pero luego eso perdió interés, y volví a la danza.
Empecé a estudiar con Ana Kamien y ahí decidí que la danza era lo mío, y enseguida comencé a dar clases de técnicas alternativas, como gimnasia consciente. Ana Kamien fue la que me subió a un escenario, a partir de eso no me bajé nunca más. Al poco tiempo, a mis 20, se armaron grupos creativos donde las obras eran de gestación y creación grupal, una de las primeras obras de las que participé, Preludio para un final, del grupo Pulso 5, fue un homenaje a los muertos de Trelew. Teníamos ese tipo de incentivos, en una época en las que no se podían decir muchas cosas, en ese momento estaba Lanusse, e hicimos la denuncia de ese episodio.
Así empecé, no totalmente definida de entrada sino buscando, pero finalmente, pese a que ya me estaba por recibir en Letras primó el cuerpo, poner el cuerpo.
Como nos contabas tu debut como bailarina fue en la compañía de Ana Kamien a fines de los ´60 y 10 años más tarde te iniciabas como coreógrafa, ¿cómo fue ese proceso?
VL: Si, en realidad yo no he bailado mucho, he estado con Ana Kamien, Adriana Coll y Ana Itelman, después en grupos donde todos poníamos ideas y coreografiábamos. También a mis 30 bailé sola un tiempo breve, empecé con un solo bastante llamativo para la época, pero después me dejaron de interesar los solos, se me agotaron como idea y como imagen, y me volví a interesar en los grupos. En esa época pude tener grupos grandes, más amateurs en un principio, luego con gente más profesional y llegue a tener una compañía de 12 personas, Los Celebrantes, que es el nombre que llevan mis sucesivos grupos hasta el día de hoy. Pero en esta ciudad, tanto en aquel momento como en este, siempre fue muy difícil sostener a pulmón la danza independiente.
Además de tu formación ¿qué cosas sentís que fueron marcando tu recorrido, definiendo tu manera de bailar, coreografiar y comprender la danza?
VL: Yo soy muy contestaría, muy outsider, y parte importante de mi formación en danza la hice de manera autodidacta, quizás también por características que heredé de mi viejo que es un autodidacta. Tengo mucho clásico hecho y pasé por distintas técnicas, siempre estoy estudiando, tomando clases, aún ahora, pero de técnicas alternativas, yoga, tai chi, o de teatro, butoh, investigación y dramaturgia. Pero no estoy anclada en ninguna escuela y con los años, que ya son muchos, fue apareciendo como un estilo propio porque aflora la repetición de un lenguaje que me interesa, y que ahora, en mi última obra, está en manos y pies de gente de mucho nivel, entonces se ve todo como yo lo imaginé, superando a su gestora y creadora.
La verdad que en eso estoy contenta. En general me gusta la irrupción, la vanguardia, lo que es más novedoso, en algún momento estuve en esa, pero ahora estoy en mi lenguaje, ya no sé si es la vanguardia o no, pero estoy anclada en mi lenguaje.
Tu trayectoria tiene un amplio desarrollo en el circuito no oficial, ¿qué te llevó a seguir por ese camino?
VL: No hubo otro. Mi repensar ciertas cosas en este momento tiene que ver con lo difícil que es remar fuera de un circuito que te contiene. Estuve en el Rojas, en el San Martín, en el CC Recoleta, en los centros culturales de la Ciudad y en algunas provincias, y la verdad es que te olvidás del problema, de cuántas entradas se vendieron, a cuánto, etc… y eso te da una tranquilidad. Yo soy productora de mis propias obras, entonces trabajo con el grupo totalmente ad honorem hasta que hay subsidios, cuando hay subsidios se reparten, yo no me quedo con ninguna parte, todo va para la compañía. Es lo mínimo que se puede hacer para que la gente se pueda seguir sosteniendo. Además yo trabajo con gente de todas las edades, no solamente con jovencitos que recién empiezan, trabajo con gente más consagrada, y así y todo, están con todo, a fuerza de mucha polenta, de muchas ganas, de mucho deseo. Pero esto de los circuitos no oficiales, tiene que ver con esto, que en otros lugares, este tipo de obra, de danza-teatro, no se sostiene. Esa es la realidad.
