Por primera vez desde la Revolución de 1959 el gobierno de Cuba no estará en manos de la generación que dirigió el Ejército Rebelde y tomó el poder el 1ro de enero de ese año. El proceso electoral que comenzó en octubre del año pasado con la elección de los delegados a las Asambleas Municipales y prosiguió en marzo con las elecciones a diputados provinciales y nacionales, culminará este jueves cuando se reúna la nueva Asamblea Nacional (parlamento unicameral) para designar de entre sus diputados, al presidente del Consejo de Estado, y a propuesta suya, al primer vicepresidente, a los cinco vicepresidentes, un secretario y otros 23 miembros del Consejo Ministros.
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Raúl Castro, con 86 años y al frente del gobierno desde 2006 por la enfermedad de Fidel Castro, ya había anunciado que no postularía a un nuevo mandato, tal como indica la ley que desde 2012 limita la permanencia en la presidencia a dos mandatos de 5 años. Legalmente, su gobierno comenzó en 2008 cuando finalizaba el mandato de Fidel Castro por lo que en febrero de 2018 debía dejar la presidencia. La Asamblea Nacional finalmente prorrogó su salida por dos meses hasta este 19 de abril.
Traspaso generacional
El recambio tiene trascendencia histórica ya que da paso al frente del Estado por primera vez a una figura que nació luego de la Revolución. No obstante, la renovación no implica ningún cambio en el sistema político. El régimen de partido único impuesto por la burocracia años después de la Revolución y sancionado en la Constitución de 1976, se mantiene inalterable. Se trata de un recambio generacional “paulatino y ordenado”, necesario e inevitable por el envejecimiento natural de la antigua dirección. Todavía quedarán en el Consejo de Estado varios de los históricos dirigentes como Machado Ventura, Ramiro Valdés o Rosales del Toro entre otros.
Raúl Castro permanecerá al frente del Partido Comunista de Cuba que según establece la Constitución “es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”, como primer secretario general del partido, conservando una gran cuota de poder político. Todas las organizaciones sindicales y sociales, así como los medios de prensa en cualquier formato, deben tener el aval del PC para ser legales.
Muy probablemente Castro también se mantenga al frente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (el ejército de Cuba) que además del monopolio de las armas y decenas de miembros en el Consejo de Estado y de Ministros y en la Asamblea Nacional, tiene bajo su dirección a las empresas estatales y mixtas más importantes del país, dando cuenta aproximadamente del 60% de la economía nacional.
No está claro cuáles serían los mecanismos para dirimir eventuales diferencias políticas que pudieran surgir entre el Consejo de Estado y el Partido Comunista que, por primera vez en la historia, tendrán jefes distintos (1). En el corto plazo es casi imposible que ocurra algo semejante, o al menos que tome estado público, pero en el mediano o largo plazo no puede descartarse. La burocracia cubana tiene distintas fracciones y sectores de interés, que vienen luchando solapadamente en especial en torno a los ritmos de la implementación de las reformas pro mercado.
La apertura controlada a la inversión extranjera favorece particularmente a la elite dirigente de las FAR que además del peso que tiene en la economía (especialmente por medio del holding empresarial Gaesa), controla el comercio exterior. La salida de Castro plantea entonces la incertidumbre de si se podrá mantener el equilibrio actual sin el liderazgo indiscutido que tenía la dirección histórica.
¿Quién es Miguel Díaz Canel?
Por lo pronto, Díaz Canel no es una figura que sale del riñón de las FAR, pero sí de la fracción “raulista” del aparato del PC. Como dirigente la Juventud Comunista a fines de los ’80, accedió al Comité Central del PC en 1991. A partir de 1994 y hasta 2003 gobernó la provincia de Villa Clara, cuya ciudad capital, Santa Clara, es un distrito pequeño en relación a La Habana o Santiago de Cuba, pero importante por su ubicación geográfica (paso obligado entre Oriente y Occidente) e historia política (escenario de la última batalla decisiva contra la Dictadura de Batista).
Desde esa posición, fue uno de los dirigentes de segunda línea que capitalizaron políticamente la repatriación de los restos del Che Guevara que yacen desde 1997 en el mausoleo de la ciudad junto a otros 29 guerrilleros que lo acompañaron en la trágica campaña en Bolivia.
En 2003 ascendió al Buró Político del PC y también gobernó la provincia de Holguín, cuna de la familia Castro. Dio un nuevo salto en su carrera política en 2009, accediendo al Consejo de Estado y de Ministros (poder ejecutivo nacional), logrando salir fortalecido de las purgas políticas de aquellos años, sobre todo las posteriores al 2006 cuando Fidel Castro debió abandonar el poder y Raúl comenzó a reemplazar las principales figuras políticas del país por hombres y mujeres de su confianza, especialmente de las FAR.
Raúl Castro se refirió a él como un compañero “ni advenedizo, ni improvisado” en febrero de 2013 cuando la Asamblea Nacional (parlamento unicameral) lo nombró Primer Vicepresidente del Consejo de Estado y de Ministros, es decir el número 2 del país, en reemplazo del histórico Machado Ventura (que continuó en el Consejo pero cediendo la primer vicepresidencia).
