Como trabajadora de la educación y con apenas un año de servicio, hoy por hoy padezco los avances de la reforma educativa que me intentan acallar e invisibilizar la precaria condición laboral en la que me encuentro.
Jueves 23 de noviembre de 2017
La reforma nos obliga a trabajar en escuelas localizadas a más de dos horas de distancia de nuestro hogar para atender grupos saturados, en donde los alumnos se hallan hacinados durante su permanencia en el aula por el escaso espacio del que disponen; sumado a esto, debemos garantizar la elaboración y entrega de planificaciones bimestrales, exámenes y actividades escolares que realizo fuera de mis horas de trabajo sin pago respectivo.
Como parte de las tareas impuestas por la SEP, se me asigna una tutoría en línea que debo cursar durante dos años, ésta me solicita trabajos semanalmente; de no cumplir con ellos, se les notifica a los directivos escolares en un registro que indica el número de actividades realizadas y el tiempo que se le dispone a la tutoría. Lo anterior permite a las autoridades escolares tener medios de control que nos oprimen, y lejos están de contribuir a una mejor educación para la niñez y la juventud.
Para mantener este contexto represor, además se halla un lastre que padecemos: los charros sindicales, inhibidores de la participación democrática gremial del magisterio, que usurpan nuestra organización y no hacen nada para defendernos de los ataques empresariales y del Estado que aniquilan nuestros derechos laborales.
También, y como parte de sus políticas coercitivas, en el contexto después del sismo del diecinueve de septiembre nos impusieron asistir al CTE con su nueva faceta de sesiones extraordinarias, que se realizaron en contra turno, sin recibir remuneración alguna por el tiempo de trabajo excedente.
Y por si faltara poco, se nos indicó pedir cuotas por alumno para el reforzamiento de las escaleras de la escuela dejándose ver que la SEP no dará dinero alguno para la reconstrucción de las mismas, lo que da pie al avance privatizador de la educación pública en general y de la educación básica en particular.
Por ello, veo la necesidad de generar un gran movimiento de maestras y maestros que se atrevan a poner freno a la reforma educativa ante las terribles condiciones que nos han venido imponiendo y que seguirán avanzando hasta arrebatarnos todo.
Además, como maestras, no sólo enfrentamos cotidianamente la violencia machista en las calles, los feminicidios y la desaparición de nuestras alumnas al no regresar a sus aulas de clase, sino que también, padecemos la violencia laboral como producto de las reformas estructurales que no dan garantía a tener un trabajo digno ni a un salario que garantice la canasta básica, y encima nos reprimen por protestar.
Desde la Agrupación Magisterial Nuestra Clase y Pan y Rosas, hago una enérgica invitación a que seamos miles, las y los trabajadores de la educación, marchando codo a codo este 25 de noviembre para enfrentar la escalada de feminicidios y la violencia machista, en la perspectiva de fortalecernos para enfrentar todo el ataque contra la educación pública y nuestras condiciones de trabajo y de vida.
Nos vemos el sábado 25 de noviembre a las 16:00 hrs. en el Ángel de la Independencia, para marchar rumbo al Hemiciclo a Juárez junto a Nuestra Clase y Pan y Rosas.