Una clínica privada de la Provincia de San Juan se muestra levantando consignas del tinte #No cuenten con nosotros, #Defendiendo las dos vidas, #No al aborto Legal. Desde allí es que comienzo a escribir, a volcar en estas líneas toda mi bronca hacia las instituciones privadas.
Estos sanatorios son los mismos que realizan abortos de manera clandestina amasando fortunas, porque realizarse un aborto de manera segura cuesta tres veces nuestros salarios. La hipocresía más grande es que se oponen, escondiéndose tras argumentos morales, pero la realidad es otra: ven como se les termina el negocio.
Los oscuros argumentos de los que lucran con nuestra salud y que dicen defender “las dos vidas” están lejos de entender la realidad de una mujer trabajadora y pobre.
Entonces me propongo contarles una más de las tantas realidades de la parte activa de una de las “dos vidas”: nosotras. Y les pregunto ¿saben que las mujeres pobres no nos atendemos en sanatorios privados?
Las mujeres trabajadoras y pobres parimos en hospitales públicos; hacemos horas de cola en los turneros, sólo para conseguir una consulta para nuestro grupo familiar; somos las que esperamos sentadas durante toda la madrugada en las guardias para que vean a nuestros hijos; las mismas que cuando vamos a parir hacemos lo posible para aguantar un poco más, porque no hay camas para internarnos. Arriesgamos nuestro trabajo cada vez que tenemos que pedir el día para ir al médico, tanto como los exponemos cuando nos quedamos embarazadas, porque sabemos que, para muchas, es causal de despido.
Somos las testigos de cómo los trabajadores y las trabajadoras de la salud se las ingenian para atendernos después de horas sin dormir, sin el abastecimiento necesario de insumos, sufriendo el mismo ajuste por parte de quienes gobiernan y administran el Estado.
Aborto Seguro, Legal y Gratuito también es una demanda económica
El miércoles pasado, junto a mis dos hijas, sus mochilas y el pañuelo verde arrancamos, una vez más, nuestra jornada. Las niñas a la escuela y yo a mi trabajo como empleada doméstica. Como trabajadora precarizada, soy parte de las miles de mujeres que no tenemos derecho a decidir de principio a fin, motivo suficiente para defender el aborto seguro, legal y gratuito.
Desde el comienzo de nuestro ciclo menstrual somos víctimas de este sistema, de esta Estado Capitalista que reduce al mínimo el presupuesto para salud pública, dejando muchas veces sin anticonceptivos o sin insumos básicos a los dispensarios y hospitales, y cuando llegamos con hemorragias a causa de un aborto clandestino, no recibimos la atención correspondiente y morimos en las condiciones más horribles.
En estos últimos días hemos escuchado muchas cifras alarmantes sobre las muertes producto de abortos inseguros, hemos marchado en todo el país, nos envolvimos en nuestros pañuelos verdes y lo transformamos en un gran tsunami, que logró la media sanción en diputados.
Quienes protagonizamos esta lucha entendemos que las mujeres debemos tener autonomía sobre nuestros cuerpos y entendemos que el pago a la deuda significa menos presupuesto para salud pública. Tenemos presente que en los 90, con el gobierno de Menem y también (no es casualidad) de la mano del FMI, se flexibilizó, precarizó y se ajustó el presupuesto de salud y educación, descentralizando estos sectores. Esto significa que, de aprobarse la ley de Aborto, cada provincia deberá asumir el costo presupuestario que garantice la gratuidad en cada hospital. También vamos a ser testigos de más aprietes y negociaciones entre Macri y los gobernadores. Pero, sobre todo, significa poner más fuerza en nuestra lucha, exigir más que nunca al Estado que garantice mayor presupuesto en salud pública.
El ajuste que están imponiendo el FMI, con Macri como su marioneta, pone en riesgo las condiciones en que los derechos de las mujeres puedan hacerse realmente efectivos: la Educación Sexual Integral no puede ejercerse sin docentes, sin escuelas. El aborto seguro y legal no puede practicarse en hospitales sin insumos, sin personal idóneo y colapsado de familias trabajadoras que, producto de la precarización laboral, ya no pueden contar ni siquiera con obra social.
Junto a mis hijas hemos sido protagonistas de este gran movimiento de mujeres organizadas. Soy militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde hace pocos años, desde cuando entendí que de la única forma que mi realidad iba a cambiar, seria organizándome.
Las trabajadoras organizadas en Pan y Rosas estamos convencidas de que es necesaria la unión del movimiento de mujeres, con las trabajadoras y los trabajadores de la salud y de la educación, sumando la rebeldía de la juventud, para que hagamos caer al patriarcado.
Las mujeres de Pan y Rosas, junto con la totalidad de nuestra clase, vamos a ser la pesadilla de quienes pretender arrebatarnos los sueños de libertad e igualdad social.
Tengo la certeza de que esta marea verde de mujeres valientes tomará el cielo por asalto. |