Imagen: M.N. Roy y Lenin
Introducción
En artículos anteriores, se intentó mostrar cómo ingresó el socialismo en China, como se desarrolló el feminismo en el país y como aparecieron los primeros marxistas. En 1921, un grupo de cincuenta militantes, en general estudiantes o docentes universitarios, fundaron el Partido Comunista Chino. La mayoría había tenido como experiencia previa grupos de estudio, o en el caso de militantes que iban a jugar un rol importante como Zhou Enlai, eran estudiantes en el extranjero. Unos pocos provenían de familias campesinas, como Mao Zedong.
Un primer problema que se les planteaba a este primer grupo, es que no existía un gran consenso sobre cuáles eran exactamente los objetivos y las tareas que debían plantearse los comunistas. ¿Debían intentar tomar el poder en una sociedad campesina, en la que los obreros eran una minoría numérica absoluta? ¿Debían aliarse con alguna facción burguesa y acompañarla para que esta lleve a cabo las tareas democráticas? ¿Qué condiciones debía tener esta posible alianza con la burguesía? ¿Qué rol debía jugar Comintern y cómo debían aplicarse las políticas de sus congresos en el país?
Estas cuestiones se analizarán en la primer parte de este artículo, que tiene como objeto las cuestiones tácticas y estratégicas que se debatieron en los Congresos II (1920) y IV (1922) de la III Internacional en relación al continente asiático y China.
En la segunda parte del artículo, en cambio, se analizará la recepción de estos debates en China y su aplicación. Esto llevará a un análisis de la situación del país y de las principales fuerzas que se debatían el control del mismo. En particular, se buscará reponer los debates que se dieron en torno a la alianza con el Kuomintang, que fue la medida central que se discutió en el período.
Marx y Asia
No es posible encontrar en Marx un estudio sistemático de China, aunque hay ciertos elementos que permiten suponer sus posibles caracterizaciones sobre el tema. En general, se ha hablado de la China imperial como un caso de Despotismo Oriental, del Modo de Producción Asiático o un país Feudal (interpretación esta última utilizada en algunos momentos por el Partido Comunista Chino). Es discutible, sin embargo, si estas extrapolaciones son válidas (en tanto pueden integrarse al pensamiento general de Marx), y hasta qué punto la utilización de comentarios dispersos puede llevar a una teoría que represente verdaderamente las opiniones posibles de Marx y que, al mismo tiempo, sea útil para analizar la historia del país asiático.
Pero si no es posible encontrar un análisis profundo de China en su obra, si resultan más relevantes para el tema en cuestión los momentos en los que Marx y Engels se preguntan qué importancia estratégica podría tener una revolución nacional en China (en particular los efectos que podría tener sobre Inglaterra). Reflexionando sobre la rebelión de los Taiping (太平天国运动), por ejemplo, Marx planteaba lo siguiente: “Puede parecer extraña y paradójica la afirmación de que la próxima sublevación popular en Europa y su posterior evolución en pos de la libertad republicana y la economía de gobierno tal vez dependa más de lo que sucede en el Imperio Celeste- en las antípodas de Europa- que de cualquier otra cuestión política”.
Con las salvedades hechas anteriormente sobre tomar expresiones aisladas y sistematizarlas, es posible ver en este tipo de artículos una búsqueda o un bosquejo de una posible importancia estratégica de China. Si para Marx, como afirman Stuar R. Schram y Hélène Carrère D’Encausse en Marxism and Asia (Penguin) el “centro de gravedad” de la estrategia global se encontraba claramente en Occidente, existía sin embargo una idea de que ante la ausencia de movimientos revolucionarios en Europa y Estados Unidos era posible que la chispa de la Revolución tuviese su origen en Asia. A su vez, existen en los análisis de Marx sobre China señales de lo que va a ser su postura respecto al imperialismo, que tuvo un importante cambio entre la época del Manifiesto Comunista y los artículos en los que se analiza la suerte del país asiático, en el que la política inglesa se caracteriza como una forma de piratería (lo que sin embargo no implica que, como comenta Engels en un artículo periodístico, la política colonialista no hubiese abierto la posibilidad de transformaciones de fondo en China).