En su discurso Castro explicó: “Esta decisión reviste particular trascendencia histórica porque representa un paso definitorio en la configuración de la dirección futura del país, mediante la transferencia paulatina y ordenada a las nuevas generaciones de los principales cargos, proceso que debemos concretar en un quinquenio y actuar en lo adelante de manera intencionada y previsora, a fin de evitar que se nos repita la situación de no contar oportunamente con suficientes reservas de cuadros preparados para ocupar los puestos superiores del país y asegurar que el relevo de los dirigentes constituya un proceso natural y sistemático”.
Desde su llegada a la vicepresidencia, Díaz Canel forma parte de la Comisión de seguimiento de la implementación de los acuerdos del 6to Congreso del PC de 2011 (que aprobó los Lineamientos para la política económica), o sea de la marcha de las reformas pro mercado que sigue a pie juntillas la máxima de “cambiar todo lo que deba ser cambiado, sin prisa pero sin pausa”, que planteó Raúl desde el comienzo de su gobierno y que consiste en introducir reformas parciales de forma gradual, muchas veces incluso aplicadas sólo en una provincia como laboratorio y luego extendida nacionalmente si los resultados fueron positivos, a veces retrocediendo o introduciendo nuevos controles sobre las propias reformas pro capitalistas.
Esta forma gradualista y controlada de “actualizar el modelo socialista cubano” fue diseñada por el ala raulista para evitar a toda costa tener que lidiar con las consecuencias sociales que traería aparejado un proceso más rápido y profundo de ajustes y reformas de mercado como piden otros sectores de la burocracia, o ciertos analistas internacionales pro capitalistas. Pero el costo lo pagaron los trabajadores, con medio millón de despidos en el estado, aumento de la edad jubilatoria, míseros aumentos salariales en sueldos de 20 dólares mensuales que no alcanzan para la canasta básica de una semana, el recorte de la libreta de productos subsidiados, y junto al desarrollo del cuantapropismo y otras reformas pro capitalistas, una creciente estratificación social que hunde en la pobreza a amplios sectores que no tienen acceso al dólar.
Trump pone a la defensiva a la burocracia gobernante
Díaz Canel viene encabezando este proceso y en este sentido, no es probable ver grandes cambios en el corto plazo en el ritmo de implementación de las reformas de mercado, siempre y cuando no aparezcan situaciones externas graves que obliguen a un giro brusco.
En esa misma dirección empuja el hecho del cambio en la política del imperialismo yanqui que, tras los años de “deshielo” de la administración Obama, con Donald Trump en el poder ha retornado a la vieja estrategia (fallida) de agresión económica y aislamiento diplomático permanente para forzar un “cambio de régimen” y un retorno al capitalismo en la isla. Objetivos enmascarados en los falsos y demagógicos reclamos en torno a los “derechos humanos” y la “democracia” que no pretenden otra cosa que imponer una “democracia” parlamentaria cuya clase política esté subordinada a sus intereses como ocurre normalmente en el resto de su patio trasero.
En concreto, en 2017 Trump prohibió la comercialización con empresas ligadas a las FAR y restringió los viajes turísticos. Esto pone a la defensiva al gobierno cubano que se ubica más que nunca en una estrategia de reformas de mercado graduales y controladas. Durante las elecciones del 11 de marzo, mientras hacía fila para votar, Díaz Canel denunció ante la prensa la agresiva retórica de Washington y el deterioro que provocó en las relaciones bilaterales.
El sucesor de Castro también señaló que “la actualización del modelo económico y social, pese a no poner en duda el socialismo, es un proceso más complejo de lo que pensamos en un principio y por eso no hemos podido avanzar”, aludiendo probablemente a los problemas internos como el conservadurismo de diversos sectores frente a las reformas pro capitalistas.
A esto se suman otros factores externos como la economía internacional que no termina de despegar y también influye en que no lleguen inversiones; o los problemas de sus países aliados como la catástrofe que vive Venezuela o la desaceleración de China y Rusia.
Con una economía que en 2017 creció solo el 1,5 % y que no tiene perspectivas mucho mejores para este año, Díaz Canel tendrá seguramente una gestión complicada y probablemente tensa. Con tareas pendientes muy complicadas como la unificación monetaria que no puede resolverse sin un golpe inflacionario sobre la población y un cierre más o menos masivo de empresas deficitarias. Con una dura relación con EEUU; y con una situación interna delicada, donde no contará con el prestigio de la generación que hizo la Revolución, crecen las desigualdades sociales, y posiblemente asomen más claramente reclamos de otras fracciones de la burocracia que vean mejores posibilidades de presionar a un nuevo gobierno no asentado.
(1) No se puede descartar que el nuevo presidente del Consejo de Estado proponga a la Asamblea Nacional a Castro como miembro del Consejo, sería una opción en los marcos constitucionales, pero políticamente no daría la imagen de una salida real del poder ejecutivo.
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