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15 de marzo de 2025 Twitter Faceboock

CAMPAÑA ANTIIMPERIALISTA
Pongámonos de pie contra el saqueo de la deuda y la entrega del petróleo
Pablo Oprinari | Ciudad de México / @POprinari

Durante los últimos sexenios, avanzó la expoliación y el saqueo de México, por parte del imperialismo estadounidense, las grandes trasnacionales y empresarios “nacionales”.

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La reforma energética abrió el camino para que un recurso natural estratégico fuera subastado al mejor postor, como es el caso de Exxon, BP, Shell, entre otras trasnacionales del sector.

En los consejos de administración de las empresas que se beneficiaron, figuran muchos altos funcionarios de las últimas administraciones, mostrando la asociación entre los empresarios y los políticos a su servicio.

Empresarios como Alberto Baillères, uno de los hombres más ricos del país, con una fortuna que se calcula en 11,000 millones de dólares, es dueño de Petrobal, que tiene bajo su control a varios campos de producción petrolera.

La entrega del petróleo, el gas y la electricidad es uno de los “grandes” legados de los gobiernos panistas y priistas, mientras que, desde las reformas, se encareció el costo de gasolinas y la luz para las mayorías populares.

La deuda externa: la gran estafa

Otro de los mecanismos claves del saqueo es la deuda pública externa, que asciende a 10 billones de pesos -más de 500 mil millones de dólares-, y que representa el 46.2% del Producto Interno Bruto nacional.

Los préstamos que alimentaron la deuda externa no beneficiaron a las grandes mayorías: su situación económica y calidad de vida solo ha empeorado.

El gobierno utilizó los recursos para financiar la “guerra contra el narco”, los sueldos de los altos funcionarios, y para desviarlos en beneficio de la casta política y los empresarios. Una gran estafa a la nación.

Y luego de eso, la sangría: el presupuesto público es transferido en concepto de “pago de intereses” a las arcas de los acreedores, en detrimento de salud, educación, mejoramiento del transporte y del acceso a los recursos vitales, como el agua. Solo en 2017 el gobierno entregó más de medio billón de pesos en pagos: ¡25 mil millones de dólares! Este pago supera con creces la inversión en salud y en educación, por dar solo un ejemplo.

En los últimos tres sexenios la deuda aumentó en 500%. Una generación entera llegó a la mayoría de edad cinco veces más endeudada que al nacer. Los gobiernos al servicio de los empresarios empeñaron el futuro de millones de jóvenes, que deberán trabajar para pagar una deuda que no eligieron.

Pero no termina allí. Los principales servicios públicos fueron privatizados o concesionados, como las telecomunicaciones y el transporte, en tanto que recursos básicos como el agua avanzan hacia la privatización.

Los servicios públicos, que no deberían ser fuente de ningún lucro, son el botín de empresarios como Carlos Slim, que sólo buscan maximizar sus ganancias a costa de los usuarios y de trabajadores del sector. Lo mismo podemos decir de los fondos de pensión privatizados con los que lucran las Administradoras de Fondos para el Retiro (Afores).

De esta forma, se produce un verdadero saqueo de recursos y transferencia hacia las grandes trasnacionales imperialistas, en su mayoría estadounidenses, y el gran capital “nacional”, mientras las grandes mayorías se empobrecen cada vez más.

Bajo el imperio del Tratado de Libre Comercio esto se combinó con una reconfiguración de la economía mexicana en función de los intereses económicos que defiende la Casa Blanca, particularmente de las empresas trasnacionales automotrices y electrónicas, entre otras.

El rol de los gobiernos y los partidos patronales en México es fundamental propiciando la entrega mediante las reformas estructurales, y garantizando la contraparte fundamental de esto: la subordinación política, militar y diplomática del país.

Desde la militarización y la llamada “guerra contra las drogas” dictada directamente desde Washington con el involucramiento de la DEA y otros organizaciones gubernamentales de los EEUU, hasta la aceptación y complicidad con las políticas migratorias profundizadas por el gran deportador “demócrata” Barack Obama, pasando por el rol de gendarme al servicio de la Casa Blanca en la frontera sur, con políticas racistas y xenófobas contra nuestros hermanos centroamericanos y caribeños.

Lo que hoy vemos, con la ofensiva trumpiana que pretende un Tratado de Libre Comercio que sea aun más favorable para sus intereses -amenazando con salirse si no se revisa en ese sentido y estableciendo aranceles al aluminio y al acero para presionar-, junto al endurecimiento de las deportaciones y la construcción del muro, busca dar un salto en la subordinación de México a los Estados Unidos.

Elecciones 2018: lo que no se cuestiona

Como quedó claro en el segundo debate presidencial, aunque todos los candidatos hablaron de Trump y su “agenda”, ninguno se refirió ni de pasada a lo que planteamos antes. A su vez, menos que tibias fueron las declaraciones de los candidatos presidenciales ante la imposición de aranceles al acero y al aluminio: se centraron en diversificar exportaciones y a lo sumo fortalecer el mercado interno.

