El neoyorkino Harvey Milk, fue reconocido por ser el primer funcionario público en ser abiertamente gay pero, principalmente, por ser una imagen de la lucha por la conquista de derechos LGBT entre los años ´70 y ´80 dentro de unos Estados Unidos fuertemente conservador y homófoba.
En los años ´60 el hostigamiento policial dirigido hacia el colectivo LGBTI no solo se hizo notar en lo que desembocó con violencia en Stone Wall, sino que era una persecución sistemática que se daba en todo el país, incluso en la gran San Francisco. La particularidad de San Francisco es que no era como otra ciudad de los Estados Unidos, allí había una gran concentración de personas LGBT y no era casual. Muchos hombres gays excluidos del ejercito preferían vivir allí junto aquello/as que huían de su ámbito familiar y social por ser homosexual.
Su ritmo de vida fue demasiada agitado, de mudanza en mudanza, de trabajo en trabajo, de amores en amores, de la clandestina a la salida del armario. A los 40 años decide dar un giro a toda su vida. Es cuando en 1972 se muda al estado de California con su compañero Scott Smith y abre una tienda en Castro Street, que en el futuro se convertiría en su sede política. Fue así qué en 1973, ni siquiera las políticas conservadoras ni su sexualidad fueron obstáculo alguno para presentarse como candidato a supervisor de la ciudad de San Francisco.
Luego de perder tres elecciones se cambió el sistema electoral, los funcionarios comenzaron a ser elegidos por las secciones distritales. Esto fue un “eureka” para Harvey, solo tenía que ganar el distrito de Castro Street.
Muchxs trataron a las campañas de Milk y a él como un circo, incluso fue amenazado de muerte en varias ocasiones. Pero su extravagante personalidad, reflejada en su lucha contra políticas homófobas, ganó a una importante sección de la ciudad y a los medios de comunicación. De esta manera el entonces nombrado “acalde de Castro Street” fue elegido supervisor en 1978.
A Harvey le resultó fácil crear relaciones y alianzas tanto con supervisores, sindicatos y otras organizaciones. Estas fueron, Ella Hill Hutch, una mujer afroamericana, Gordon Lau, un activista chino estadounidense, Carol Ruth Silver, una madre soltera y el alcalde liberal George Moscone, el sindicato de choferes, de constructores y los bomberos.
En su corta carrera política pudo promulgar una de las ordenanzas más importante para la comunidad LGBTI. Fue la que protegía a los hombres y mujeres homosexuales de la discriminación en la vivienda, el empleo y otros espacios públicos, que se aprobó con solo un votante disidente, el del Supervisor Dan White. Dan White era una especie de “anti-Harvey” cuya política no se diferenciaba de las de Anita Bryants, otra férrea opositora a los derechos del colectivo LGBTI.
Bryants impulsó la campaña “Salvemos a nuestros hijos” que prohibía que las parejas homosexuales pudieran adoptar niños/as. Tras esta nefasta campaña se escondía un propósito: derogar la ordenanza promulgada por Milk. Así como el gobierno de San Francisco otorgaba una concesión a la comunidad LGTB, era el mismo gobierno que por presiones de la derecha católica los anulaba.
Otro funcionario fue el legislador John Briggs quien propuso la “Proposición 6”, proyecto de ley presentado a referéndum en el estado. Pretendía prohibir que todas aquellas personas pertenecientes al colectivo LGBTI con cargos de profesores/as y/o maestros/as no pudieran trabajar en las escuelas públicas e incluso venía con instrucciones sobre cómo identificar y probar que el acusado era homosexual.
Harvey se apoyaba en la furia e indignación entre gays, lesbianas y travestis ante cada ataque de la derecha cristiana. Organizó marchas, mitines y actos públicos, pero también se propuso como mediador para que esa bronca se canalizará en negociar con el estado y no desbordará en acciones más radicales.
La Iniciativa Briggs parecía amenazar con su aprobación, pero todo cambió cuando Harvey desafió al legislador a un debate en vivo logrando una notable victoria en su discurso. Ello impulsó a organizaciones como “Antipropositionment 6” a movilizarse y el repudio se esparció gracias a la masividad que se había generado a partir de su transmisión en los principales medios de comunicación. De pronto el lema "come out! come out! wherever you are!" resonó por las calles de San Francisco. Producto de lo que fue un gran movimiento el resultado de la iniciativa fue rechazado por más de un millón de votos en contra.
Luego de que el movimiento LGBTI consiguiera tal victoria, el supervisor Dan White renunció a su cargo. No obstante, pasada una semana de su renuncia solicitó volver ser miembro de la Junta de Supervisores, pero fue rechazado. Pocas horas antes de que George Moscone anuncie a la prensa la sustitución de White, este ingresó al ayuntamiento, se dirigió a la oficina de Moscone para luego efectuar una serie de disparos que acabaron con la vida del supervisor. Finalmente interceptó a Harvey para dispararle a quemarropa. Milk fue asesinado a los 48 años y ese día se conoció como el “Lunes Negro”. Dan White cumplió la pena mínima, sus abogados determinaron que fue su “mala dieta” lo que desbalanceo su juicio, toda una expresión de desprecio y sorna contra la diversidad sexual. Se trató de un crimen de odio.
La revuelta de Stonewall abrió una nueva etapa en la pelea por la emancipación de la diversidad sexual. En todos Estados Unidos, y también en Europa y algunos países de América Latina se conformaron los Frente de Liberación Homosexual. Las identidades que durante años habían sido excluidas y estigmatizadas se levantaban con orgullo bajo la perspectiva de la liberación sexual. Como parte de un proceso mucho más amplio lesbianas, gays y travestis comenzaron a ligar sus luchas al de las mujeres, los trabajadores, los inmigrantes y los negros. Cuestionaron al sistema capitalista, a la Iglesia, a la familia, la escuela y la medicina como los principales productores y reproductores de la homofobia. Una crítica radical que iba acompañada de la convicción que era en las calles y en unidad con el resto de los oprimidos el camino para vivir una vida liberada de cualquier restricción moral y sexual.
En este marco la figura de Harvey Milk tiene necesariamente tiene que ser resignificada. Por una parte, es innegable sus aportes en la conquista de derechos democráticos. Pero adelantándose a los avatares de las organizaciones LGTBI de los años ’80 también era una expresión política de un proceso en donde las aristas más revulsivas de aquel movimiento que había puesto cuestionado a la heterosexualidad iban a ser poco a poco marginadas. En este marco, y con particular intensidad en los Estados Unidos, el movimiento LGTBI fue hegemonizado poco a poco por gay blancos y de clase media que dirigieron las numerosas ONG’s que surgieron en esos años difíciles en la lucha contra el HIV/SIDA y que se abocaron al lobby parlamentario, que aceptaron el convite del neoliberalismo a integrarse a una sociedad que dejó de cuestionar y a la conquista de derechos parciales desligados de cualquier perspectiva radical de crítica contra un sistema que se vale de la homofobia y el machismo para seguir dominando.
La figura de Harvey Milk simboliza en pequeño ese divorcio. Lo que se trata hoy es de defender toda conquista, por más parcial y fragmentaria que sea, pero puesta bajo la perspectiva de fortalecer un movimiento que cuestione el orden represivo y moral de las clases dominantes que se cuela hasta en lo más privado de nuestras vidas.