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Opinión. ¿Y ahora? El escenario después de Cristina

El marco político y los interrogantes después de la renuncia de Cristina. Las novedades en el espacio de Milei, que actúa como un enemigo perfecto funcional para un relato de polarización y malmenorismo que encierra nuevas trampas. Oportunidades y desafíos para la izquierda.

Fernando Scolnik

Fernando Scolnik @FernandoScolnik

Miércoles 17 de mayo de 2023 22:00

Cuando este jueves por la noche Cristina Kirchner sea entrevistada en Duro de Domar, por C5N -si no se cancela a último momento-, se estarán cumpliendo exactamente 4 años de aquel 18 de mayo de 2019 en el que la hoy vicepresidenta sorprendió a todo un país, aquel sábado por la mañana, al anunciar la fórmula de lo que sería luego el Frente de Todos, con Alberto Fernández a la cabeza y ella secundándolo.

Los cabuleros de la política, especialmente los simpatizantes del espacio kirchnerista, esperan que la coincidencia de fechas no sea tan solo una casualidad -aunque el resultado de esta experiencia fue malo-, sino que en la primera entrevista televisiva que dará en casi seis años Cristina Kirchner eche algo más de luz sobre el futuro de su espacio político, que quedó en modo recalculando, sumido en la confusión y la especulación, cuando este martes ella dinamitó con una carta el creciente operativo clamor que esperaba llegar a un climax el próximo 25 de Mayo. Las esperanzas de muchos de sus adeptos de que ella encabece una nueva etapa luego del fracaso del actual Gobierno quedaron sepultadas de un momento para el otro, cuando tan solo unos minutos antes aún se seguía cantando y pidiendo por "Cristina presidenta" en el Congreso del Partido Justicialista. "Un golpe a la ilusión de la militancia", titulaba esa noche el graph de un programa televisivo de indudables simpatías con el oficialismo, para transmitir el sentir de gran parte de ese espacio político.

A pocas horas del anuncio, las incógnitas aún quedan picando y son motivo de intenso debate público: ¿significa entonces su renuncia que se aproxima la segunda temporada del Frente de Todos -con ese nombre u otro-, es decir, la candidatura presidencial de un peronista de centro como Massa, acompañado en la fórmula por un kirchnerista de paladar negro?; ¿CFK se inclinará por apoyar a un incondicional suyo como candidato para la presidencia?; ¿habrá PASO competitivas dentro del peronismo?; ¿desistirá Massa ante los malos resultados de su gestión económica, abriendo paso a otros de los precandidatos en danza?; ¿se desdoblarán las elecciones generales en la provincia de Buenos Aires especulando con que esa sería la mejor táctica para dar la batalla por el último reducto, abandonando toda esperanza por la pelea nacional? Son preguntas que aún están por develarse y que encierran a su vez múltiples variables.

En una Argentina donde en política se aburre el que quiere -abierta siempre a las sorpresas y los giros bruscos- algunas pocas cosas sí son seguras. Lejos de ser casualidad, la renuncia de los últimos tres presidentes a ser candidatos en 2023 -Alberto Fernández, Mauricio Macri, Cristina Kirchner- actúa como confesión de la prolongadísima crisis económica que vive el país y de los síntomas de agotamiento y futuro incierto del régimen político bicoalicionista que predominó durante los últimos años sin poder dar ninguna solución -más bien todo lo contrario- a los problemas de las grandes mayorías. Los indicadores más elocuentes de esto son el creciente malestar social, el desencanto con los gobiernos, las tensiones internas dentro del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio, así como la emergencia de fenómenos por derecha como Javier Milei y, en el otro extremo -aunque por ahora con menos volumen de intención de voto-, del Frente de Izquierda, que viene de ser tercera fuerza nacional en 2021 y recientemente de hacer una elección histórica en Jujuy.