El cinismo de Anaya, Meade y el Bronco Rodríguez cuando “protestan” mediáticamente ante Trump no tiene límites: sus partidos son cómplices y se arrodillan ante la Casa Blanca. En los últimos sexenios, panistas y priistas fueron cómplices de la muerte de miles de migrantes, y bajo su “narcoguerra”, mandatada por Washington, cientos de miles murieron o desaparecieron, incluyendo muchos mexicanos y centroamericanos que pretendían cruzar la frontera norte.

López Obrador, por su parte, está más preocupado en no ahuyentar a las clases dominantes a ambos lados de la frontera.

Aunque su discurso político se distancia de los partidos que aprobaron las reformas estructurales y eso genera expectativas en millones de trabajadores y jóvenes, no cuestiona las bases de la subordinación del país ni las políticas que la perpetúan.

Su proyecto se limita a “revisar” los contratos para indagar manejos corruptos, una mayor participación estatal (por ejemplo en la producción de hidrocarburos) y buscar un diálogo de “iguales” con Trump.

Pero no hay igualdad posible cuando México es presa del saqueo imperialista. No basta con revisar algunos contratos, es necesario echar atrás la privatización de los recursos naturales.

¿Por qué los trabajadores y el pueblo de este país debe seguir aceptando la entrega del petróleo, la sangría de la deuda publica contraída a sus espaldas, o las privatizaciones consumadas por priistas y panistas para beneficiar a sus amigos como Carlos Slim y tantos otros?

Ésta es la única salida realista: no se puede siquiera pensar en resolver los grandes problemas nacionales, aumentar el presupuesto a la educación, la salud y las demandas más básicas del pueblo trabajador, sin recuperar lo que los políticos al servicio de los empresarios entregaron y sin dejar de pagar la fraudulenta deuda externa.

Una gran campaña contra la entrega

Por eso, los socialistas planteamos que hay que luchar por la renacionalización, sin indemnización, de todas las áreas de Pemex entregadas al capital privado extranjero o nativo. Y que deben ser puestas bajo la administración y gestión de sus trabajadores democráticamente organizados, y el control obrero y popular. Por eso proponemos luchar por dejar de pagar la deuda externa y sus intereses.

Consideramos que es fundamental impulsar una gran campaña antiimperialista con estas demandas, y una movilización nacional para imponerlas. Hacemos un llamado a tomarla en sus manos a las organizaciones obreras -empezando por aquellas que se reclaman opositoras-, campesinas, populares y de izquierda.

En ese camino estará planteado levantar un programa que impulse también la renacionalización, en las mismas condiciones, del resto de la industria energética privatizada, de las telecomunicaciones y los fondos de pensión privatizados con los que lucran las Afores. Y para enfrentar las medidas xenófobas de la administración Trump.

Es una gran oportunidad para soldar una unidad internacionalista más allá de las fronteras. Si nuestros adversarios son el gobierno estadounidense y los gobiernos y partidos a su servicio en México, nuestros aliados son los millones que sufren la explotación y opresión al norte del Río Bravo, y los migrantes mexicanos y centroamericanos que enfrentan por igual la xenofobia y el racismo.

Ante la amenaza que representa la “guerra comercial” desatada por Trump y secundada por los gobiernos de la región y el riesgo de cierres y despidos en distintos sectores de la industria, es de primer orden luchar por la expropiación sin pago y puesta a producir bajo control de los trabajadores de toda empresa que cierre y despida en todos los países de América del Norte.

Asimismo, ante el aumento de productos básicos y gasolinas como consecuencia del traslado del costo de los aranceles a los precios, es necesario imponer con la lucha el control de precios por parte de trabajadores y consumidores en los países afectados.

Es fundamental que los trabajadores y el pueblo estadounidense, así como las organizaciones sindicales y las que se reclaman de izquierda, adopten una actitud internacionalista y contra toda opresión sobre México, exigiendo la condonación de la deuda externa y el alto al saqueo de los recursos naturales.

Juntos, hay que luchar contra las medidas xenófobas y racistas de Trump -empezando por exigir plenos derechos civiles y políticos para todos los migrantes en EE.UU. y levantar Abajo el muro-, como en México hay que pelear por todos los derechos de nuestros hermanos centroamericanos. Así como enfrentar la injerencia y la intervención imperialista en Palestina, el resto de Medio Oriente y América Latina.

Sobre esas bases, se podrá soldar una unidad férrea más allá de las fronteras entre los trabajadores y pueblos de ambos países, en contra de la unidad que, en contra nuestra, pretenden alcanzar los de arriba.

El Movimiento de los Trabajadores Socialistas levanta con orgullo las banderas antiimperialistas e internacionalistas, y pone todas sus fuerzas a desarrollar un gran movimiento en las calles contra el saqueo y la entrega.

 
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