Cuando hablamos del proceso revolucionario de 1910 en México, el primero en América Latina, es habitual que entre otros personajes, recordemos la figura de Emiliano Zapata, icónico líder representante de los campesinos radicalizados.
El muralismo que se desarrolló en las décadas posteriores a la Revolución Mexicana tendrá como una de sus principales motivaciones la insurrección campesina y los diversos sectores que se enfrentaron. Desde su nacimiento en la década de 1920, el muralismo fue parteaguas en el arte contemporáneo, siendo intrínseco del movimiento la relación arte-política, en un contexto signado por la búsqueda de la identidad nacional.
La transmisión de la épica de la Revolución Mexicana a través de los frescos cromáticos, cuyo movimiento alcanzó rápidamente un auge internacional, buscó ser apropiada por parte del gobierno posrevolucionario como estrategia ideológica para consolidar la identidad nacionalista posrevolucionaria y cohesionar a los diferentes grupos y clases sociales. La cuestión nacional tuvo otra expresión en el movimiento muralista, que por su composición y génesis, al relacionarse con lo más progresivo del pensamiento político posrevolucionario, marcó cierta autonomía y crítica respecto a la cultura promovida por el Estado, definiéndose incluso como un arte dirigido a los sectores populares.
El profundo y particular proceso histórico que significó la revolución mexicana, será de gran importancia para el desarrollo de las artes en México, tanto por la innovación que representó en la esfera del arte prerrevolucionario, como por lo que logró plasmar en sus múltiples obras. Como menciona la escritora e historiadora, Ida Rodríguez Prampolini:
Los muralistas mexicanos… Cada uno de ellos contó la historia a su manera, desde su peculiar punto de vista… Erigiéndose en líderes de la verdad revolucionaria, enseñaron al pueblo sus tesis privadas, sus interpretaciones subjetivas de la historia de México. [1]
El muralismo que plasmó la historia de México llegó a ilustrar la insurrección campesina que cuestionó la propiedad terrateniente y su legalidad, y no sin dejar de mostrar al Caudillo del Sur.
Surgimiento del muralismo y el trabajo colectivo
Fue durante el periodo de entreguerras que el innovador realismo pictórico del muralismo mexicano alcanzó su auge a nivel internacional, figurando como la propuesta artística más importante de América Latina durante este periodo, por lo que incluso, fue denominado por diferentes autores el “Renacimiento Mexicano”. [2]
Hablar de los años del surgimiento del muralismo, sin hablar de los momentos convulsivos del México posrevolucionario, es sanjar el contexto en una vereda irreal. Vale decir entonces que el ámbito de las artes plásticas se situó también como un campo en disputa. El arte mostraría las dosis ideológicas con las que el gobierno posrevolucionario buscaba apropiarse del movimiento muralista para constituir la identidad nacional.
Sin embargo, la frescura creativa y el propio mar de inspiración de ideas que dejó a su paso la sublevación de las masas, fueron los fuertes del surgimiento del muralismo que desarrolló su propia narrativa artística, pero también política, no sin decir bajo las tensiones del contexto. En los primeros momentos del movimiento muralista, afirma Siqueiros, fueron “Charlot, junto con Xavier Guerrero y los pintores obreros de la zona de Cholula, [lo que] nos llevó al descubrimiento de la técnica del fresco”. [3]
La gestación del movimiento tiene como antecedente el surgimiento del Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores (SOTPE) en septiembre de 1922. Promovía como motivo de sus obras la luchas del proletariado revolucionario, de los indígenas, el campesinado y el pueblo oprimido y se planteaba a favor del trabajo colectivo, la enseñanza de la técnica en talleres populares y la figura del artista como un gremio más de trabajadores. En 1924, publicaron el Manifiesto del Sindicato en la segunda quincena de junio del periódico El Machete:
Proclamamos que siendo nuestro momento social de transición entre el aniquilamiento de un orden envejecido y la implantación de un orden nuevo, los creadores de belleza deben esforzarse porque su labor presente un aspecto claro de propaganda ideológica en bien del pueblo, haciendo del arte, que actualmente es una manifestación de masturbación individualista, una finalidad de belleza para todos, de educación y de combate. [4]
Los nombres de los firmantes serían también algunos de los nombres de los muralistas más importantes: Diego Rivera, Fernando Leal, Xavier Guerrero, José Clemente Orozco, Ramón Alva Guadarrama, Germán Cueto, Carlos Mérida y Fermín Revueltas. La intención manifiesta del muralismo era la socialización del arte, siendo popular y colectiva. Para ello convirtieron las paredes y espacios públicos en portavoz del pueblo oprimido, logrando su mejor realización como arte monumental.
Alcanzada la primera expansión del movimiento muralista, de integración de nuevos artistas y de maduración de la técnica, combinada con la militancia política y la vinculación a ciertos sectores de organizaciones obreras y campesinas, condujo a distintos posicionamientos que si bien, no condicionaron el desarrollo del muralismo por la colaboración y discusión en los espacios de trabajo, sí condujo a la disolución del sindicato.
