El centro cultural ubicado en Palermo, referente del circuito porteño, fue clausurado arguyendo que la persona que controlaba el ingreso en la puerta no se encuentra en el registro de patovicas.
Vanesa Spaccavento @VaneSpaccavento
Viernes 27 de enero de 2017
Las clausuras a espacios de la cultura se volvieron moneda corriente con la asunción de Mauricio Macri como Jefe de Gobierno: un caso emblemático fue el de la Sala Alberdi junto a la privatización encubierta del Centro Cultural San Martín, que fue alguna vez el más importante de Latinoamérica.
Dentro de la lógica del PRO no se concibe que haya espacios culturales en donde el arte sea pensado como derecho y no como mercancía. Dicha lógica, que ahora se empieza a extender a la esfera nacional, sigue pisando fuerte en Capital Federal de la mano de la continuidad del Gobierno de Cambiemos que, en verdad, más que cambio es una expansión de las políticas culturales porteñas.
Quienes solemos recorrer los espacios culturales porteños en pos de disfrutar la amplia amalgama de artistas de lujo que habitan nuestro universo alternativo, Vuela el Pez era uno de los sitios ideales para disfrutar de arte, buena comida y precios populares. La calidad propia de los lugares más top de Palermo pero con la impronta de quienes ven a la cultura como un derecho del conjunto de la sociedad.
Vuela el Pez contaba con una agenda completísima. Era el lugar en el que se sabía que ibas a ver un gran espectáculo sin que eso te implique un gasto extraordinario; al mismo tiempo, era un espacio que brindaba un lugar cálido y de calidad, a diversos artistas sin que ello le generara a quien se presentaba, desembolsar dinero propio (¡Si! Por desgracia son muchos los que aún viven del talento ajeno).
Hoy, Vuela el Pez, tiene la agenda suspendida, su escenario vacío y sus puertas cerradas. ¿Por qué? Porque el lugar cumplía todo los requisitos pero no tenían a un patovica en la puerta. No interesa que el lugar se maneje con otra lógica, no importa que el ambiente no necesite a un musculoso que imponga miedo. Nada de eso importa, al menos para el Gobierno.
Alejandro Falcone es uno de los destacados artistas que está a cargo del espacio y en comunicación con el diario Página 12, declaró que“hacía varios fines de semana que venían a inspeccionar buscando algo, pero siempre se iban. El sábado se presentaron y había un compañero del espacio haciendo de anfitrión en la puerta, controlando que no se excediera la cantidad permitida de personas adentro.
Cuando se dieron cuenta de que no podían clausurarnos por irregularidades se fueron a su auto y a la media hora volvieron diciendo que el trabajador de la puerta no tenía credencial ni estaba inscripto en el registro de seguridad privada. Es decir, nos clausuraron porque no era patovica”.
“Es una clausura completamente arbitraria. Las cláusulas de la ley de clausuras no están tipificadas y sólo dice ‘seguridad e higiene’. Nosotros no consideramos en absoluto que no tener patovica atente contra la seguridad, porque no nos parece que un patovica cuide a la gente. No se corresponde con nuestra forma de pensar”, denuncia Falcone, que opina que “la Ciudad no hace nada para reconocer estas experiencias con especificidades distintas que son los centros culturales”.
“Vamos todos los días a la Agencia Gubernamental de Control y vamos a seguir yendo. No vamos a dejar que el gobierno clausure los espacios que proponen una cultura diferente a la del gobierno ni que beneficie a los grupos económicos que piensan a la cultura como un negocio y no como un derecho”.
En las últimas horas del viernes y tras toda la burocracia pertinente se logró levantar la clausura. Los responsables del espacio presentaran un descargo no sólo para no pagar ningún tipo de penalización económica sino también para quede constancia de lo ocurrido. Este Gobierno que se jacta de hacer cumplir la Ley sigue en la negligencia de dormir la implementación de la Ley de Centros Culturales. En el caso del espacio hoy mencionado, implica que están con una habilitación de Teatro Independiente Clase B (de 80 a 150 personas) y no como Centro Cultural. Entonces, inevitablemente, nos preguntamos ¿desde cuándo los teatros deben contar con patovicas en sus puertas?