Con el show montado para anunciar los índices de pobreza y la vuelta al “gradualismo”, el Gobierno busca poner proa a 2019. El marketing distanciado de la realidad. Un camino lleno de incógnitas e imprevistos. El peronismo y la izquierda.
Con su estilo característico, jugando al límite, Eameo sintetizó a su modo lo que se vivió en Argentina durante la jornada de este miércoles.
“Estamos ganando”, decía el título de una de sus publicaciones, que mostraba una falsa tapa de la revista Gente. Debajo, un texto completaba diciendo que “Con salarios a la baja, con aumento de tarifas, con inflación en alza, 2.700.000 argentinos salieron de la pobreza”.
El recurso gráfico era una forma de criticar una histórica y nefasta tapa de esa revista cómplice de la última dictadura militar, a pocos días de cumplirse un nuevo aniversario de la guerra de Malvinas, y a la vez, mediante una provocativa comparación, denunciar la puesta en escena que hizo el presidente Macri esta semana, al anunciar, a pesar de la alta inflación y los tarifazos, que “estamos en el buen camino” para combatir la pobreza.
En el caso actual, la maquinaria de propaganda oficialista, generosamente acompañada por distintos medios, montó un show para anunciar las últimas (y cuestionadas) estadísticas de pobreza como parte de la nueva orientación gubernamental de poner proa hacia el operativo reelección del año 2019.
Se trata de lo que algunas voces han llamado “Plan Perdurar”. El mismo no sería otra cosa que una política pragmática que busque patear para más adelante la resolución profunda de las agudas contradicciones de la economía, volviendo al “gradualismo”, endeudamiento mediante, ante la imposibilidad de un ajuste en “shock”.
Esa fue la conclusión que sacó el oficialismo después de las batallas callejeras de diciembre que enfrentaron el saqueo a los jubilados, de los escándalos de distintos funcionarios durante el verano y de la considerable caída de la imagen del Gobierno que reflejaron distintas encuestas.
Un sector del peronismo, por los mismos motivos, cree ahora ver una luz al final del túnel y lanzó la consigna “Hay 2019”.
En este marco, poco tuvo de casual o de espontáneo el acto de este miércoles, por parte de un Gobierno apremiado por cambiar la agenda política (como viene intentando desde que lanzó el debate por el derecho al aborto y la “doctrina Chocobar”) y, sobre todo, por dar buenas noticias, en el marco de un fuerte malestar social.
Desde la Quinta de Olivos, un coucheado Mauricio Macri leyó su discurso en un teleprompter, rodeado por algunos de sus funcionarios. Mientras tanto, Julieta Herrero, Directora de Discurso de la Casa Rosada, se movía inquieta por la residencia presidencial: era un día clave para su trabajo, en el que lo que importa es la imagen y no la realidad.
Al día siguiente, de forma coordinada, pudieron leerse en algunos diarios encuestas que aseguran que después de un verano complicado la imagen del Gobierno ha dejado de caer; declaraciones de la vicepresidenta Gabriela Michetti “ofreciéndose” a acompañar a Macri nuevamente en la fórmula electoral el año que viene; y noticias sobre millones de turistas que partieron felices a disfrutar del fin de semana largo. El operativo está en marcha.
“Equipo que gana no se toca”: una fórmula en problemas
En jerga futbolera, ésa sería la política del macrismo. Fracasado el intento de acelerar los ritmos del ajuste, volver a la fórmula que funcionó en el pasado: concentrar las malas noticias (aunque sean gradualistas) en el año par, para intentar que el humor social sienta que “lo peor ya pasó” durante el año electoral.
Sin embargo, el larguísimo trecho del calendario que queda para llegar hasta octubre de 2019, hace que esta apuesta aún esté atravesada por muchas incógnitas.