Lo que inició como primer acercamiento a la organización colectiva de los trabajadores con el Grupo Solidario del Movimiento Obrero, fundado por Vicente Lombardo Toledano en enero de 1922, y después constituido el Sindicato de Pintores, tuvo aproximaciones a la CROM promovidas por Diego Rivera en 1922 y posteriormente hacia el PCM por el mismo Rivera, Siqueiros y Guerrero, militantes ya en 1923.
Finalmente, el Sindicato y su órgano propagandístico y gráfico, el periódico El Machete, se volvió parte del PCM en octubre de 1924. [5] Entrada la década de los 30, se limitó la libre creación estética y se reemplazó los escritos literarios y los grabados del periódico por la política del PCM: el arte colectivo y monumental del muralismo fue vaticinado por estos artístas como “arte proletario”, siguiendo la línea de la política estalinista dictada en Rusia.
Zapata, la demanda del reparto agrario y las pinturas de gran formato
Primeramente, el nacimiento de este nuevo estilo mexicano estuvo marcado por el desarrollo de una propuesta estética de estilo realista completamente novedosa en el campo de las artes. También tuvieron lugar los debates y las posiciones políticas que se expresaron al interior del Sindicato y sus rupturas.
Un segundo momento que abriría importantes tensiones también al interior del movimiento estuvo señala por la búsqueda del gobierno posrevolucionario de glorificarse con el florecimiento del movimiento. Son estas las coordenadas de la creación muralista que enmarcan los motivos estéticos y la nueva producción artística de las pinturas de gran formato hechas en recintos y espacios públicos.
En ese sentido, la crítica está en el papel que jugó el estado mexicano dentro de las artes, buscando definir sus características para construir esta mexicanidad revolucionaria a través del lenguaje visual del muralismo. Aunque, claro está, las ideas y la obra muralista, como creación estética y sus definiciones políticas que pusieron en el centro al campesinado, los trabajadores y a los indígenas, ofrecen otras posibilidades. Zapata en el muralismo es una de ellas.
La trascendencia de Zapata en la tradición revolucionaria en México tiene un sinfín de referencias e inspiraciones políticas, pero sobre todo, la lucha anticapitalista del campesinado mexicano junto al Caudillo del sur con la bandera “Tierra y libertad”. Aunque es innegable la figura icónica de Zapata, pocos murales de la época representaron el personaje histórico y fueron muchas más las referencias al campesinado. Sobre todo fue Diego Rivera quien lo recreó en varias narrativas pictóricas.
En 1930, el muralista pintará Zapata líder agrario en el Palacio de Cortés en Cuernavaca, Morelos, como parte de un impresionante mural que se extienden sobre las grisallas de la parte inferior. De izquierda a derecha, Historia del Estado de Morelos, Conquista y Revolución (1929-1930), con trazos descollantes en color y realismo, comienza con la batalla de la conquista con Cortés y cierra con Zapata.
La representación pictórica retrata al Caudillo del Sur y los campesinos insurrectos contra la clase latifundista. Esta es una imagen que retrata una de las demandas centrales de la revolución: la reforma agraria, que buscaba el reparto de la tierra, tenía su expresión en la frase “la tierra es de quien la trabaja”.
Otra pintura de gran formato que destacó a Zapata, es la escena “Tierra y libertad” del mural La historia de México: de la conquista al futuro, pintado entre 1929 y 1935, en el Palacio Nacional. La composición de esta obra muestra un conjunto de personajes históricos y campesinos con fusiles y antorchas mirándolos, que singulariza la figura de Zapata a través de introducir el recurso de letras y colores contrastantes con la consigna “Tierra y libertad”. Y llama aún más la atención del espectador al colocarse en el segundo cuadrante de la obra, guiando la mirada hacia este punto. De esta forma, es posible interpretar que Rivera puso en este mural el peso en la figura de Zapata.
Un tercero, donde se representa a Zapata, se encuentra en la fachada del Teatro Insurgentes en el mural con mosaico vitreado El Teatro en México, cuya figura sostiene con la mano derecha una antorcha y con la izquierda un maíz, símbolos de la lucha campesina por el derecho a la tierra. Cualquiera que hoy pase por la principal avenida de la Ciudad de México, y voltee a observar este teatro, no puede perderse este colorido paisaje de grandes de proporciones que dedica a Zapata y al campesinado insurrecto una reivindicación viva.
También David Alfaro Siqueiros mostró a Zapata en uno de los murales más impresionantes por su fuerza artística y creativa. Del porfirismo a la Revolución (1957-1966), fue un trabajo que realizó Siqueiros en el Castillo de Chapultepec, interrumpido en 1960 por su encarcelamiento y posteriormente retomado en 1960.
Quizás sea uno de los murales que mejor representa el levantamiento de las masas campesinas y obreras; al pararse en el centro de este fresco, el público puede ver cómo se produce movimiento en la pintura, donde Zapata aparece junto a los campesinos y trabajadores en rebelión. Es también de notar que, en el extremo izquierdo del mural, donde se encuentran trabajadores ondeando las banderas de huelga, está representado Marx con un libro rojo en la mano.
Sin duda, el movimiento muralista fue una de las vanguardias artísticas de más largo aliento en las artes y la cultura mexicana, y hoy es un testimonio vivo de cuando las masas insurrectas en México tomaron el cielo por asalto.
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