Se aproximan las elecciones parlamentarias y presidenciales. Los partidos del régimen preparan sus candidaturas con el objetivo de preservar un orden neoliberal cuestionado y el Frente Amplio prepara dar un salto en su emergencia política. ¿Existe una alternativa política de las y los trabajadores en este escenario?

Juan Valenzuela Profesor de filosofía. PTR.
Viernes 3 de marzo de 2017
Viejos rostros neoliberales
Viejos rostros neoliberales -como el imputado Sebastián Piñera o el privatizador Ricardo Lagos- reaparecen. Guillier intenta distanciar su imagen de los partidos y lanza una página web “ciudadana” pero sus lazos con la Nueva Mayoría son de pertenencia. Carolina Goic, democratacristiana, analiza sus chances de competir internamente en el conglomerado, aprovechando la separación de votos Lagos-Guillier. ¿Qué tienen en común todos estos nombres? ¿Qué los une?
Los une la defensa de las relaciones sociales neoliberales heredadas de la dictadura pinochetista. Esta defensa no es producto de una mera opción ética: o su situación de “exitosos empresarios” o sus vínculos con las familias más poderosas del país son de todos conocidos. Más que un tema ético es un tema material. Son parte del “personal político” que se ha encargado de defender la obra económica, social y política del neoliberalismo y administrar los intereses de la burguesía. No es necesario redundar en los casos Penta, Soquimich, Corpesca, Caval o Bancard. Son políticos de la clase social dominante.
Es precisamente por esa razón que aun pudiendo sacar precipitados cálculos alegres en términos electorales a partir de las encuestas, cualquiera de estos políticos, no puede sacar cuentas alegres en cuanto a la legitimidad del modelo que han contribuido a construir en conjunto con la clase social empresarial. Si el 2011 la lucha por la educación gratuita y las revueltas regionales irrumpieron en la escena, el 2016 fue el año de un nuevo movimiento de mujeres con la marcha por #NiUnaMenos el 19 de octubre y las marchas contra el sistema de pensiones del movimiento NO+AFP. Estos procesos sociales no son episódicos sino estructurales y apuntan a elementos centrales de la herencia de la dictadura mantenida en la democracia posdictatorial.
Neoliberalismo y antineoliberalismo en Chile
Posibles políticas contrarias a la lógica neoliberal, como garantizar el derecho universal a la educación, con gratuidad en todos los niveles; constituir un sistema de pensiones solidario que no funcione acorde a la lógica de capitalización individual o implementar planes serios contra la violencia hacia las mujeres combatiendo el sentido común machista fomentado por la Derecha y la Iglesia -entre tantas posibles demandas en el actual escenario-; implicaría chocar con elementos constitutivos de las relaciones de poder entre las clases sociales en Chile.
No hay que perder de vista que estos elementos resistieron incluso todo el periodo -ya concluido- de gobiernos “posneoliberales” en Latinoamérica, que, apoyados en los altos precios de las materias primas, supieron otorgar ciertas concesiones a las masas y desarrollar agendas que apostaban por una relativa mayor independencia del imperialismo norteamericano. Gobiernos como el del fallecido Chávez de Venezuela o el de Evo Morales en Bolivia. Durante esos años, en Chile, gobiernos como el de Ricardo Lagos, el de Michelle Bachelet o el de Piñera, actuaron como los albaceas del “neoliberalismo intocable”, en contraste con los discursos políticos que en esos años primaron. Fue el movimiento estudiantil del 2006 el actor que tendió a acompasar los ritmos de la situación política local con la del resto de Latinoamérica, cuestionando el neoliberalismo en la educación. Pero la superestructura política nacional preservó su configuración posdictatorial basada en los consensos.
Hoy, cuando el subcontinente ha girado a derecha, con el reciente golpe institucional en Brasil y posterior victoria de Temer; la asunción de Macri en Argentina y el fortalecimiento de la derecha en Venezuela; al empresariado le gustaría que lleguen esas “buenas influencias” a un Chile que en los últimos años viene “demasiado movilizado”. Al empresariado chileno le resulta absolutamente impensable cesar sus negocios educativos o sus apuestas accionarias con los ahorros de millones de trabajadores, detener el monocultivo y el despojo de tierras al Pueblo Mapuche. Para defender su obra financian bien a su “personal político”: Chile Vamos y la Nueva Mayoría.
Es en este escenario que el Frente Amplio proyecta su emergencia. Las energías sociales que se activaron el 2011 hoy son encauzadas por el Frente Amplio en la construcción de una alternativa política que se propone disputarle a lo que denominan “duopolio”.
