En el conurbano bonaerense se está gestando una experiencia de coordinación obrera que nuclea a distintos sectores en lucha. Una mirada desde adentro.
Domingo 29 de septiembre de 2019 14:53
En un rincón del conurbano, bajo un tinglado arrumbado, se mezclan esos pasos, entre las paredes que hablan y cuentan muchas historias de sangre, sudor y lágrimas de los trabajadores. Entre las máquinas -momentáneamente silenciosas- se forman charcos de las goteras que rebotan en el aturdidor silencio de una fábrica quieta; el murmullo de lluvia del conurbano solo es el telón de fondo esas calles de difícil acceso. La materia prima esperando a ser movida, nerviosa, desordenada, impaciente.
Esos zapatos y zapatillas se agrupan, arman una ronda que va creciendo, y las voces rompen el silencio de la fábrica, de las calles, de la podrida burocracia sindical, de la vida misma. Entre esos pies impacientes se escuchan voces de experiencias, de consejos, de distintas posturas y programas políticos, pero la impronta la marcan los trabajadores, donde los pasos cansados -pero no abatidos- de los trabajadores desocupados confluyen, bajo ese tinglado, pero que siempre han caminado juntos.
Levanto la vista y veo las caras de jóvenes, adultos, estudiantes, docentes, trabajadores ocupados y desocupados, de luchadores. Algunos más duros que otros, pero todos con el temple del que se quiere llevar a la sociedad por delante, del irreverente que no se calla. La retina se me llena de imágenes de las coordinadoras de los 70, no seremos como ellas, pero somos sus herederos.
Así comenzaba la primera reunión de la Coordinadora de Trabajadores en Lucha de la Zona Sur en la papelera Ansabo, hace solo unas semanas. Al igual que las coordinadoras de nuestra historia de la clase obrera, nace al calor de la lucha de estos trabajadores, de los de Anasbo, de los despedidos de Coca-Cola, de los choferes de la 165, de Patronas, de los aeronáuticos tercerizados de Latam, los ferroviarios de MCM y los laburantes de Ran-Bat, esos jóvenes que marcaron la cancha disruptivamente en el terreno electoral, los irreverentes, que una vez más ganaron el Puente Pueyrredón, que demostraron que en su sangre llevan más que el plomo que les dejó la desidia patronal. Ese puente que nos ha visto varias veces de cerca, desde Kosteki y Santillán, pasando por los paros generales en esa coordinación lograda con Calsa, Honda y Shell en un 2014 convulsionado. Hoy nuevamente es escenario de lucha, y testigo de un nuevo paso en la organización política de la clase obrera.
Hoy esta coordinadora está potenciando las luchas y la organización, peleando por la puesta a producción de Ansabo, la reinstalación de los compañeros de Coca-Cola, Latam, MCM y Petronas, los choferes acercándose a soluciones, , los papeleros de Kimberly-Clark que pelean contra un Preventivo de Crisis trucho presentado por la patronal.
Esto puede tener un tinte romántico para aquellos que llevamos el clasismo en nuestro ADN, el de nuestra clase, pero la realidad es que la historia nos marca aciertos y errores. Y aquí los hijos del Cordobazo debemos dar un paso al frente y demostrar que la única salida es de la mano de la clase obrera, debemos forjar nuestras herramientas políticas, nuestro partido.
Cuando militás en este proceso y a la vez formás parte de la historia reciente como en Zanon, MadyGraf, e incluso enfrentaste tu propio despido, desde esa experiencia, sabés que hay un camino, y que no arrancamos de cero.
Cuando esos pasos de los zapatos de seguridad y zapatillas salían de la fábrica no era para perderse, solo para reagruparse y volver a las calles y al sendero del clasismo.
* El autor milita en el Partido de Trabajadores Socialistas y es candidato a concejal en Avellaneda por el FIT Unidad.