En el plano inmediato, la renuncia de Cristina Kirchner actúa presumiblemente como un guiño hacia este problema estratégico para las clases dominantes. Coyunturalmente, espera que el FMI y el establishment lo interpreten como una contribución en la pelea por intentar conducir el escenario a una política de centro junto con Sergio Massa. Ambos buscan que desde Estados Unidos llegue la “ayuda” necesaria -a cambio de más ajuste- para transitar con la menor cantidad de sobresaltos posibles los meses que quedan hasta el 10 de diciembre, en momentos en los cuales se renegocia el acuerdo con el Fondo con las arcas del Banco Central vacías y viniendo de una corrida cambiaria hace pocas semanas, problema que aún permanece como una amenaza latente. Vale recordar que, de forma insistente, Cristina Kirchner viene planteando en sus discursos la necesidad de un consenso para gobernar el país, en un claro gesto hacia los sectores menos radicalizados de la oposición de derecha. Desde el Norte de Joe Biden ven con buenos ojos una continuación de la política argentina por vía de Sergio Massa o de Horacio Rodríguez Larreta, para seguir con su predominio sobre el país y en el marco de la disputa internacional y regional con China por su influencia geopolítica. Como se vio en la cumbre de la Amcham la semana pasada -donde el actual ministro de Economía fue aplaudido-, tienen una visión negativa sobre la incertidumbre para la “gobernabilidad” que representaría Javier Milei, mientras que los “halcones” de Juntos por el Cambio están más asociados al hoy opositor Partido Republicano.

En otro plano, sin embargo, la carta de Cristina Kirchner busca discutir su legado para la Historia, y es un tema en el que hay que entrar en debate, porque las conclusiones del pasado reciente hacen a los combates necesario del futuro próximo. Haciendo una interpretación del mismo problema que abordamos en esta nota, ella señala que “no es casual que ninguno de los dos presidentes que aceptaron el programa del FMI conserve aptitud electoral”, en obvia referencia a Mauricio Macri y Alberto Fernández, excluyéndose ella del problema y luego de denunciar que el FMI siempre “impone su programa económico y se dispara otra vez el proceso inflacionario sin control en la Argentina”. Se trata de la continuación por otros medios de la política que mantuvo durante toda la gestión de Martín Guzmán, esto es, separarse de su responsabilidad sobre la gestión económica del Frente de Todos. Sin embargo, este argumento está cada vez más flojo de papeles. Cuando Cristina Kirchner eligió al amigo de las corporaciones Alberto Fernández como presidente, ¿pensó que iba a confrontar con el FMI? ¿Su apoyo actual a la gestión de Sergio Massa como ministro -el amigo de la Embajada de Estados Unidos- lo hace pensando en un choque con el Fondo? ¿Su silencio ante la pasividad cómplice del ajuste de los dirigentes sindicales kirchneristas desde hace años a qué se debe? Son argumentos que no cierran por ningún lado.

En su relato, la actual vicepresidenta distingue su imposibilidad de presentarse de la de Macri y Alberto, esgrimiendo que ella toma una decisión inteligente para el peronismo, al evitarle que vaya con una candidatura que -según su visión- está proscripta por el Poder Judicial. Aún denunciando también de nuestra parte las indudables arbitrariedades de sectores de la casta judicial, la declinación de CFK - como dijimos en diciembre ante el primer anuncio de su renuncia- tiene que ver, en cambio, con una probable derrota de su parte si se hubiera presentado -viniendo del fracaso del Frente de Todos - y con las grandes dificultades que tendría para gobernar otra gestión de ajuste con enormes vencimientos de deuda y condicionamientos del FMI, en un hipotético nuevo mandato. Retirándose, en cambio, busca salir como perseguida y preservar lo más que pueda su capital político y su legado para la Historia, a la vez que quedar como decisora influyente dentro del peronismo.

Aunque, como dijimos, muchas incógnitas están por develarse, hoy parece que el escenario más probable es que, una vez más, Cristina Kirchner confirme que luego de amagar durante años con salir de la crisis del Frente de Todos "por izquierda", lo haga por derecha. Para los sectores que genuinamente la han apoyado con expectativas progresistas y de mejoras de las condiciones de vida para las grandes mayorías, es necesario sacar conclusiones: no se trata solamente de un problema de personas o de candidaturas, sino que la política de administrar la herencia de Macri sin rechazar siquiera el pago de la deuda ilegal o, en el más largo plazo, todo el legado del neoliberalismo, sin cambiar ningún problema de fondo, ha llevado a la situación actual. La ilusión de que se puede negociar de forma favorable con el FMI -con la cual insiste ahora CFK de cara al próximo Gobierno-, es tropezar de vuelta con la misma piedra. Si hoy Cristina Kirchner no puede presentarse nuevamente como candidata es porque, aún posando de crítica, fue la creadora y principal sostén del Frente de Todos que aplicó una política impopular que descargó los costos de la crisis sobre su propia base electoral y social.

