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Hace solo unas semanas que los martes y jueves se transformaron en los “días verdes”. El debate en el Congreso Nacional por la despenalización del aborto sigue sumando voces a favor. Por supuesto que los que están en contra de que este derecho se transforme en ley también intentan concentrar la atención.
Esta semana quien dio la nota fue el obispo de Goya, monseñor Adolfo Canecín. El jerarca de la Iglesia Católica aprovechó la presencia de un nutrido grupo de asistentes a la Catedral de la capital correntina (con motivo de cumplirse cien años de la proclamación de la virgen de Itatí) para dar un encendido discurso en contra del aborto.
Un dato a tener en cuenta es el contexto que rodeaba a Canecín en su sermón. Los bancos de madera de la Catedral estaban ocupados en su mayoría por miembros de la Policía de Corrientes, ya que la virgen de Itatí es la patrona de esa fuerza.
En ese marco, en medio de su homilía, el obispo dijo que “legislar sobre el aborto es de la cultura de la muerte”. Algo que suena paradójico viniendo de dos instituciones que protagonizaron infinidad de hechos aberrantes. En el caso de la Iglesia acompañando fervorosamente diversos genocidios a lo largo de la historia. Y en el caso de la Policía, basta como ejemplo la última dictadura cívico-militar.
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Entre otras cosas el obispo pidió a los diputados y senadores que legislen para defender “la vida”. La insistencia en argumentar que todos los que estamos a favor de la despenalización no valoramos la vida ya es una figurita repetida.
Canecín, con la garganta caliente después de unos minutos de discurso, miró fijo a su auditorio y sin dudarlo dijo: “Hoy en día en que vivimos tanta inseguridad, hasta el seno materno se está volviendo inseguro, porque el aborto es un homicidio”.
Hacer un paralelismo entre la llamada “inseguridad” y el derecho inalienable de decidir sobre el propio cuerpo es lisa y llanamente vil.
Este argumento refuerza la idea de que el cuerpo de la mujer es un simple envase que contiene “a la vida que importa”. Por lo tanto todo aquel que interfiera en el proceso de evolución de ese óvulo fecundado es un asesino y como tal debe ser castigado con la cárcel.
Las brutalidades dichas por el obispo correntino no son los argumentos de un cura desquiciado. La Iglesia Católica es la que sostiene, apoya y eleva a la categoría de autoridad a personajes como Canecín.
Aunque días atrás la Conferencia Episcopal Argentina emitió un video bastante medido sobre su posición contraria a la despenalización del aborto, nadie puede dudar de los hilos de poder que mueve esta institución misógina desde hace siglos.
Hay algo que es importante no perder de vista. Tanto el comunicado “conciliador” de la jerarquía eclesiástica como la conversión de algunas figuras públicas, apunta sin dudas a aumentar la presión y negociar en última instancia un proyecto de legalización con muchos límites (objeción de conciencia, consejerías).
Las mujeres no queremos un derecho “posible”, necesitamos una ley que garantice el acceso libre, seguro y legal al aborto. El debate seguirá en el Congreso pero la lucha sin dudas está en las calles. |