Y es en esa época con el trasfondo de la guerra del Vietnam, la lucha por los derechos de los negros, las mujeres, gays y lesbianas, cuando la autora Noemí Sabugal se sube en el vitalista autobús en el que esta afroamericana de origen humilde recorre distintas salas de fiestas por una Europa también cambiante y donde también conviven la miseria y la opulencia, la injusticia y la rebeldía.
Con una enérgica voz, un montón de vividos recuerdos de una infancia de discriminación racial y sociosexual y un presente continuo seguimos los devaneos de Big Mama con los escenarios, el jazz, el blues, los ritmos musicales, los aullidos, sus compañeros de batallas cotidianas, las calles de las ciudades y sus contrastes sociales, sus luces y sus sombras.
En el libro se apuntan datos significativos de la época, como las dificultades de las cantantes negras por obtener reconocimiento, así como las convulsiones sociopolíticas de finales de los años sesenta en todo el mundo con varias guerras y frentes políticos abiertos.
Pero “Una chica sin suerte”, escrito de forma ágil, irónica, ácida y original, es una odisea por uno de esos recorridos vitales de una mujer marcada por su pasado y su presente que lucha por abrirse camino en el turbulento mundo del espectáculo, un tiovivo de suerte y talentos.
La novela ningunea algunos aspectos como el lesbianismo de la protagonista y solo da pinceladas sobre los disturbios raciales que siguieron, por ejemplo, a la muerte de George Jackson, pero nos acompaña con ritmo y frenesí por distintas ciudades de Europa (de Berlín a Barcelona) de esta mujer autodidacta, incansable y luchadora.
Una narrativa femenina y antirracista necesaria. Aunque no debemos olvidar que los orígenes de esta literatura está en los propios afroamericanos que han contado a lo largo de este siglo su periplo vital o el de sus camaradas de luchas.
Libros pioneros como “Native Son” de Richard Wright o las memorias de Laston Hugues o las novelas de James Baldwin abrieron las puertas a un grito combativo y de empoderamiento de una raza ninguneada, como la definió Ralph Ellison en “El hombre invisible”.
No han faltado los nombres de mujer como Audre Lorde (“Zami”), Alice Walker, la malograda dramaturga Lorraine Hansberry (“Un lunar en el sol) y otras muchas que han contado su difícil periplo en un mundo blanco, masculino y capitalista, en ocasiones con desgarro, otras con humor y otras con verdadero ímpetu y sin el menor descanso.
La historia de Big Mama Thornton está siendo reivindicada por el movimiento feminista como una singular pionera anterior a las voces inmensas y de combate de gente como la gran Nina Simone. |