Pero todos estos elementos aislados, por más exceso interpretativo que se intente aplicar, solo pueden a lo sumo servir para justificar la importancia estratégica de buscar la revolución en China. Lo que no proporcionan, sin embargo, es una guía sobre cuál es la forma que debería tomar esa revolución, y qué rol debían jugar los comunistas en la misma (en tiempos de Marx ni siquiera existían socialistas en China, por lo que el problema mal podría haberse planteado).
En el siglo XX, en cambio, la cuestión empezaría a tomar una forma más concreta, dado que existía efectivamente un Partido Comunista Chino, y la situación de desmoronamiento del Imperio Chino había dejado abiertas varias posibilidades de desarrollo revolucionario. Los debates entre Lenin, M.N. Roy, que se dieron centralmente en dos congresos de la III Internacional, serán fundamentales para comprender cuáles eran las posibles estrategias que barajaban los socialistas en ese momento.
El II Congreso
El primer Congreso de la III Internacional Comunista no se preocupó demasiado por la cuestión asiática. La Guerra Civil en la Unión Soviética, la posibilidad de intervención de las potencias extranjeras, y la posibilidad de una revolución en Alemania fueron los grandes temas de ese momento. Esto, sumado a la ausencia de representantes de países asiáticos, debido al bloqueo que sufría el país que dificultaba el ingreso de extranjeros, hizo que no hubiese un debate extenso sobre la cuestión.
El segundo Congreso, celebrado en 1920, iba en cambio a ser el escenario de los primeros debates sobre la estrategia asiática. En general se considera que se presentaron tres posturas en la discusión. De acuerdo a la clasificación de Carrère y Schram, se tendría por un lado a la postura eurocéntrica, representada por el italiano Serrati, la asiacéntrica, del indio M.N. Roy, y una postura intermedia, que sería la de Lenin.
Roy, que había sido uno de los fundadores del Partido Comunista Mexicano y del Partido Comunista Indio, era un militante con una larga experiencia en los procesos de resistencia en India. Formado en el nacionalismo, debido a la influencia de la Revolución Rusa Roy había dado un giro a la izquierda. Este cambio de posición sería de corta duración, dado que a partir de 1924 se convirtió en uno de los defensores de las políticas de Stalin en China e India, para después rechazar el marxismo y regresar sus orígenes nacionalistas.
En 1920, sin embargo, su posición consistía en afirmar, de acuerdo a las minutas de la reunión de la comisión sobre la cuestión nacional y colonial, que “el destino del movimiento revolucionario en Europa depende enteramente en el curso de la revolución en el Este… El capitalismo mundial toma sus principales recursos e ingresos de las colonias, principalmente las de Asia. En el peor caso, los capitalistas europeos pueden darle a los trabajadores toda la plusvalía que les corresponde y de esa forma ganarlos para su lado, asesinando en el proceso sus aspiraciones revolucionarias. Y esos mismos capitalistas continuarían oprimiendo Asia, con la ayuda del proletariado”. Al mismo tiempo, consideraba que los comunistas no debían aliarse con otros partidos, dado que la burguesía en los países coloniales y semicoloniales no era revolucionaria sino cómplice en la opresión. Para Lenin, en ambas cuestiones Roy era demasiado extremo. De acuerdo a su perspectiva, era posible en ciertos casos “apoyar al movimiento democrático-burgués sin fundirse con él”. (Vestnik Vtorogo Kongressa
Kommunistcheskogo Internatsionala no1 27 July 1920, pp. 1-2)
La discusión entre ambos tenía dos aristas. Por un lado, respecto al “centro de gravedad” de la revolución, Roy afirmaba de forma tajante que no era posible la revolución en Europa, algo con lo que Lenin no estaba de acuerdo. Otro elemento del problema es si los partidos comunistas debían tener una política de alianzas con elementos burgueses, y en caso de que esta respuesta fuese afirmativa, en qué casos y de qué formas.
La discusión no fue completamente saldada en la comisión, que sin embargo formuló varias tesis sobre los puntos en los que hubo acuerdo. En su forma final, la tesis 11, que era la que se explayaba sobre el tema, afirmaba que “los partidos comunistas debían dar asistencia práctica a los movimientos revolucionarios de liberación en los países atrasados”, la lucha contra el “imperialismo japonés y el imperialismo turco”, la “necesidad particular de dar un apoyo especial a los movimientos campesinos”, la necesidad de mantener siempre la independencia de clase y no “fundirse con los movimientos burgueses”. Una importante diferencia con la posición original de Lenin fue el cambio de “democrático-burgués” a “movimientos revolucionarios de liberación”, que recogía el punto de Roy de que en varios casos, la burguesía local si bien pretendía presentarse como revolucionaria en realidad era servil a los intereses imperialistas. Esto, para Lenin, se había “probado irrefutablemente” en la discusión en la comisión, como afirmó en su informe sobre la misma.
