Si el DSM ya sacó a la homosexualidad como una enfermedad, ¿por qué se sigue tratando como una patología?
Voy a hablar desde la clínica que practico, que es la clínica con las psicosis en un hospital psiquiátrico. Hay que poder pensar que en principio en un hospital ingresan por una crisis los pacientes que se disponen hoy con la nueva Ley de Salud Mental a aceptar un tratamiento y unos días de “encierro” porque lo importante es que alguien que está sufriendo enormemente como son las crisis de los psicóticos o no psicóticos, se trata de alojar eso y escuchar el sufrimiento, darle el lugar de sujeto al loco. En los hospitales psiquiátricos trabajamos con la Ley de Salud Mental y los derechos humanos pero también trabajamos con los DSM, son las categorías nosográficas de los manuales de psiquiatría americanos que comandan, aunque esté la categoría de la OMS (Organización Mundial de la Salud). Están los DSM, que ahora ya salió el número cinco y ya está traducido en castellano y está la categoría CIE 10 que es de la OMS. Quiero hacer una precisión y subrayarla: la homosexualidad como diagnóstico ha salido de los DSM en el año 1973.
Es el aniversario que ahora celebramos pero tampoco hay mucho para celebrar porque a nivel discursivo no se ha avanzado demasiado a pesar de las enormes apuestas y luchas de las minorías sexuales en favor de decir respecto de su lugar de sujetos deseantes, que eso no tiene ninguna etiqueta nosográfica y además la adquisición de los derechos civilmente hablando como el matrimonio igualitario y la Ley de identidad de género. Del DSM tres la homosexualidad salió de la clasificación diagnóstica, no es más una patología escrita pero en nuestras cabezas, ¿qué es? Esa es la cuestión. Luego hay otras categorías que subsistieron muchos más años en los DSM y que es la categoría del transexualismo.
En el DSM cuatro se llamó al transexualismo “trastorno de identidad sexual” y ahora sufrió una transformación lexical y se llama en el DSM cinco “disforia de género”. En el CIE 10 que caduca en el 2018 todavía tiene la categoría diagnóstica de transexualismo. No la incluye dentro de las psicosis, en las líneas categoriales porque están escritos así los manuales.
Entonces, no existe más la tabla diagnóstica que incluya la homosexualidad ni va a existir más por todas las luchas. La cuestión es que desde el psicoanálisis hay debates y hay que poder fundamentar algunas cosas: escribí mi tesis de posgrado, la presenté en la facultad de Psicología hace poco. El tema de mi tesis es el transexualismo que me viene de la clínica porque en muchos psicóticos la cuestión del goce transexual y el empuje a la mujer (así como Lacan lo definió) es aliviante, es la propia curación. En el caso de Schreber de ser la mujer del padre en el fantasma, a ser la mujer de Dios en el delirio, esa transformación del delirio es aliviante. Ser la mujer del padre en el fantasma lo pasivizó ¿Qué pasó con los lectores de Schreber? Freud se apasionó con la erudición del iluminismo alemán, de la escritura schreberiana. También se fascinó con la escritura del delirio testimonial que hace Schreber. Freud equivoca: no pudo leer “yo lo amaba a él mi padre”, no pudo leer esa organización fantasmática y termina diciendo Freud que la homosexualidad reprimida es la base del delirio persecutorio. ¿Dónde se vio que un homosexual delire? La homosexualidad no hace delirar.
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Todo esto son investigaciones que me he autorizado a hacer para mi tesis y de la mano de mi director de tesis que es el psicoanalista francés Gérard Pommier, él escribe respecto de estos asuntos y escribió como renovar la teoría de la psicosis y también respecto de las luchas femeninas, que en su último libro que yo lo traje a Buenos Aires para la publicación y ya va a salir. La lucha femenina incluye a los hombres homosexuales o no homosexuales, o sea, terminemos con las cuestiones de etiquetas.
Esas etiquetas también sirven para visibilizar. Hay sectores que siguen siendo oprimidos y luchan por conquistar en algunos países derechos civiles y en otros, hacer que esos ya conquistados se traduzcan materialmente
Si, sobre eso lo voy a citar a Gérard Pommier en su último libro “Lo femenino, una revolución sin fin” allí dice que la matriz de la opresión la podemos leer en “La familia, la propiedad privada y el Estado” de Marx y Engels donde ellos no pudieron pensar en la alquimia sexual, sí pudieron pensar en algo más fiable que es la matriz de la opresión económica: ¿cómo puede ser que un hombre oprima a alguien que es su propia mujer? Esa es la matriz de la lucha de clases. Entonces, la cuestión sexual o de interés sexual o de opresión respecto de lo sexual eso sí nos toca leerlo a nosotros, no a Marx que estaba pensando en teorías de igualdad económica, social y de lo que es la fuerza del trabajo. A nosotros sí nos toca pensar que lo masculino oprime y lo femenino no oprime a nadie, y esto no tiene que ver con una cuestión de anatomías por eso se trata de la inclusión del varón, del homosexual, del transexual, del que tiene capacidades diferentes también y que nos cuesta incluir por más que tengamos legislación, todavía estamos a mitad de camino.
