Con angustia y desazón escribíamos hace algunos días por la muerte de Margarita Ancacoy; con rabia, dábamos cuenta de su muerte y las condiciones de trabajo que la tenían a las 5 de la mañana a esa hora en la calle, cuestionando a las autoridades de la Universidad de Chile, por su rol en esta muerte. (revisar aquí)
Escribíamos con aun más rabia, porque mujeres como Margarita fueron de aquellas que acabaron con el subcontrato en su facultad (Beauchef – Ingenierías), junto con las y los estudiantes, como paso en la mayoría de las facultades de la Universidad de Chile, hace al menos dos años, donde codo a codo, lograron salir del morboso mundo del subcontrato.
Un mundo violento
Margarita vivía en el mundo de las y los trabajadores, de sus salarios, sus familias (era madre soltera), vivía en un barrio obrero, ocupaba la locomoción, trabajaba desde muy joven, migro de la región de la Araucanía, trabajo subcontratada, ahora lo hacía como contrata en la Universidad de Chile, había sido la lucha junto a sus compañeras.
Y todo eso, su historia, se encontró súbitamente, con aquel otro sector de la sociedad, aquel marginado, el pueblo que sobrevive en un mundo de violencia naturalizada, que toma lo que está a la mano para sobrevivir, que se lanza de cabeza a la pasta base y al alcohol, que les potencia la irracionalidad, y donde la luz del trabajo difícilmente llega.
Margarita y sus asesinos se encontraron en un mundo irracional; vidas que se entrelazaron en un final trágico. Ayer ella era velada por sus familiares y compañeras de trabajo. Pero también ayer, sus victimarios eran torturados por los reos con los que estaban detenidos.
¿Dónde desatamos nuestra rabia?
Las imágenes que vimos ayer de las torturas no dejaban de impactar, más aun el amplio apoyo que recibió de parte de la población, y de figuras públicas de la tv y el deporte.
¿Pero que oculta toda esta aprobación a las torturas de los asesinos? ¿Buscaremos cobrárselas a cada victimario? ¿uno por uno?
O buscamos transformar ese mundo, que permite asesinatos como el de Margarita (que no llevaba mas que 5 mil pesos y su celular), que nos impone largas jornadas laborales, sin tiempo para nuestras familias, con ingresos que muchas veces apenas pasan del sueldo mínimo, que está lejos de ofrecer trabajos para todas y todos, o de tener una salud y una educación digna.
Mientras la derecha, los grandes empresarios, sus políticos profesionales, y sus sectores de confianza, viven en condiciones por fuera de la realidad de las y los millones de trabajadores que les sustentan su mundo, en la seguridad y comodidad de sus condominios, en sus balnearios costeros, en su disfrute del ocio, del arte y la cultura, es a costa de hombres y mujeres como Margarita que se tienen que levantar a las 4 de la mañana, para que su mundo les siga funcionando sin parar.
Un mundo que no van a permitir jamás que podamos decidir por nosotros mismos el futuro que queremos darnos. Por eso la conquista de este mundo por aquellos que lo hacen girar es tan importante, porque no es solo para nuestras familias, sino también para todos aquellos sectores marginados por la sociedad arrojados al lumpen y al hampa, como los asesinos de Margarita.
Al fondo
Lo de Margarita sin duda fue brutal, pero lo de las torturas también lo fue; y también el mundo en que se relacionaron Margarita y sus victimarios. Margarita busco transformar ese mundo junto a sus compañeras, dando una batalla que en su momento fue titánica, ya que las autoridades de la universidad se negaban a acabar con el subcontrato. Tuvieron que paralizar, irse a huelga, unirse con los estudiantes, tal cual muchas otras facultades.
Margarita junto con sus compañeras pudieron lograr mejorar sus condiciones laborales, hicieron lo que parecía no ser posible. Una lucha que fue pequeña, pero importante, ¡ahora ninguna trabajadora del aseo en la Universidad de Chile sera subcontratada! En una realidad, donde el empresariado, la derecha y la concertacion empeoraron las condiciones para las y los trabajadores. Fueron a contracorriente de la historia que las marcaba y las definía, se buscaron hacer su propia historia.
Hoy cuando se reivindica la tortura, se reivindica un mundo sin salida, se reivindica la mirada superficial de todo un sistema económico, político y social, que sustenta esta violencia.
Un mundo como este no puede seguir funcionando de esta manera, no puede ser esta la vida que tenemos reservada. El enemigo de nuestra realidad está en otra parte. Nos quedamos con que Margarita lucho por cambiar esa realidad. |