Cuatro días duró la ocupación de la Casa Central de la Universidad Católica. En un hecho que algunos llamaron como "histórico", debido a que es la tercera toma desde el año 67’ y 86’, la movilización de estudiantes mujeres culminó tras la realización de una mesa de diálogo con el rector Ignacio Sánchez, llegando a acuerdo.
Ignacio Sánchez es uno de los líderes de la cruzada contra el derecho al aborto, no solo al aborto libre y legal, sino incluso contra el limitado derecho al aborto en 3 causales que se aprobó en el gobierno de Bachelet, y ahora busca limitarlo ampliando con su lucha la "objeción de consciencia institucional", para seguir recibiendo millonarios recursos del Estado y poder negarse a atender a mujeres que quieran abortar en razón de alguna de las 3 causales. Es uno de los líderes del conservadurismo ligado al gran empresariado nacional.
La toma exigía demandas mínimas en relación a proteger a las mujeres víctimas de violencia de género, mejorar protocolos contra la violencia, educación no sexista, así como también hacia trabajadoras de la universidad. El rector, para no verse obligado al desalojo (lo que podría provocar un escándalo si policía reprimiera la ocupación) a la vez que un aumento de polarización interna (con varios grupos de derecha haciendo manifestaciones afuera) intentó tomar las demandas, buscando integrarlas al régimen universitario ligado a la Iglesia Católica.
Las demandas que exigían las estudiantes movilizadas eran mínimas, y para el Rector era mucho mejor tomarlas y bajar la movilización, que arriesgarse a que el movimiento siguiera tomando fuerzas y pudiese radicalizar sus exigencias. Daniela Pinto, coordinadora de la Asamblea Feminista UC sostuvo que “el rector sigue lavándose las manos”, pues mantiene su impunidad como bastión de la reacción; por eso cualquier demanda en manos de autoridades que tiendan a aumentar su poder, su impunidad, su autoritarismo y su burocracia puede ser peligrosa.
Se consiguieron medidas para mujeres y hombres trans, en la universidad más tradicionalista del país y bastión conservador histórico, aspectos que celebramos. También las demandas de las mujeres trabajadoras, aunque no se puede avanzar si no es cuestionando esas condiciones de explotación brutales en la propia universidad. Una de las demandas que no fue aceptada fue la exigencia a que la Red Salud UC no fuera objetora de conciencia; y es que Sánchez sigue siendo la punta de lanza de la pelea contra el derecho al aborto, fue de los principales opositores a la Ley de Aborto en 3 causales, que es tan limitado que responde al 3% de los casos de abortos clandestinos.
Las demandas y el régimen universitario
Al grito de “¡Y va a caer, y va a caer! el patriarcado de la UC”, los acuerdos fundamentales a los que llegaron las estudiantes y el rector Sánchez fueron:
Primero, “completar nuestros protocolos de acoso y los procedimientos para evitar acosos y abusos”. A la vez que es una demanda genuina que toman miles para que no siga la violencia machista, tenemos que saber que aquello que seguirá siendo negociado junto a la antidemocrática autoridad, no asegura que este protocolo sea una salida efectiva para enfrentar la violencia machista. Lejos de ello, en manos de autoridades cuya principal tarea es defender y conservar una educación católica –ligada al Vaticano, principal responsable de que las mujeres en todo el mundo sigamos siendo vistas como personas de segunda categoría–, puede terminar siendo una vía para fortalecer las herramientas de sanción y punición por parte de las autoridades y la Institución, hacia las y los estudiantes, funcionarios/as y académicos.
A la vez que compartimos lo conseguido para los y las personas trans, la posibilidad de permitir el nombre social de compañeros y compañeras en las listas de asistencia y en las tarjetas estudiantiles, además de habilitar “baños neutros” en todos los campus; y hacia las mujeres trabajadoras, como pagos horas extras, salarios adeudados y cese a abuso laboral y discriminación, licencias médicas pagas, derecho a huelga, etc., y que son importantes para avanzar en que se organicen las mujeres trabajadoras y una base para la unidad obrero-estudiantil; no avanza a un cuestionamiento estructural de la situación de precarización y subcontratación de las y los funcionarios del plantel, cuya bandera deberían inscribirse en el fin al subcontrato, el paso a planta y el aumento de salarios para terminar con una de las mayores condiciones de explotación y opresión hacia mujeres trabajadoras.
El rector además se comprometió a reunirse con una funcionaria denunciante de violencia intrafamiliar a su ex pareja, quien actualmente es profesor titular y ex Decano de Matemáticas. Una reunión que, probablemente, el Sánchez solo utilizará para lavarse la cara.
Aunque el resultado de la negociación constituya un pequeño avance, se tiene que avanzar a cuestionar el conjunto de la estructura autoritaria y antidemocrática de la conservadora universidad y de la sociedad.
Para combatir efectivamente el patriarcado, sobre todo en una institución como la Universidad Católica, es necesario atacar las bases que sostienen el machismo en el sistema educativo: la injerencia de la Iglesia, poniendo fin a la alianza de la Iglesia y el Estado; poniendo fin a los millonarios subsidios que recibe de platas públicas; avanzando a enfrentar la oposición de este bastión conservador; y en las calles luchar por el derecho al aborto, libre, legal, seguro y gratuito; poner fin a los negociados empresariales y el subcontrato que tiene rostro de mujer; por la educación gratuita poniendo fin a la segregación, que sufren mujeres sobretodo.
Por ahora, estos pilares se mantienen intactos, al igual que el poder e influencia de las autoridades y el vaticano. Enfrentar al Estado, su gobierno, a la Iglesia y los partidos empresariales; uniéndonos a la clase trabajadora y recuperando la masividad del movimiento estudiantil, puede permitir avanzar más fuerte en ello. |