¿Cómo era bailar en el ámbito no oficial en la década de los 70? En momentos previos y durante la dictadura.
VL: Existió Danza Abierta, prácticamente en simultáneo con Teatro Abierto, eso nos nucleó mucho, yo participé en todas ellas, hubo 2 o 3. Eso nos aglutinaba, nos daba fuerza. Y después, muchos años después se creó COCOA, Coreógrafos Contemporáneos Asociados, pero eso fue muy posterior, ya en los 90, y la verdad que eso para mí fue un gran alivio, un gran respiro, de poder juntarse con gente que estaba en la misma y que normalmente en el mundo de la danza no se junta, no entrecruza ideas, inclusive ahora que estamos por la Ley de Danza y todo lo que se está tratando de gestionar cuesta. Cuesta mucho juntar fuerzas, y darle para adelante, con cosas que se han peleado desde los 70. Al principio estuvimos asociados en actores, pero después nos echaron, no podíamos sostener la cuota de afiliación, porque no trabajamos los 12 meses del año, trabajábamos uno con suerte. Y había ciertas características de nuestra actividad que no se tenían en cuenta, entonces, siempre quedábamos como descolocados. Pero bueno, al mismo tiempo, toda esta tarea de militancia por una ley, requiere de un tiempo, una disponibilidad y una fuerza que no muchos quieren meter.
¿Qué cosas, como mencionaste antes, por las que se peleaba en esa época siguen estando pendientes?
VL: A mí me parece muy interesante tener un gremio, un sindicato de la danza, como tienen los músicos o actores. Sería muy interesante poder lograr un sindicato de la danza que contemple todo, desde qué tipo de médicos necesitamos, que no son los mismos que necesitan los cantantes por ejemplo, hasta el hecho de que la gente que trabaja en el circuito más comercial de la danza sea respetada, tenga su sueldo, honorarios, derechos laborales. Es una tierra de nadie, siempre fuimos como la hermanita fea de la familia artística y la verdad es que eso no ha mejorado mucho y se ha multiplicado por mil la gente que se dedica a la danza, desde mi época, donde éramos 10 que nos conocíamos todos. Hay mucha dificultad en que los medios te apoyen, yo siento eso hasta el día de hoy, que no se difunda, que la gente no sepa, eso también tiene que tener un origen desde la educación. Son temas que venimos hablando en COCOA hace muchos años pero que vienen desde los 70 con distintas personalidades como Juan Falzone que trató de llevar adelante el grupo de la danza de ese momento, pero hasta ahora fue infructuoso.
Creo que ahora va a andar, las redes sociales ayudan un montón a estar conectados en todo el país, porque lo que hemos logrado hasta ahora desde COCOA es PRODANZA que es de la ciudad y con la característica que sólo da subsidios, nada más. Si uno tuviera la casa de la danza, el instituto nacional de la danza, todo lo que hay ya en teatro hace mil años, en fin… es eso.
Volviendo un poco a la pregunta anterior, en aquella época, ¿ser parte del ámbito no oficial en la danza, tenía un sesgo más contestatario del que puede tener hoy en día?
VL: Había muy poco, por ejemplo nos daban el CC San Martin, ahí hubo muchos ciclos de danza, y recuerdo una vez que Juan Falzone había armado clases ahí mismo, y nos desalojaron, fuimos con carteles, y nos sacaron los de la guardia de hierro, que entraron y se hicieron cargo del San Martín. Y hubo una pequeña movida, pero en general la gente de la danza en esa época era muy poco consciente. Yo tuve un acceso a la militancia pero a través de mi otra formación.
A fines de la dictadura hubo como una explosión cultural, un resurgir, con todo lo que fue el movimiento Under, ¿participaste de esa experiencia?
