Un análisis de las razones políticas y económicas de la ruptura así como las continuidades entre el estalinismo y el “titoísmo”.
Viernes 28 de junio de 2019 00:00
Esta es la primera entrega de una serie de artículos publicados por Révolution Permanente, sección francesa de la Red Internacional de La Izquierda Diario, en los que analizaremos la ruptura entre Stalin y Tito, su significado, implicaciones políticas y económicas, así como los límites del titoísmo (métodos, concepciones teórico-políticas, etc).
El 28 de junio de 1948 se consumaba un gran evento de la posguerra, la primera grieta en el “campo estalinista” a nivel internacional: la ruptura entre Stalin y Tito, líder de la revolución de liberación nacional en Yugoslavia y del Estado yugoslavo.
Aunque desde la lucha contra la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial existió todo tipo de fricciones, “malentendidos” y divergencias entre la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia (PCY) y la URSS, hasta 1948 (e incluso hasta después) Tito y el PCY (más tarde la Liga Comunista de Yugoslavia) se mantuvieron esencialmente fieles a la línea política dictada por el Kremlin. Fue a partir de la ruptura en 1948 entre Stalin y Tito que, lo que llamamos “titoísmo” aparecería como fenómeno político.
Como afirma René Girault: “La escala y la duración de la controversia pública entre la prensa yugoslava por un lado y la prensa del partido comunista dirigida por los periódicos soviéticos por otro lado, iba a confirmar que la ruptura entre Stalin y su (hasta entonces) mejor lugarteniente Tito, fue un gran evento inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial”.
Se trataba efectivamente de la primera grieta del “campo estalinista” a nivel internacional. Las consecuencias de dicha ruptura serán fundamentales para la evolución futura de Yugoslavia y más allá, abriendo un precedente que motivará de cierta forma, aunque los procesos sean distintos, los procesos de revolución política en Polonia y Hungría.
Ante el aislamiento político y económico de Yugoslavia a nivel internacional no había muchas opciones: ya sea el PCY quien se pondría a la cabeza de una lucha revolucionaria y anti burocrática a nivel internacional (de lo cual era de hecho incapaz ya que implicaba poner en cuestión el régimen sobre el cual se apoyaba); ya sea emprender un camino de “mayor apertura” a las potencias capitalistas tratando de mantener lo esencial del régimen; o ceder ante Stalin arrepintiéndose de actitudes pasadas, que en caso de ser aceptado por Stalin, vendría, por supuesto, acompañado por un “reemplazo” (purga) del liderazgo del PCY – lo cual sería un suicidio para Tito.
Finalmente, el “titoísmo” optó por la segunda opción (aunque muchas veces tratara de hacer malabares entre la URSS y los Estados Unidos, yendo aún así a buscar una “vía intermedia” entre los dos bloques con el “Movimiento de países no alineados”).
Es justamente en este contexto que se implementó la autogestión yugoslava, que será una de las particularidades del “Socialismo yugoslavo”. Aunque la autogestión haya sido presentada por el “titoísmo” como una respuesta crítica al “estatismo” y al burocratismo de la URSS, no fue a causa de que los dirigentes del PCY estuvieran “por la autogestión” que se dio la ruptura con Stalin (la introducción de la autogestión es en realidad una consecuencia de la ruptura y no una causa).
En cuanto a la crítica de los líderes yugoslavos del burocratismo de la Unión Soviética, esto no se limitaba ampliamente a los discursos, ya que la práctica del “titoísmo” no dudaba en utilizar los métodos tomados directamente del estalinismo y mantener un sistema burocrático cerrado, aunque con cierto margen de maniobra y libertad para los trabajadores y las masas especialmente después de movilizaciones masivas y huelgas.
De igual manera es necesario señalar que dentro de las características del “camino yugoslavo al socialismo” encontramos las distintas reformas políticas y económicas, algunas de las cuales inspiraron a aquellas adoptadas por el poder en Moscú a finales de los años 80, que a su vez inaugurarían el periodo de restauración del capitalismo en la URSS y en el resto de los Estados obreros burocratizados en Europa del Este.
La ruptura en junio de 1948 entre Stalin y Tito sorprendió a todo el mundo. No solamente porque el PCY había demostrado hasta la fecha un “buen comportamiento” con Stalin, sino también porque las divergencias entre los soviéticos y los comunistas yugoslavos no eran conocidas más que por un círculo estrecho de líderes del PCY.
Así, Vladimir Dedijer, quien era uno de los dirigentes de más alta posición en el partido, afirmó no haber conocido dificultades con la URSS… ¡Hasta febrero de 1948! Cuenta entonces acerca del día en el que Tito le informa lo que había acontecido.
“[Tito] Parecía querer discutir una cuestión complicada y vio mi reacción. Conocía bien aquel semblante. Todo esto no tomó más que unos cuantos segundos. Lo conocía desde hace diez años y no tenía la mínima idea de lo que me diría (...):
¿Estás enterado de lo que sucedió en Rumania? ¡Se dieron órdenes para hacer desaparecer todos mis cuadros! Debes tener noticias de los informes de la prensa extranjera.
La seriedad en su voz me impactó. Por supuesto que había leído dichos informes, pero estaba convencido de que la noticia era falsa. (…) La sorpresa me ayudó a balbucear:
¿Cómo puede ser? ¿Acaso no es más que una mentira como tantas que ya se han dicho?
Tito estaba cansado, muerto de cansancio. Comprendí de inmediato que se trataba de un asunto serio, un problema de dificultad que lo abrumaba interiormente y que se marcaba notablemente en su rostro. De nuevo cruzó las piernas con nerviosismo, tomó una larga bocanada de su cigarro y, como si no hubiese escuchado mi respuesta, prosiguió:
Tienes suerte… ¡No lo sabes todavía! Durante la guerra fueron los buenos tiempos, recuerda la Quinta Ofensiva, donde los alemanes nos rodearon por todas partes. Sabíamos entonces que teníamos que arreglarnos por nuestra cuenta y salir al combate dando lo mejor… Pero hoy que los rusos podrían ayudarnos, nos atan de manos. (…)
Recuerdo una conversación que tuve unos días antes con Kalinin, el nuevo representante de VOKS en Belgrado (Organización Soviética para las Relaciones Culturales con los países extranjeros). Me había dicho que los yugoslavos no querían la Unión Soviética, que aprendían menos ruso que francés e inglés, mientras que en Bulgaria, la Sociedad de Amigos de la URSS contaba con aproximadamente un millón de miembros (…) Este funcionario celoso, recién llegado de Moscú, obedecía las órdenes de arriba. Recordé que se había vanagloriado de haber sido enviado a Yugoslavia por Jdanov en persona. (…) Se trataba de un conflicto con la URSS, un conflicto con Stalin. ¡Pero era impensable! Debe haber habido un malentendido. ¿A quién en este país no le gustaba la Unión Soviética? ¿Nos peleamos con Stalin? ¡Era tan imposible como una pelea entre nosotros!".
Bibliografía citada:
GIRAULT René, "La rupture avec Staline et le Kominform en 1948", in De l’unification à l’éclatement. L’espace yougoslave, un siècle d’histoire, ouvrage collectif, Collection des Publications de la BDIC, 1998.
DEDIJER Vladimir, Le défi de Tito. Staline et la Yougoslavie, Gallimard, 1970.