La primera de ellas, por supuesto, es la distancia entre el marketing y la realidad. Por más estudiadas que sean las puestas en escena, es difícil conciliar el discurso con el termómetro de la calle, especialmente para convencer a los millones a los cuales cada vez más les cuesta llegar a fin de mes, en el marco de una nueva escalada inflacionaria y una seguidilla de tarifazos que seguirán durante los próximos meses. Para colmo, las estadísticas demuestran que los nuevos empleos que han sido creados, son de carácter precario, mientras es cada vez más popular la idea de que estamos frente a un Gobierno de ricos y para ricos.
Por otro lado, aunque ligado a lo anterior, el que había sido presentado como el “mejor equipo de los últimos cincuenta años” carga ya con un desgaste importante. El argumento de que el ajuste es necesario debido a la “herencia recibida” está agotado después de más de dos años de Gobierno y una multitud de promesas incumplidas, mientras que las banderas de la transparencia que han querido enarbolar se les manchan día tras día por sus propios escándalos. Después de casos como los de Nicolás Caputo o Jorge Triaca, este jueves dio la nota Juan José Aranguren al declarar que no trae su fortuna del exterior por “la confianza que hemos perdido en la Argentina”.
Con una ayudita de los "opositores"
A pesar de tantos problemas, el oficialismo sigue contando con una ventaja invaluable: la ayuda de los distintos sectores del peronismo y de la burocracia sindical.
El peronismo, luego de su importante derrota electoral de octubre pasado, está inmiscuido ahora en diversas reuniones y encuentros en los que debate su reorganización hacia las próximas elecciones. De San Luis a Hurlingham, y del conurbano a Gualeguaychú, el kirchnerismo, sectores del massismo, del randazzismo y del peronismo federal discuten (algunos juntos, otros por separado) el o los armados para 2019.
Si bien aún es incierto qué grado de unidad habrá, lo seguro es que muchos coinciden en brindarle gobernabilidad a Macri y en conformar listas amplias que, bajo el discurso de la "unidad contra Macri", incluyan a diputados y senadores que son votadores seriales de leyes macristas, a burócratas sindicales que son claves para la tregua que precisa el plan de ajuste, así como a gobernadores e intendentes que no se diferencian mucho del macrismo allí donde gobiernan.
Por su parte, la burocracia sindical está cumpliendo un rol central para que el profundo malestar que se siente contra el Gobierno de los ricos no se exprese con toda su fuerza en un paro nacional activo y un plan de lucha, y ni siquiera en fuertes peleas en cada gremio. Entre prebendas materiales y aprietes judiciales, se ha conformado el “club del 15 %” que firma paritarias según las pautas que establece el Gobierno nacional. Otros, como Baradel en docentes o Palazzo en bancarios, hacen medidas de lucha aisladas que lejos están de conformar planes de lucha serios a la altura de lo necesario.
Contra todos ellos, la izquierda y el sindicalismo combativo vienen denunciando la tregua de las cúpulas sindicales y planteando la necesidad de un paro nacional activo como inicio de un plan de lucha; apoyando con todas sus fuerzas cada pelea contra los despidos y por el salario; impulsando la coordinación, como en el Encuentro realizado en el Hospital Posadas; construyendo agrupaciones que peleen por otra orientación para las organizaciones del movimiento obrero; participando con fuerza de las peleas del movimiento de mujeres contra la violencia machista y por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, a la vez que buscando ligar esas luchas a las del movimiento obrero, especialmente por los derechos de la mujer trabajadora; combatiendo las campañas de la derecha que quiere imponer sentidos comunes a favor de la mano dura, contra los inmigrantes o contra los “vagos”, buscando dividir a la clase trabajadora. Junto con esto, y contra la trampa de los que plantean la “unidad opositora” contra Macri con los mismos que ayudan a Cambiemos a gobernar, el PTS en el Frente de Izquierda pelea para que la clase trabajadora, que es mayoritaria en la sociedad, tenga su propio partido político, sin patrones ni burócratas, y con un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.