Incertidumbre, bronca y miedo se repiten en numerosos testimonios que docentes y familias porteñas compartieron con La Izquierda Diario. En esta nota, sus voces sobre la vuelta a las aulas.
Miércoles 24 de febrero de 2021 20:38
Desde La Izquierda Diario se convocó a que docentes y familias cuenten la realidad de la vuelta a clases presenciales en la Ciudad de Buenos Aires. Llegaron muchas denuncias que desmienten los discursos de los funcionarios del Gobierno porteño. A continuación reproducimos algunas de los relatos que nos llegaron.
Cuando las condiciones edilicias exponen la falta de presupuesto
Una de las demandas más sentidas por la comunidad educativa en CABA hacia este regreso presencial ha sido la inversión en infraestructura para las escuelas. “Los niños comen de a 20 en cada sala y hasta 30 en algunas. Se les pide a las docentes que dividan el grupo mitad adentro y mitad afuera, pero no mandan a nadie para ayudar. Si al alumno le pasa algo mientras estás con el otro grupo, la responsabilidad es la docente a cargo”, cuenta Lucía, docente de Nivel Inicial.
Mariana, docente del distrito 9º, nos cuenta una realidad muy similar: “Mitad de la sala está en aula y la otra mitad en el pasillo. ¡La maestra tiene que estar en la puerta para ver hacia ambos lados, sola, sin ningún auxiliar que la acompañe con 33 alumnos! Tampoco hay distanciamiento social, pues los niños comparten material y mesas”.
Federico, docente del distrito 7º agrega: “no acuerdo con la forma y los tiempos en cómo se realizó la vuelta a la presencialidad. No hubo mejoras edilicias, ni salariales ni de equipamiento. La comunicación fue nula. En la escuela el ingreso y salida es caótico”. Por su parte, Verónica, mamá del distrito 20º, cuenta que en la escuela tampoco “están dadas las condiciones edilicias para el cuidado de nuestros hijos. Hay docentes sin lugar físico para poder enseñar, aulas sin ventilación, dos baños para más de 70 alumnos, con un patio cerrado, entre otras cosas. En momentos de pandemia, de esta manera se pone en riesgo a las familias y no tendría que ser obligatorio asistir”.
Los años pasan y el presupuesto educativo cada vez es más recortado. Este año, en la Ciudad de Buenos Aires, se destinó el presupuesto más bajo para educación en la historia, llegando al 17.1% del total.
Trabajar en condiciones insólitas
Nuestros lectores también se refirieron a lo desgastante que es ejercer la docencia en estas condiciones y cómo impacta en su salud: “Estamos jornada completa. La docente a cargo no tiene ni dos minutos para poder ir al baño”, cuenta Lucía. Y agrega: “el horario es como antes del virus, el único resguardo es el tapabocas. Es desgastante trabajar así. El tapabocas hace que los docentes esforcemos por demás la voz yéndonos de la escuela con fuertes dolores de garganta y cabeza”. En este sentido, Mariana afirma: “yo soy docente de jardín y me estoy matando pensando qué hacer con este protocolo tan ajustado e imposible para jardín. Es tremendo… no es posible una pedagogía sana con este protocolo para jardín. Es incompatible. Los niños no llegan a la bacha para lavarse las manos y hay que hacerles upa, a mí se me ocurrió tirarles agua en sus manitos con una jarrita, muy precario todo”.
Fernanda, en este sentido describe un escenario muy preocupante: “No tenemos ni diez minutos de descanso, ya que estamos al cuidado de las burbujas en forma constante. Si queremos ir al baño, hay que llamar a la directora a ver si puede cubrirnos. Al no haber cuaderno de comunicados nos abrieron una cuenta de mail para responder las notas de las familias de 8 a 10 de la mañana, estando al mismo tiempo con los chicos en la sala. O sea, una especie de robots multifunción. Es muy angustiante. Estoy con ataques de pánico por el abuso laboral y la explotación”.
Organizarse ante esta realidad
Mientras en los medios de comunicación desfilan los ministros de educación de la Ciudad y de la Nación, las crudas realidades de las escuelas distan bastante de sus discursos marketineros de éxito y progreso. Las familias de los estudiantes de la escuela pública también padecen este panorama, no sólo por el riesgo que implica la escolaridad en estas condiciones para sus hijos, sino también por la extremada dificultad para organizar y coordinar sus jornadas laborales con las escolares. Miente Soledad Acuña cuando afirma que se alcanzó un 100% de presencialidad en la Ciudad. Basta la lectura de esta selección de testimonios para ver que en las escuelas donde asiste toda la matrícula, es a costa de exposición sin distanciamiento ni ventilación adecuada.
Es necesario que tanto las familias como los trabajadores de la educación que desmienten los discursos del gobierno, se unan para fortalecer la pelea por una educación pública en condiciones seguras junto a un urgente cronograma de vacunación para inmunizar a sus trabajadores y niños que asisten a cada establecimiento educativo. Porque las vidas trabajadoras importan y debemos defenderlas.