El sujeto tras el Frente Amplio
¿A qué sectores sociales busca expresar el Frente Amplio? Aunque en la matriz ideológica de estas corrientes el análisis de la política desde un punto de vista de clase es un criterio anticuado, permitámonos responder nuestra pregunta: en cierto modo el Frente Amplio busca ser expresión en el terreno político de los procesos de movilización estudiantil del 2011 y el 2006 y del impacto de estos en amplios sectores de la sociedad. En rigor no se trata ni de expresar los intereses de la burguesía ni de la clase trabajadora. Su composición e influencia se alimenta de un sector intermedio, que en el Chile neoliberal, padece endeudamiento e incertidumbre: capas estudiantiles, profesionales y con la simpatía en sectores de la clase trabajadora.
El movimiento estudiantil ha actuado durante las últimas décadas como un opositor al régimen. Las corrientes que impulsan el Frente Amplio emergieron a partir de su enraizamiento en él. En su desarrollo político ha sido clave el paso de la política universitaria a la política nacional, centralmente a partir del rol cumplido por sus parlamentarios G. Jackson y G. Boric -ambos ex presidentes de federaciones. Su trabajo en otros sectores sociales como la clase trabajadora, es inicial -si lo comparamos con los partidos históricos de izquierda como el PS o el PC-, aunque cuentan con dirigentes sindicales -por ejemplo, en la mesa directiva de la ANEF-, y una figura como Cristián Cuevas.
¿Pueden las y los trabajadores constituirse como sujeto político?
Sin embargo, más allá de este hecho, es necesario tener en consideración el peso que tiene esa idea según la cual ya no podríamos pensar el conflicto político en términos clásicos. Llevando esto al extremo, algunos plantean que ya no es posible pensar en términos de contraponer “izquierda” y “derecha”, pues políticos de ambos lados han actuado como cómplices de la mantención del neoliberalismo. Ahora, se trataría más bien de hacer una contraposición entre quienes defienden el neoliberalismo y quienes buscan una salida de él, democrática y radical.
Hay otros, que sin llegar al absurdo de decretar obsoleta esa contraposición que en la vida actúa de todos modos, buscan dar por superada la teoría de la lucha de clases que caracterizó al pensamiento marxista clásico.
Tomemos un ejemplo a vuelapluma. En un artículo publicado en diciembre pasado, en El Desconcierto, Estefanía Andahur, de Revolución Democrática, en un artículo titulado La urgencia de una nueva identificación para las fuerzas de izquierda, escribía, a propósito del peligro que viven las instituciones democráticas en Chile:
“¿Qué significa esto para la izquierda? La urgencia de una nueva identificación para los ciudadanos y ciudadanas. La creación de una identificación y discurso que se funde en una nueva articulación entre lo universal (la política) y lo particular (sujeto). Cuando hablamos de sujeto, de ciudadano ¿de quién hablamos? La respuesta ya no es en un sujeto homogéneo y universal como en algún momento lo permitió el clivaje clásico capital/proletariado, hoy, pareciera necesario tomar esa identidad y nutrirla en base a las posiciones subjetivas que implica la pluralidad de sujetos que se encuentran en desigualdad, no solo por las que en algún momento se consideraron como “construidas”, sino también por aquellas que fueron construidas como naturales (género/sexo, etnia) pero que hoy sabemos que también son culturales.”
Esta idea es importante. Es un sentido más o menos común que se instaló durante las últimas décadas: las transformaciones en la sociedad de las últimas décadas serían de tal nivel, que recurrir a las nociones clásicas con las que pensó la izquierda, sería un despropósito. Entre las categorías más obsoletas, estaría la noción de clase. En el fondo cuando Andahur dice que es necesario “nutrir” la identidad basada en el clivaje clásico capital/trabajo, dice que esa identidad ya no es pertinente para pensar el conflicto en la sociedad. En esta matriz, el sujeto que realiza la transformación es “ciudadano” en tanto no está determinado como parte de una clase social.
Esta idea determina que exista una tendencia, en el Frente Amplio, a excluir como posibles cartas presidenciales a todo lo que huela a -lo que denominan- “vieja izquierda”. Las figuras presidenciales que se barajan, con las que se buscará expresar el proyecto en términos más nacionales -figuras como Carlos Ruiz o Alberto Mayol- entre otras, tienen algo común: un perfil intelectual-profesional distante del perfil "militante de izquierda". Con ello se busca dialogar con sectores más amplios de la sociedad civil, no necesariamente referenciados en la izquierda.
Encrucijadas políticas para la clase trabajadora
¿Por qué este hecho es complejo desde el punto de vista de los trabajadores? Porque puede darse la situación de que la crisis de los partidos históricos de la izquierda que se arraigaron en el movimiento obrero durante el siglo XX, sea capitalizada por una corriente política que no concibe a la clase obrera como un sujeto político.
Esto es completamente congruente con el proyecto de “gobierno de izquierda” en los marcos de un Estado capitalista, que criticábamos en un anterior artículo. Si la política no se enfoca en términos de lucha de clases, entonces será concebible una visión según la cual las mayores transformaciones sociales van a venir de un cambio del personal político al interior de las instituciones democráticas del Estado sin tocar la propiedad privada capitalista.