VL: Si, fui parte de esa experiencia. Pero no es lo que más me gustaba, yo soy como muy prolija con mis trabajos, me gusta que sean acabados, entonces en toda esa época donde había mucho talento, pero también mucha basura uno quedaba mezclado en eso y en ese momento no me gustaba mucho esa idea. Pero también al estar tan pegado uno no entiende mucho donde está ubicado. Por ejemplo, compartí funciones en el Rojas con Batato Barea, y me parecía horrible lo que hacía… pero dando una mirada muchos años después digo, la verdad que este tipo era un genio, qué bueno que lo pueda reconocer. En ese momento, me parecía que me arruinaba el espectáculo compartirlo con él… uno pierde perspectiva en el momento.
También ahora, donde lo novedoso es “lo perfomático”, cuando lo performático se viene haciendo desde los 60 en el Di Tella, nadie descubre nada, pero ahora hay mucha cosa tecnológica, son distintos criterios… creo que también hay tanto, es tanta la información, es un caudal muy poco posible de ver todo y adherir todo.
¿En tus obras se ve un énfasis en lo narrativo y el aspecto visual, ¿cómo definirías tu trabajo?
VL: Si, me importa mucho lo visual, generalmente arranco desde lo visual no desde lo argumental. Lo estético y la puesta plástica para mí son muy importantes, he trabajado con bonetes de un metro y medio, con tarimas individuales de más de un metro sobre las que los intérpretes bailaban, con bolitas de telgopor en el escenario, con una red que tapaba toda la boca del escenario sobre la que se trepaban y movían los intérpretes. Me importa sacar la obra del teatro, por eso puedo adaptarme a espacios no convencionales, que la escenografía sea móvil, tengo una obra llamada Metamorfosis que es un solo bailarín-actor que actúa y el mismo va armando cada escena con cajas de cartón. Que los intérpretes muevan la escenografía lo vengo trabajando hace bastante, me interesa mucho eso, que cambie la escena pero no por un telón que baja o un utilero que pasa y modifica, sino que el mismo intérprete lo modifique. Y hablando de mi último trabajo, esa historia contada con mesa, silla, pava, mate y una ventanita con cortina es otra historia, en cambio en un mundo más irreal se ve como más despojado, más crudo, es como ponerle luz blanca a todo. Toda la puesta en escena está en función de armar un mundo como de ciencia ficción, como si fueran glaciares, pedazos de hielo.
Ya que mencionaste tu última obra, Donde mejor que en casa… Contanos un poco de dónde y cómo nace este trabajo
VL: En éste último trabajo, que es una historia familiar, lo que más me interesaba, es el miedo al mundo externo, donde cada vez que alguien se quiere ir se arma caos. Trabajamos mucho sobre eso, el mundo externo, con todas las fantasías, el ruido de la bomba, los tiros, las violaciones, el robo. Y la familia burbuja, de barrio cerrado, que no deja salir a los hijos en función de esa burbuja, toda la endogamia que se genera en una familia que solo se cruza entre sí, pasando a lo perverso y con un final casi antropofágico. En la historia cobra protagonismo la madre, que es la que asfixia y encierra, pero el origen fue la oposición de la célula familiar con el mundo externo. El miedo a salir. La vida puertas adentro.
El abordaje de contenidos relacionados a lo humano y lo social en tus obras expresa tu visión del mundo y manera de concebir la escena, ¿cómo trabajar esos temas? ¿Cómo son los procesos creativos?