Serrati y Maring
Serrati, por su parte, no había pronunciado palabra en los debates en la comisión, y es al momento de dar el informe que presenta su disenso. Para él, “la liberación genuina de los pueblos oprimidos sólo puede ser conseguido por una revolución proletaria y por el Régimen Soviético, y no por una alianza temporal y accidental entre los partidos comunistas y partidos burgueses que se dice son revolucionarios.
Tales alianzas, por el contrario, solo pueden llevar a la debilitación de la conciencia de clase del proletariado, más aún en países en los que no hay casi costumbre de lucha contra el capitalismo”. (The Second Congress of the Communist International. Proceedings…, Moscow, Publishing Office of the Communist International, 1920) Su disputa con las posiciones de Lenin y Roy era estratégica, en tanto que negaba toda importancia a la Revolución en Asia.
Una mención especial merece el militante holandés Maring, dada su futura importancia para la situación china. Fue su intervención en el Congreso la que le dio la oportunidad de poder ser enviado a China con el fin de desarrollar un Partido Revolucionario, de acuerdo a los comentarios que le realizó a Harold Isaacs en una entrevista (Isaacs, Documents on the Comintern and the Chinese Revolution). Su experiencia en Indonesia (en ese momento colonia holandesa) había consistido en la formación de la Asociación Socialdemócrata de las Indias, predecesora del Partido Comunista de Indonesia. Con especial fortaleza entre los marineros, la Asociación había logrado una alianza con el grupo nacionalista islámico Sarekat, algo que se había presentado como un ejemplo a seguir en el Congreso. Su posición era que no veía “diferencia alguna entre las tesis del camarada Lenin y las del camarada Roy. Su significado es el mismo. La diferencia solo se encuentra en buscar la actitud correcta respecto a las relaciones entre los movimientos nacionales revolucionarios y los movimientos socialistas en los países atrasados y en las colonias. En la práctica, esta dificultad no existe. Es innegable la necesidad de colaborar con los elementos revolucionarios nacionales, y estamos esquivando la mitad de nuestras tareas si rechazamos este accionar, si actuamos como marxistas doctrinarios”. (The Second Congress of the Communist International. Proceedings…, op. cit.)
El IV Congreso y las Tesis de Oriente
El III Congreso de la III Internacional, de 1921, no tuvo grandes discusiones sobre la cuestión de Asia. Recién en el IV, en 1922, se retomarán las discusiones que se habían dado dos años antes.
En ese pequeño período de tiempo, M.N. Roy había logrado enriquecer sus posiciones, logrando en su exposición en el Congreso una mayor claridad. Su primer comentario será contra la idea de que era posible una sola táctica para todos los países de Asia. En cambio, va a proponer una distinción entre tres categorías: “los países en los que el capitalismo ha conseguido un gran nivel de desarrollo”, algo que incluía “no solo la importación de capital de los grandes centros capitalistas… sino que (también) el capitalismo local había llegado a su madurez”. Esto había derivado en la aparición de una “burguesía con un gran desarrollo de su conciencia de clase”. En segundo lugar, países en los cuales “el desarrollo capitalista ha comenzado, pero sigue aún a un bajo nivel”. Y por último un tercer nivel, en el que todavía dominaban las “relaciones primitivas”.
De acuerdo a esta clasificación en el primer caso, no era posible una alianza con la burguesía, dado que la misma seguía a la burguesía internacional, por lo que su objetivo era la modernización pero no la revolución nacional. En el caso de un nivel intermedio, una alianza era quizás posible pero de breve duración. Y en el tercer caso, no había burguesía nacional, por lo que la táctica de alianzas no era posible de aplicar. La conclusión, entonces, era que “el movimiento nacional revolucionario… no puede alcanzar la victoria bajo el liderazgo de la burguesía”. Esto, que implicaba un cambio importante respecto de las tesis que se habían presentado en el II Congreso fue lo que terminó expresándose en las conclusiones del debate, conocidas como “Tesis de Oriente”.