Algo dijiste sobre esto pero te quería preguntar específicamente ¿cuál es el rol de la salud pública en la cuestión de la diversidad sexual? ¿Cómo son tratados estos sectores?
No soy funcionaria como para hablar de políticas estatales pero sí soy una laburante del hospital y además docente universitaria. En las políticas de salud pública (y privada también porque la Ley de Salud Mental incluye todo tipo de efectores polivalentes, es decir, los hospitales generales y los de salud mental que se van a acabar en 2020). En los polivalentes, si alguien se acerca con la solicitud de hacer un cambio de su anatomía porque no corresponde su posición inconsciente respecto del cuerpo que habita. El protocolo es que alguien legalmente puede cambiar su DNI, su nombre, respecto del género que considere que lo habita y a nivel de tratamientos hay posibilidades. Por ejemplo, alguien que se siente femenina puede empezar un tratamiento hormonal, luego puede pasar al cambio quirúrgico que hay opciones diversas para esto.
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No se trata de la anatomía pero sí del punto donde alguien va a hacerse intervenciones quirúrgicas para obtener ese cuerpo que podríamos decir es de su posición del “hablante-ser”, del poder decir “soy una mujer, lo femenino está en mi modo de goce”. Se hace no sólo una vagina, por supuesto la extirpación del miembro pene y la posibilidad del armado de un botón, un punto, el clítoris y por supuesto el implante de mamas. El tema del rostro y lo hormonal ayuda mucho a alguien que está identificado con lo femenino y desea portar eso como semblante de atrapa deseo, porque estamos todos en el mundo deseante y mejor que sea así.
¿Cómo se puede contrarrestar este discurso patologizante en un ámbito como el de la facultad? Teniendo en cuenta que es el lugar donde se forman los futuros trabajadores de la salud mental
Siempre se nos ocurren vías. Vías discursivas porque contamos con la herramienta rica de la palabra y del bien decir, acá me sirvo de cuestiones de Lacan: el bien decir que no es el “decir bien”, o sea, la liberación de la palabra, la reflexión como decía Michel Foucault que tuvo una brillante propuesta en 1982 que da una entrevista a una publicación canadiense y formula: “devenir gays no quiere decir volvernos homosexuales, es una propuesta creativa para toda la sociedad, de posibilidad de libertad en los modos de vida”. Eso quiere decir que haya un lugar para cada quien con su modo de existencia. Foucault en esa entrevista dice que es una lucha sin programa el devenir gays o las minorías sexuales en lucha. Con eso quiere decir que está fuera de la lógica de lo Universal, que ha comandado siglos de nuestro pensamiento. Esa lógica pone la razón del lado masculino, entonces “sin programa” quiere decir un corte con esa lógica. Es una lucha sin programa, lo que no es sin reflexión.
¿Crees que los y las psicoanalistas están tomando en las nuevas formulaciones los reclamos del movimiento de mujeres y minorías sexuales?
Sí, aunque hay resistencias. Si seguimos las prerrogativas lacanianas no podemos avanzar porque ni Freud ni Lacan han podido pensar lo que se presenta en nuestra sociedad, no han podido avizorar los cambios. Eso lo dice Gérard Pommier también que está en la primera línea de las luchas en Francia respecto de las luchas femeninas y en contra de la medicalización de los niños y niñas. Me parece que estas cosas nos vienen de la clínica y de lo social, la sociedad ya contestó y nosotros los psicoanalistas estamos sin dar respuestas. Sostengo que del lado del psicoanálisis no podemos con lo formulado por nuestros maestros Freud y Lacan, sí algunas propuestas. Mi director de tesis me decía que Freud ha sido el introductor de las teorías de género y no Judith Butler (aunque aclaro que considero que su teoría es muy importante políticamente) cuando en la conferencia 33 del año 1932 “La feminidad”, allí dice que en proporción variable somos femenino y masculino.
Con respecto a la homoparentalidad, por ejemplo, las familias que están constituidas por dos parteners homosexuales que deciden adoptar un niño, una niña. Esas son las configuraciones de las nuevas familias. No todos los psicoanalistas están pensando en estas cuestiones, pero creo que aquellos que queden atrincherados en posiciones defensivas respecto de añorar que va a haber la vuelta de no sé qué simbólico que está caído. Esos hacen perecer el psicoanálisis. Lo simbólico ha caído, pero hay un nuevo simbólico. ¿Estamos añorando que vuelva no sé qué padre? El patriarcado está cayendo. Las mujeres acá estamos en lucha, organizadas. En Latinoamérica hay un movimiento muy importante y lo tenemos que revalorizar y defender. |