Pero bien, permanecer en la crítica sin intentar plantear posibles vías para que la clase trabajadora intervenga en el actual escenario como un actor político, capaz de unirse con el movimiento estudiantil, el movimiento de mujeres, el pueblo-nación Mapuche, y los sectores populares, es quedarse a la mitad. De allí la pregunta que titula este artículo: ¿Y si NO+AFP impulsara un movimiento por candidaturas de trabajadores en noviembre?
Creemos que la pregunta es completamente pertinente en el escenario actual. Para responder, debemos sí, acotar más la pregunta, pues una cosa es el movimiento NO+AFP, que involucra a cientos de miles sino varios millones en Chile; y otra cosa la Coordinadora Nacional de Trabajadores NO+AFP y las diversas coordinadoras locales, el sector organizado del movimiento. El movimiento se expresa de manera activa en las grandes marchas y jornadas de movilización convocadas por la Coordinadora, participan trabajadores y sus familias, profesionales, sectores populares, como lo vimos en las grandes marchas del 2016. Se trata de una fuerza social que actúa, comparable al movimiento estudiantil pero no concentrada en lugares de trabajo o estudio. El sector organizado en las coordinadoras, actúa sobre el movimiento: se trata de dirigentes sindicales de diversas sensibilidades políticas a la izquierda de la Nueva Mayoría (o sectores de su “izquierda”), dirigentes de corrientes que reivindican la noción de “poder popular” con trabajo poblacional, sindicatos del sector público o el retail, entre otros. Hay organizaciones como la Confusam, la Confederación Bancaria (a la que pertenece Mesina), o el Colegio de Profesores. Es un frente único heterogéneo políticamente.
Por otro lado, cuestionar las AFP está conduciendo a amplios sectores de masas que no participan en la coordinadora, a cuestionar la obra de la dictadura, el régimen político. Una impugnación se generaliza, incluso la CUT entra en crisis, con los congelamientos, y está rezagada en la lucha contra las AFP.
En síntesis, se trata de un escenario sumamente fluido. En él, surge esta pregunta. ¿Surgirá una política con peso nacional referenciada en la clase trabajadora? ¿O es el Frente Amplio la única corriente con capacidad de actuar como alternativa nacional a la crisis del régimen?
La formación de un frente de independencia de clase en Chile, que intervenga en el escenario electoral, que defienda un programa anticapitalista y ponga en el centro la perspectiva de un Gobierno de Trabajadores, es una necesidad urgente. La experiencia del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) que impulsa nuestra organización hermana, el Partido de Trabajadores Socialistas en Argentina junto a otras corrientes, es una experiencia que demuestra como una política revolucionaria basada en la clase trabajadora puede superar la marginalidad y actuar en el terreno nacional. Las fuerzas políticas que compartamos esta perspectiva, debemos comenzar a discutir. El proceso de legalización que venimos impulsando como Partido de Trabajadores Revolucionarios y que en tres ciudades del norte nos permitió recolectar unas 2.000 firmas de afiliación en respaldo a nuestro proyecto, podremos ponerlo al servicio de construir este camino.
Por otro lado, creemos que al interior de la Coordinadora NO+AFP y en los sectores más activos del movimiento, se hace necesario discutir la posibilidad de impulsar un movimiento político, con comités abiertos a trabajadores de base y sindicatos y otros movimientos como el #NiUnaMenos, a los pobladores, mapuche y estudiantes para abrir una gran discusión programática y definir candidaturas de trabajadoras y trabajadores, que le den la pelea en el escenario electoral a las fuerzas empresariales y a quienes no reconocen en los trabajadores a un actor político.
La preparación de la jornada del 26 de marzo y por la cual como organización nos estamos jugando desde las coordinadoras en las que participamos, confluye con la huelga de Escondida, la mina de cobre más grande del mundo. En Antofagasta, este 3 de marzo, mineros de esa empresa marcharán con trabajadores de Molyb en huelga. Nuestros compañeros desde sindicatos de la ciudad y el Colegio de Profesores y en común con compañeros del Frente de Trabajadores Mineros, vienen jugando un importante rol de coordinación. A partir de estas batallas vemos la necesidad de proyectar políticamente la fuerza de la clase trabajadora. Por eso creemos que si el movimiento NO+AFP, con su sector más organizado y activo actuando como propulsor, impulsara comités por candidaturas de trabajadoras y trabajadores independientes, que discutan el programa con cientos de miles, se generarían condiciones más propicias para construir una alternativa política anticapitalista que se proponga un Gobierno de Trabajadores, lo que constituye el desafío estratégico.

Juan Valenzuela
Santiago de Chile