Ni nacional ni popular. La voluptuosa figura de Isabel “Coca” Sarli (con todos los análisis de género que amerita) y un sugerente slogan “100% carne y con piel”, decoran la carta de presentación de todos los locales de Nac & Pop, la cadena de “rapimorfi” fundada por Alex Gordon en 2011.
Sábado 27 de septiembre de 2014
Fotografía: Mariana Elorga/Enfoque Rojo
La voluptuosa figura de Isabel “Coca” Sarli (con todos los análisis de género que amerita) y un sugerente slogan “100% carne y con piel”, decoran la carta de presentación de todos los locales de Nac & Pop, la cadena de “rapimorfi” fundada por Alex Gordon en 2011.
Lo nacional está presente: distintas personalidades destacadas de la cultura vernácula, se entremezclan en un collage de caricaturas por toda la arquitectura del local. Desde el mismísimo Ernesto Che Guevara, pasando por Borges, Cortázar, Maradona, Gardel, y otros tantos. Lo popular se presenta confuso. Arturo Jauretche, uno de los fundadores de la corriente de pensamiento que lleva el nombre homónimo de la cadena, mira a los clientes con el entrecejo fruncido y una expresión desafiante.
En tiempos en que lo Nac & Pop se ha retomado, más allá de los enfoques desde donde se lo analice y con las distintas connotaciones que encierre, la estrategia de marketing es ingeniosa y hasta efectiva. La apelación a lo “nacional y popular”, en asociación con un concepto culinario de comida al paso y la oposición a las grandes cadenas transnacionales de fast food (Es Nac y no Mac), funciona como maniobra entradora y núcleo atrayente. Puro cuento.
Desde hace ocho meses, el emprendimiento gastronómico ya no tiene nada ni de nacional ni de popular. Gordon, un empresario uruguayo con más de 35 años de experiencia en el sector, ha llevado adelante un desmantelamiento planificado de la empresa con el objeto de vaciarla. En enero decidió cambiar de razón social (de Pop & Nac a SAMIN) y comenzó con los despidos a los empleados más antiguos. Después le siguieron la suspensión al pago de los sueldos y los aportes correspondientes, cheques sin fondos, estafas a los proveedores y el recrudecimiento de la explotación contra los trabajadores.
“Entre más locales abrían eran menos las posibilidades para nosotros. Los atrasos de los sueldos se fueron acumulando. Siempre estuvimos tratando de denunciar todo, pero no nos ayudó nadie. Nadie nos ha ayudado, pero siempre nos mantuvimos adentro de la empresa. Todos decidimos empezar a actuar de alguna manera”, contó David, en una charla distendida de más de una hora con La Izquierda Diario. Oriundo de Bogotá (Colombia), llegó al país hace un poco más de dos años para estudiar publicidad en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). En cada una de sus enfáticas exclamaciones se puede vislumbrar su compromiso. A partir de 2012 ingresó a trabajar a Nac and Pop y en el último tiempo se ha convertido en uno de los referentes de los trabajadores, que desde hace algunas semanas se mantienen organizados en un plan de lucha.
Tiempo después, Gordon desapareció y hasta hoy no se conoce su paradero. A contramano de algunas versiones difundidas recientemente por medios tradicionales, David sostiene que Gordon estuvo internado durante un tiempo en el Sanatorio Güemes: “Él tuvo la estrategia perfecta pero nunca pensó que se iba a enfermar y ahí cuando se enfermó fue que todos pensamos que se iba a ir del país. Entonces comenzamos a movilizarnos”.
Gordon, que vivió más por más de dos décadas en Israel, no operaba solo. Tras su ausencia, dejó al frente a Ana Varoni, su mano derecha y cara visible de la marca. Varoni fue quien comandó la segunda etapa de la operación. En consonancia con la línea de Gordon, se quedó con la recaudación de varios locales, continuó con la política engañosa y evasiva contra los proveedores que incrementaba el desabastecimiento y hasta se ocupó de estafar a las compañías de seguro que cubrían a la marca, denunciando robos por abultadas cifras de dinero. “A un local le robaban mil pesos y ella denunciaba hurtos por trescientos mil”, confió David.
Pero Varoni se destacaba por algo más que por su accionar fraudulento. Su especialidad parecía ser el disciplinamiento y la explotación de los trabajadores. “Siempre nos explotó. Ella es muy Hitler, siempre quiso explotarnos y nunca nos pagó. Nos hizo trabajar hasta 16 horas seguidas. Es muy persuasiva. Ella nos persuadía y nos tenía dominados a todos, porque necesitábamos la plata”, denunció David. Además, en oportunidades se apropiaba de la suma correspondiente a los proporcionales por presentismo.
En su cruzada contra los trabajadores, Varoni contó con el apoyo de un grupo de choque formado por presuntos policías, que se encargaron de tomar el control de algunos locales y amenazar a los empleados: “Estos supuestos policías amenazaron de muerte a algunos compañeros. Los secuestraron y los encerraron en un baño. A Jairo -líder del local Congreso- le mostraron un arma y le dijeron que si hablaba, lo mataban”.
“El país puede estar en crisis, pero Pop y Nac nunca estuvo en crisis. Ya sabíamos que algo de esto iba a pasar. Los locales siempre vendieron, siempre tuvieron plata. Sabíamos que había plata. No entendíamos por qué no nos pagaban. Esa plata estaba destinada a otros lugares. Dicen que Alex Gordon estuvo preso en Israel y le estaba pagando al fisco. El trataba de desviar todo el dinero para eso”, relató David, que estuvo encargado de la sucursal de Abasto y conoce los manejos financieros de la compañía.
De los 22 locales que tenía la cadena en Capital Federal, algunos han cerrado, otros han sido apropiados por los propietarios de las locaciones y los demás son manejados por los “policías” que respondían a Varoni. Sólo cuatro se mantienen en asamblea permanente (Carlos Pellegrini, Congreso, Bolívar e Independencia y Lavalleja) y bajo control popular de sus trabajadores. “Nos reunimos y decimos tomar los locales. Las decisiones las tomamos entre todos. Siempre tuvimos claro que nos iban a cagar y nos iba a arruinar la vida. Tenemos pensado volvernos una cooperativa o hablar con los dueño de los inmuebles para que nos alquilen los locales y para que todos tengamos nuestra fuente de empleo”, aclaró David.
Ahora gestionan el local al día. Con la recaudación de las ventas diarias, consultan alternativas y compran la mercadería para abastecerse al día siguiente. Buscan mantener la misma carta de productos, incrementar la calidad y bajar los precios para sostener la demanda. También, buscan que la iniciativa llegue a la gente para poder seguir difundiendo la causa.
Los trabajadores resisten de pie a los embates de una lógica empresaria conocida hasta el hartazgo. A David, sus padres le reclaman que regrese a Colombia. Él por ahora se resiste, dice que vino al país a cumplir su sueño. “Mis padres no me apoyan y me piden que me vuelva. Yo tengo algo en claro. Para nosotros lo que primero tiene que prevalecer es la libertad”, concluye.