Milei, un enemigo perfecto para mi relato

Durante los últimos días, quien contribuyó a la táctica electoral del peronismo en este escenario complejo fue Javier Milei. Como un enemigo perfecto dentro del esquema de polarización que postuló Cristina Kirchner en su último discurso en el Teatro Argentino de La Plata, el dirigente “libertario” confirmó tanto a su compañera de fórmula - la ultraderechista defensora de genocidas y antiderechos Victoria Villarruel- como un programa (el acta constitutiva de la Alianza La Libertad Avanza) de recorte del gasto público, achicamiento del Estado, eliminación progresiva de planes sociales, sistema de salud privado, privatización de empresas públicas, liberación de cepo (devaluación) y eliminación de retenciones, entre otros puntos. De conjunto, un paquete programático reaccionario que es funcional al relato de polarización del peronismo, alimentando la táctica del malmenor, buscando reducir a Juntos por el Cambio -que atraviesa sus propias crisis e internas- y apostando todo a color a que se configure un escenario de "tres tercios" que eventualmente dé lugar a un hipotético balotaje en el que se abra al menos una ventana de chance para un triunfo electoral del peronismo.

De desarrollarse esta política estaríamos ante un nuevo salto en las campañas de “consensos negativos”, esto es, no basarse en las virtudes propias sino en pelear “en contra de”. Si en los últimos años la “grieta” entre el peronismo y Juntos por el Cambio actuó de este modo, lo nuevo es que ahora el kirchnerismo -y posiblemente el peronismo en su conjunto- parece intentarlo contra Javier Milei. En el fondo, está la ausencia absoluta de resultados de la gestión del Frente de Todos, que empeoró las condiciones de vida de las masas.

A pocos meses del final de su mandato, en Argentina hay hoy casi 19 millones de pobres. Los trabajadores registrados no recuperaron nada de lo que habían perdido con Macri (como se había prometido), mientras que los no registrados siguen perdiendo aceleradamente su poder adquisitivo. Como dijo Cristina Kirchner -aunque sin hacerse cargo- en nuestro país hay un fenómeno que no existía en esta magnitud en el pasado, que es el de los trabajadores ocupados que están bajo la línea de pobreza por el incesante deterioro de los salarios y los golpes de la inflación. Hoy tener trabajo no es sinónimo de no ser pobre.

Por estas horas, la Marcha Federal Piquetera volvió a visibilizar el problema copando las calles. “Contra el hambre y la pobreza, por trabajo y salario” es su consigna. Por su parte, los y las docentes de la CABA, provincia de Buenos Aires y Salta, al igual que otros sectores, vienen protagonizando paros y marchas por salario y condiciones laborales. Los trabajadores del subte se plantan por la jornada laboral de 6 horas, 5 días a la semana y contra el asbesto cancerígeno en los trenes que los afecta a ellos y a los usuarios.

El contraste no puede ser mayor. En Argentina no solo se siguen fugando recursos millonarios por la vía del pago de la deuda pública y privada o la fuga de capitales. También prima desgarradoramente la irracionalidad capitalista: hay más de 4 millones de niñas y niños con hambre, mientras las grandes empresas alimenticias como Arcor, Molinos o Ledesma tienen ganancias millonarias. Por su parte, el Grupo Clarín tuvo ganancias por $ 1051 millones en tres meses de 2023, lo cual representa un 814,6 % más que en el mismo período del 2022. A las patronales del campo se las llena de beneficios como el “dólar soja”. A los ricos todo, a los trabajadores nada, parece la consigna de gestión.

Y podríamos seguir. Así no hay relato que aguante. Ni malmenor que tenga sentido, porque no implica otra cosa que la concatenación de fracasos, la degradación sinfín del país y el eterno deterioro de las condiciones de vida de las masas. Hoy se pelean entre las distintas variantes de la oposición de derecha y el peronismo que busca reorganizarse, ahora sin Cristina como candidata. Pero ya gobernaron todos (incluído de alguna forma Milei, que dice que el de Menem-Cavallo fue el mejor Gobierno de la historia). No hay tiempo que perder. No hay espacio para nuevos espejitos de colores. Hay que dar vuelta la historia y reorganizar el país desde abajo, organizando la economía en función de las necesidades de las grandes mayorías y no de los negocios de unos pocos. El PTS y el Frente de Izquierda Unidad, que advertimos desde el principio que era incompatible seguir de la mano del FMI y cumplir con las promesas de 2019, nos preparamos para nuevos desafíos. Hoy es necesario redoblar el apoyo a cada lucha presente, pero también dar la pelea por el balance, el programa de salida a la crisis e incidir sobre los debates políticos, en un marco de mucha discusión por los fracasos de distintos proyectos políticos. Dale fuerza a esta perspectiva para poner de pie a la clase trabajadora.

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Fernando Scolnik

Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.

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