No festejo la muerte, menos una muerte por cáncer, pero si lamento el velo de impunidad que la muerte genera, en algunos casos.
La noticia de la muerte de Roberti salió en Clarín, y en los diarios. Seguramente tendrá un funeral donde será despedido por el sindicato, dirigentes políticos y gente cercana.
Pero no puedo dejar de hervir de bronca, porque la palabra cáncer en el sector petrolero está muy presente, porque hay compañeros que luego de 40 años de fábrica murieron a los 40 días de jubilarse. Tuvo un día de reposo por cada año que trabajó bajo turno rotativo, generando millones de ganancias a la empresa. Y su vida se apagó.
Porque tengo bronca de cuando falleció un compañero, saliendo del laburo. Comenzó con un "dolor de espalda" que terminó siendo un cáncer que se lo llevó en cuestión de semanas. Ese día, los compañeros de trabajo de su turno tuvieron que ir a trabajar igual, la empresa ni siquiera permitió que sus compañeros pudieran ir a despedir sus restos.
No festejo su muerte porque quería verlo preso por las causas de corrupción que empezaban a cercarlo. Mientras Roberti vivía en el barrio privado Abril, nosotros con turno rotativo, mañana tarde y noche, dejamos nuestras vidas en la refinería, como también amistades, partidos de fútbol, cumpleaños.
Porque me hubiera gustado ver cómo los trabajadores se organizan para sacar a estas lacras de sus sillones. Él fue el responsable de diez despidos, junto con la empresa multinacional Shell, en ese entonces manejada por el actual ministro de Energía Aranguren en 2014, que quiso sacarse de encima a los "molestos" y a quienes tienen militancia política y sindical de izquierda.
Hoy no pienso en Roberti, pienso en mis compañeros, en los que ya no están y en los que seguimos moviendo la maquinaria que genera la sangre de los motores, porque pienso que organizados tenemos la posibilidad de reducir los costos de la energía y los combustibles, frenar los tarifazos.
Porque nuestras muertes no "son noticia", porque nuestras vidas valen más que sus ganancias. |