VL: En general salimos de la hoja en blanco últimamente, en otras épocas había una música que podía ser disparadora, o estas imágenes que te decía, seres con bonetes gigantes color carne, y descular todo lo que se puede hacer con el elemento coreográficamente hablando, saltar, girar, etc. En Serán otros los ruidos, que eran tres momentos, y el tema es el conflicto entre una pareja y el mundo externo que se opone al amor, está la pareja en los años 40 después de la guerra, la pareja en la Argentina en la época de la dictadura, y un final del futuro donde lo que nos separa son las enfermedades, los virus y la violencia. Entonces se trabajaron esos tres momentos, una primera parte de investigación corporal con la pareja, más adelante llamamos a una dramaturga que armó los textos, luego sumamos al músico. Ese es más o menos el proceso, de cero y con un tema que a mí me preocupe, eso me tiene que pasar, sino no me sale. Tiene que ser algo que me preocupe, que no sea puramente estético. Pero después tengo un cuidado estético importante en relación a la puesta en escena.
¿El lenguaje que manejás en tus obras es bastante particular, ¿qué podríamos decirnos de eso?
VL: Mis comienzos tienen que ver con la danza contemporánea, gracias a las maestras con las que me formé y me subieron a un escenario, pero como te decía mi trayectoria es bastante autodidacta y se nutrió de diferentes técnicas alternativas, pero cada vez más me fui cruzando con el lenguaje teatral, no me era suficiente la danza pura, el movimiento puro. Siempre me molestó mucho ese producto de danza-teatro, donde hay poca danza y poco teatro, porque hacemos todo más o menos mal, me costó mucho llegar a una situación donde los intérpretes tanto en relación a su trabajo corporal como actoral sean de primer nivel, es decir, profesionales, comprometidos con el trabajo. Y en este camino estoy hace dos o tres obras, soy muy fructífera en cuanto a producir obra, prácticamente he hecho una obra cada año o cada dos años, pero creo que recién en las últimas tres obras estoy concretando mi búsqueda, desde la humanidad de los intérpretes, sus trayectorias y su entrega al trabajo en equipo. O sea que en general, como te comentaba arranco desde la página en blanco, nos juntamos el equipo, músico, escenógrafo, intérpretes, dramaturga y vamos trabajando sobre unas ideas que vengo masticando un par de meses antes. El 80% del material de improvisación no queda, es una dura selección, muchas cosas valiosas quedan en el tintero, y de ahí en más se va gestando este trabajo en equipo.
Además es un tipo de lenguaje accesible a todo público, no es necesario ser de la danza, ni lo hermético y oscuro de cierto lenguaje que aleja a la gente de la danza, porque se aburre, se queda afuera y donde la complicidad es sólo entre espectadores de la danza actual, de la burbuja de moda. Lo mío es un claro intento y propósito, que más gente pueda abordar este lenguaje. Son obras cortas entre 40 y 50 minutos, contundentes, fuertes, en las cuales uno no puede hablar con el vecino diciendo: “mirá que bien levanta la pierna”, o “mirá que bien está peinado”, apuntan a lo emocional y la expresión de los cuerpos, y creo que lo estoy logrando, la gente realmente se emociona mucho por momentos.
El ambiente de la danza suele ser considerado como muy elitista, y es inaccesible para muchas personas, ¿cómo te enfrentas vos a esta realidad, cómo encarás esto desde lo pedagógico?
VL: En este momento creo que hay un acercamiento mayor, hay ciertos coreógrafos como Andrea Cervera, Inés Sanguinetti, Onofri Barbato, que están trabajando en la periferia, en villas, en barrios carenciados, con productos de primer nivel y gran alegría, es muy bello verlos, es muy bueno el trabajo que hacen, adhiero plenamente y me parece que eso en mis primeras épocas no existía para nada, está bien que éramos muchísimos menos los coreógrafos en ese entonces, pero realmente esto es muy gratificante. La danza está cerca del que quiere, pero sobre todo del que tiene acceso y es cierto que tomar clases si uno no cuenta con medios se hace difícil. Yo en mi estudio tengo como dos grandes secciones los de más de 30 y los de menos de 30, y si alguno no tiene ni para el colectivo, igual estoy ahí, porque me parece que es fundamental sostenerlos. También estuve trabajando mucho tiempo en la academia de Julio Bocca, donde había mucha gente becada, y ahí conocí a muchos de los que son actualmente mis bailarines, talentosísimos, pero realmente es muy difícil sostenerlo, a pesar de las becas. Todo lo que se pueda hacer para mejorar esto, es muy importante. Como ahora que se está generando la posibilidad de un sindicato para bailarines, de una ley nacional, de un instituto de la danza, estamos en eso, batallando por eso. Yo que hace tanto estoy en esta, desde los 20 ya pensaba en la organización y el sindicato de la danza, creo que esta vez va a andar.
