Ante las presiones por los malos resultados en la campaña de Meade, que según distintas versiones han llegado al extremo de plantear la declinación de José Antonio Meade en favor de Anaya e incluso de Margarita Zavala “por ser más neutral”, el presidente Peña y su partido han tenido que hacer un último intento por recuperarse. Poniendo al frente del PRI a un viejo militante, con experiencia como legislador y funcionario de gobierno.
Aún circulaba la versión de que habría cambio de presidente del PRI y que quien tomaría la estafeta sería Aurelio Nuño, cuando se comenzó a delinear la figura del exgobernador de Guerrero, René Juárez Cisneros. Así la vieja guardia partidaria recuperaría su peso ante las bases, luego que el desempeño del dirigente impuesto por Peña, Enrique Ochoa Reza, pasara casi desapercibido en lo que va de la campaña.
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Ochoa Reza llegó al PRI luego de que la cúpula de políticos amigos de Peña Nieto, promovidos por él desde que era gobernador del Estado de México, aprovechara el descrédito de Manlio Fabio Beltrones por las elecciones a gobernadores de 2016.
Aun así el partido no se ha podido levantar y en las elecciones pasadas tuvo que recurrir a la permisividad del INE ante actos de fraude electoral que sólo así le permitieron retener los bastiones del Estado de México y Coahuila.
Esta vez las cosas marcharon peor y es notorio el deslucido respaldo de las bases priistas en los actos de campaña de un también deslucido Meade. Pero los resultados en las encuestas debidos al desempeño de éste durante el primer debate lo mantienen estancado y muy alejado de Andrés Manuel López Obrador por lo que se tomó la decisión del relevo partidario.
A pesar del golpe de timón aún se refleja confusión entre los responsables de campaña y su candidato, pues han salido a declarar que el recambio partidario “era una orden de... Meade” para recomponerse, quien aún se ostenta como no priísta y quizás sea ese su mayor error de propaganda política de cara a la petición del apoyo y voto populares.
Algunas de las críticas de empresarios y análisis periodísticos toman como elemento central el no desarrollar en su provecho la contradicción de que sea Meade un candidato formalmente “ajeno” al desacreditado PRI para manejar un discurso que le permitiera “romper el cordón umbilical” y ganar una mayor credibilidad “criticando” a conveniencia los “logros” del peñanietismo.
Y es que al negarse Meade y su equipo a seguir esta vía “crítica” en estos días aciagos hace que sectores más desesperado del empresariado, periodistas y operadores políticos, le retiren su apoyo incondicional y presionen por una salida que impida el triunfo de López Obrador. Al parecer, el temor a que las masas le tomen la palabra a este último y quieran ir más allá movilizándose para hacer que se cumplan sus promesas, es muy fuerte en dichos sectores. |