Fotografía: Sebastían Freire
A pocos días de entrevistar a Tomás Máscolo lo atacaron por la calle, le gritaron puto una vez más y le robaron sus cosas. Le suele ocurrir, sobre todo cuando va de la mano o abrazado con algún chico. Tomás es un hombre trans que gusta de otros hombres y por su elección de vida ha tenido que soportar situaciones difíciles, de violencia e incomprensión, pero no solo en la vía pública. La vida puede ser para él un semillero de ámbitos expulsivos entre los cuales está el recuerdo de aquella clínica clandestina, un dispositivo sórdido, donde hizo su primer aborto. En esa oportunidad tuvo que aclarar cuál era su identidad frente a una médica que lo desestimó por completo. Si bien se hormoniza, Tomás conserva sus órganos reproductivos (útero, ovarios, trompas de falopio) y puede gestar, y por lo tanto puede también interrumpir un embarazo. Como tantos varones T, podría tener que recurrir a un especialista ginecológico por otras cuestiones, de salud o chequeos de rutina, pero no tiene demasiadas ganas. La exclusión de identidades como la suya o como la de Feliciano Oliver -que con 16 años se niega a volver a ser revisado por unx ginecólogx para evitar el ninguneo- de los consultorios mal llamados “femeninos”, su invisibilidad para la ciencia, hace que la medicina carezca de respuestas frente a problemáticas específicas, como por ejemplo: ¿cómo hacer convivir un embarazo con un proceso de hormonización con testosterona? Un frecuente desconocimiento de las posibilidades identitarias exudan las salas rosas de los hospitales y sanatorios. Soledad, ocultamiento del propio nombre, miedo y estigmatización, todo esto y más guarda la caja de Pandora de estas experiencias.
La sola descripción de la escena en la que Tomás, hoy 31 años, entonces 18, interrumpe su primer embarazo en una clínica trucha montada en un garaje, pasando por “un momento de máxima fragilidad”, arroja a la intemperie a quien escucha. “Había cuatro personas más esperando a ser atendidas. Estaba completamente asustado, me chocaba toda la clandestinidad: cambiar mi nombre (porque la médica no parecía tener noticias ni de la posibilidad de que existiera un hombre trans y menos embarazado), que fuera en un garaje, pensar que podía morir, ser parte del porcentaje que tiene complicaciones. Que si tenía complicaciones tenía que ir a un hospital público. Pensé en la policía. Ese fue el inicio de mi militancia porque entendí que no me pasaba solo a mí, ni era mi culpa pasar por esa situación violenta. La segunda vez fue a mis 23, con Misoprostol. De nuevo, la clandestinidad. La primera vez fue una experiencia oscura porque era bastante ingenuo, y pensaba que era mi culpa. Después entendí que no, que abortar era mi derecho”. El paso por esta experiencia determinó que Tomás -ex candidato a diputado por el PTS (Partido de Trabajadorxs Socialistas) por el Frente de Izquierda- se dedicara a la investigación sobre aborto en hombres trans.
¿Qué datos estadísticos hay sobre la relación masculinidades trans /aborto/embarazo?
La última encuesta en la población fue hace cinco años, la hizo Lohana Berkins. No hay un relevamiento serio sobre personas trans que abortan o personas gestantes. Que no lo haya implica que muchas personas trans a la hora de ir y exponerse, se ocultan. Hay una doble clandestinidad, cuando se trata de identidades distintas a las que impone el clero, de ser varón o mujer.
En los grupos de Facebook que integrás, ¿qué aparece como queja común entre los varones trans que abortan?
El factor común es que les costó mucho la aceptación familiar. Cuando decidieron abortar o ser padres, la familia no estuvo presente. También hablan de la violencia de los médicos que no respetan la identidad. En la nota que hice entrevisté a veinte chicos trans, quince aducen que por más que les aclararon su identidad, los seguían tratando con el género del DNI.
Dijiste antes que se ocultan a la hora de la intervención…
Por miedo al destrato, no dicen que son trans o que no se sienten identificadas en la categoría de mujer. Para mí la ley de Educación Sexual Integral tiene que jugar un rol fundamental. Tiene que pensarse cómo se da. Es fundamental no solo para hablar de aborto en personas trans o cuerpos gestantes sino también para entender que las identidades son impuestas por un sistema. Si se aplicara la ley de Educación Sexual y se capacitara a los docentes y hubiera fondos y subsidios, sería un paliativo también. Por eso no es solamente la consigna de aborto sino que se aplique la ley para no llegar al aborto, que es una decisión en última instancia.
Si se aprueba la ley de interrupción voluntaria del embarazo, va a ser necesario que se cree un protocolo específico para personas trans que pasan por esa situación…
Sería muy importante, sí. Hay una guía de salud trans bastante desfasada en la información: estandariza el proceso de hormonización en hombres y mujeres trans sin tener en cuenta que cada cuerpo es distinto. Y que cada tratamiento lo es. Es importante que se contemple como un problema de salud integral. Este gobierno lo primero que hizo fue recortar subsidios a los programas de reproducción y sexualidad, despidiendo trabajadores, como viene haciéndolo en el Hospital Posadas. No creo que esté exento en la política de Cambiemos hacer una parafernalia alrededor de la diversidad sexual, diciendo que esta es una ciudad gay friendly, o agarrando una demanda histórica del movimiento de mujeres y dar luz verde para que se trate en el Congreso. Me parece que todo tiene que ver con todo y que mientras siga habiendo gobiernos provinciales que tienen fuertes lazos con la Iglesia, y mientras la sigan subsidiando, va a tener un peso muy fuerte.
¿Los movimientos y organizaciones feministas incluyen a los varones trans a la hora de pensar la ley de aborto?
Fue toda una batalla política. Lo que me gustó del último Pañuelazo fue que, cuando se decía “Aborto legal ya” para mujeres, estuvieron contenidas dentro de las identidades, las masculinidades trans y los cuerpos gestantes no binarios. Esto después de una batalla que dimos particularmente los hombres trans, pero también la diversidad sexual. En los Encuentros Nacionales de Mujeres hay una pelea histórica para que me dejen participar de los talleres de aborto. Incluso en su momento con Lohana Berkins y Diana Sacayán, hemos batallado para estar en el Encuentro porque una parte del feminismo fue bastante transfóbica. El Partido Comunista Revolucionario, por ejemplo, que tiene mayoría en la Comisión Organizadora. En las asambleas de Ni Una Menos se han contemplado las voces trans y de la diversidad sexual. Fue una batalla dentro de un sector oprimido que tiene que estar unido, como en Stonewall o como los mineros en Inglaterra con el Pride. Las leyes permitieron que en las escuelas se cuestione el binarismo. Si bien se conquistó gran visibilidad, siempre digo que la igualdad de la ley no es la de la vida. La paternidad de los hombres trans es un tema tabú. En una mesa en la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto en 2014 le pregunté a un médico qué haría si un hombre trans hormonizado tiene que abortar. No es lo mismo, tiene otros parámetros médicos diferentes a una mujer cis. El tipo se puso blanco. Hasta el día de hoy, no conocí un médico que me pueda responder esa pregunta. En Argentina hay gente muy capacitada en tratar a personas trans, pero no que puedan responder eso. En el grupo de Facebook me contacto con gente trans que conoce médicos que no dan su nombre: hacen el tratamiento pero no quieren dar una entrevista ni off the record.
|