Pero es cierto, la idiosincrasia del bailarín y del coreógrafo dentro del ámbito del arte es de una soledad, autosuficiencia y soberbia muy importante y es muy difícil, espero que esta vez eso se pueda vencer.
Yo ya estoy como figura emblemática, ayudando, ahora voy a volver a trabajar en la comisión de COCOA, cuando estoy muy abstraída por mis obras no lo puedo hacer, ahora va a haber un impasse hasta que arme obra nueva, y ahí voy a volver a trabajar.
En lo que se pueda me parece que hay que acercarse porque es un ámbito difícil, muy cada uno en su cucha.
¿Qué es para vos bailar?
VL: Te puedo decir que uno de mis rituales es encerrarme uno o dos domingos por mes a desentrañar el material que voy a dar en las clases del mes siguiente. Porque todos los meses trato, dentro de lo que es mi lenguaje, de cambiar el material casi completamente. Eso me obliga a seguir investigando, de alguna manera es un ritual que me armé para no tirar los botines antes de tiempo. Y cuando me encuentro en el estudio sola, en silencio, investigando, buscando músicas, moviéndome, agradezco haber pasado por la vida bailando. Porque es un regalo que la vida da, poder bailar, con el placer que todavía me da improvisar, lo que después será material de estudio de los alumnos. Es un placer infinito. Fantaseando estar yo en el escenario en la próxima obra, que hace un tiempo no lo estoy. La verdad no te podría decir que es bailar… yo una vez vi una obra de Susanne Linke, que lo único que hacía era caminar del proscenio marcha atrás hasta desaparecer en la sombra del fondo, nada más. La gente lloraba. O Katzuo Ono, que circulaba con una caminata por el borde del escenario, ya a los noventa y pico, o sea no es necesario hacer mucho espamento.
Creo que hay que tratar de buscar ser más minimalista, el significado de una mano, de una mirada, está bueno ir a algo menos ostentoso en lo técnico. Hay un borde acrobático complejo, bailar no tiene que ver con lo acrobático, ese es nuestro peligro.
Hay que ser muy técnico, tener mucha formación y después poder no hacer nada en el escenario y a veces esa nada lo es todo.
¿ A los que recién se inician en el camino de la danza ¿qué consejo les podrías dar?
VL: El consejo básico es que no sirve toco y me voy. Está bueno, no tomar más de dos técnicas en simultáneo, con dos alcanza, técnicas que se complementen, y mucho trabajo. Tomar clases todos los días, la formación es muy importante y la convicción de estar plantado en el escenario. Tomar cada clase como si fuera una obra, un espectáculo. Estar colgado de la barra y saber que uno es un bailarín colgado de la barra. Entrar en esa mística.
Vivian Luz está presentando su última obra Dónde mejor que en casa…
Los sábados 20, 27 de Junio y 4 de Julio a las 18.30hs en Santos 4040
Elenco: Laura Wigutow - Daniel Toppino - Josefina Segura - Stefania Delfino - Felipe Ruiz Gamboa
Composición musical: “Cuarentiocho Volts Producciones” de Cristóbal Barcesat y Bernardo Scherman
Escenografía: Ángeles Miranda
Diseño de luces: Carlo Argento
Diseño gráfico: Jorge López
Realización de vestuario: Graciela Glover
Asistente de dirección: Eme Ruiz Moreno
Dramaturgia: Laura Ferrari
Dirección de actores: Carlo Argento
Idea, coreografía y dirección: Vivian Luz