En las mismas, se afirma que “las clases gobernantes de los pueblos coloniales y semicoloniales son incapaces de liderar la lucha contra el imperialismo en tanto esta lucha tome la forma de un movimiento revolucionario de masas”. Como afirma Juan Dal Maso en "La lucha antimperialista, la tradición marxista y la teoría de la revolución permanente" , “Si bien las “Tesis” planteaban la incapacidad de las burguesías nativas de llevar esa lucha hasta el final, no desarrollaban completamente las conclusiones que se desprenden de esa premisa, en el sentido de que no postulaban claramente a la clase obrera como clase dirigente de esas tareas y no señalaban la mecánica que podía establecerse, partiendo de este hecho, entre las tareas nacionales y la revolución proletaria.
Por eso, las “Tesis de Oriente”, postulaban “el frente único antiimperialista”, como bloque de todas las clases opuestas al imperialismo, incluyendo acuerdos coyunturales con las corrientes burguesas, resguardando la independencia política de los comunistas dentro de ese frente único, pero dando por un hecho la debilidad de la clase obrera para constituirse en caudillo de las tareas nacionales y por ende, cuestionar a su vez la propiedad privada, entrelazando las tareas burguesas con tareas propias de la lucha de la clase obrera contra la burguesía “nacional”. El texto de Dal Maso es muy recomendable como complemento de este, dado que en él se desarrolla la postura de Trotsky, que iba a jugar importante en las discusiones sobre la cuestión china.
Radek
En lo que respecta a la situación China en particular, A Concise History of the CPC, documento oficial del PCCh sobre su historia, afirma que el Partido envió representantes a los Congresos de la III Internacional por primera vez ese año, y la conclusión que estos se llevaron fue que las tareas de la revolución en China eran “liberar al país de la opresión extranjera y liberarse de los gobiernos militares” y en segundo lugar establecer una república democrática.
Pero quizás es más recordada la intervención de Radek respecto al PCCh, en el que criticaba al mismo por afirmar que se habían establecido en todo China, cuando en realidad en Guangzhou (Cantón) y en Shanghai no tenían grandes contactos con las masas trabajadoras. De acuerdo a su visión “Muchos se encerraban en sus habitaciones a estudiar a Marx y a Lenin como antes estudiaban a Confucio”. Cerraba esta descripción con un consejo “Camaradas, ustedes deben entender que en China ni la cuestión del triunfo del socialismo, ni la del establecimiento de una Republica Soviética se encuentran a la orden del día. Desafortunadamente, aún la cuestión de la unidad nacional, de una república única nacional no se encuentra a la orden del día”.
Si bien el comentario de Confucio fue quizás el más hiriente para los militantes chinos, el segundo era aún más duro, dado que cuestionaba la misma razón de ser de un Partido Comunista en China, acercándose así a la postura de Serrati.
Algunas conclusiones
Los debates de la III Internacional sobre la cuestión de Asia representaron un gran avance respecto a los debates sobre colonialismo en la Segunda Internacional. En los mismos habían existido defensas del imperialismo (y hasta propuestas de un socialismo colonialista). Sin embargo, las conclusiones de estos nuevos debates también mostraron ciertas limitaciones. Esto no fue solo una consecuencia de las decisiones teóricas, las consignas, las tesis, que se adoptaron (aunque estas limitaciones existieron).
El problema estuvo también en que en su aplicación estas ideas se adoptaron, al menos en el caso de China, como obligaciones y no como tácticas posibles. Esto no se verá solo en particular con el caso de la alianza con el Kuomintang, sino también en la menos conocida alianza con el Señor de la Guerra Wu Peifu, que llevó a la primera masacre de trabajadores chinos. Estas dos decisiones, que terminaron en sendas derrotas de los trabajadores, son motivo de fuerte controversia y acusaciones cruzadas. En el análisis a realizar en la próxima parte de este artículo, entonces, se intentarán presentar distintas perspectivas de varios participantes de estos eventos, para dejar una imagen más completa de las discusiones de esos años.
Te puede interesar: León Trotsky, [O.E. Vol. 9] Los Primeros 5 Años De La Internacional Comunista, Ediciones IPS. |