El movimiento #YoSoy132 fue un crisol de organizaciones políticas en su interior, a las que se suman miles de jóvenes independientes que despertaron a la vida política y al activismo social, algunos incluso partícipes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad de Javier Sicilia que había ocurrido el año anterior. Con el sexenio de Peña Nieto a punto de concluir, muchos se preguntan qué fue del 132.
Si bien en lo inmediato el movimiento no consiguió su objetivo principal, que era impedir el retorno del partido tricolor a Los Pinos, el 132 dejó como legado no sólo mayor incidencia de medios de comunicación independientes, sino que también dio una generación crítica de jóvenes que no se sentían conformes con el sistema político mexicano. Antes del 132, el referente estudiantil más cercano era la huelga de 1999 de la UNAM. ¡12 años sin que el movimiento estudiantil entrara en escena!
Por otro lado, precisamente porque el objetivo del movimiento no se cumplió, cabe preguntarse qué sucedió o qué hizo falta para que el entonces candidato de Atlacomulco no se sentara en la silla presidencial. A esto se deben varios factores.
Dos alas al interior del 132
Como dijimos arriba, hubo 12 años donde el estudiantado estuvo pasivo como actor en el escenario político mexicano. Esos 12 años tuvieron su efecto: mantener los hilos de continuidad y tradiciones políticas se volvió una tarea muy dura y una pelea al interior del movimiento.
En segundo lugar, dentro del #YoSoy132 hubo en términos generales dos grandes alas: una que reivindicaba la huelga de 1999 en cuanto a los métodos que usaba (como las asambleas abiertas, delegados rotativos y revocables en cualquier momento con mandato de base, etc.), planteaba ir más allá del pliego petitorio (cuestionando la relación entre el duopolio Televisa-TV Azteca y el gobierno) y subrayando la independencia política del movimiento, que se presentaba como “apartidista” a lo que se agregó después “apartidista mas no apolítico” por el cuestionamiento del PRI a la visión crítica que tenían los jóvenes hacia su candidato.
Del otro lado estaba un ala de corte más reformista en la cual actuaban corrientes como el MORENA (cuando aún era un movimiento social) ligadas a la candidatura de López Obrador planteando que el movimiento se pronunciara sobre el voto útil, que se vigilaran las casillas y el proceso electoral, que se centrara más en la organización de debates entre los candidatos a la presidencia.
Este sector, políticamente al interior del 132 impulsaba asambleas a puerta cerrada con métodos burocráticos (como pedir identificación a los voceros), en algunas logró restringir el uso de la palabra solamente a los voceros designados (algunos sin mandato de sus asambleas), planteaba métodos de acción “pacifistas” que excluía del debate todo aquello que saliera de la postura de elecciones limpias y leyes para democratizar los medios de comunicación.
Estas condiciones además se sumaban a la postura de que dentro del movimiento no debía haber corrientes y organizaciones políticas, cosa que en realidad actúa como aliciente dentro del movimiento estudiantil, y que concluyeron con esta ala llevando a cabo una campaña de corte macartista contra todas las corrientes que se expresaban abiertamente en el 132, como fue el caso de la agrupación Contracorriente en la UNAM.
Precisamente la falta de democracia interna y de debate político abierto entre las corrientes que pudiera llevar en la práctica a saldar diferencias estratégicas una vez que se ponen a prueba es lo que en última instancia le restó margen de acción al #YoSoy132 y evitó que pudiera hacer alianzas más sólidas con otros movimientos y actores sociales. Después vino el reflujo, donde el fracaso de la estrategia pacifista dio paso a acciones más “contundentes” y que terminaron en la protesta del 1Dmx con cientos de detenidos y heridos en las inmediaciones de San Lázaro y Bellas Artes.
¿Qué nos deja el #YoSoy132?
A una nueva generación de jóvenes “millenials” que han protagonizado acciones como el movimiento por Ayotzinapa o las labores de rescate y ayuda durante el terremoto de 2017 nos deja una serie de lecciones como la forma autoorganizada, horizontal y colectiva de organización en los centros de estudio. Asimismo, hubo un fuerte sentimiento de enlace con otros movimientos (como Atenco) que pudo haberse solidificado más y avanzar más allá de lo que fue.
También deja patente la importancia que tiene la organización independiente del movimiento estudiantil por fuera de los partidos del régimen político, así como el uso de redes sociales como herramienta de comunicación masiva, enlace y organización complementaria de las asambleas. El 132 además trajo consigo la aparición de diversos medios críticos, la mayoría en formato digital, que están por fuera del duopolio televisivo y del gobierno.
Recuperar estas lecciones y avanzar sobre ellas es fundamental para que el movimiento estudiantil logre sus demandas y no actúe de manera aislada —un debate que, saldando las distancias, se ha expresado con coyunturas como la huelga del Politécnico de 2014 o la discusión actual con el separatismo en la universidad. Quienes aprendimos estas conclusiones continuamos organizados desde la Agrupación Juvenil Anticapitalista en nuestras escuelas y facultades y te invitamos a que te sumes con nosotros para “recuperar la memoria revolucionaria para mañana saber vencer”. |