El PSOE reabre una de las batallas culturales de Zapatero, la de la memoria histórica, con la que fortalecer un nuevo olvido: su complicidad indispensable, y la de la Corona, con las continuidades de la dictadura.
Foto: el Rey Juan Carlos I con la actual duquesa de Franco, la "nietísima" Carmen Martínes Bordiú.
La indiganción con una de las últimas decisiones del gobierno del PP ha hecho prender la indigación. El ministro de Justicia Rafael Català, se apresuró el 31 de mayo a firmar la orden ministerial para que se expidiera la Real Carta de Sucesión a la heredera del Ducado de Franco, la “nietísima” Carmen Martínez Bordiú.
La encargada de publicarla en el BOE ha sido la actual ministra del ramo, la “socialista” Dolores Delgado. Toda una jugarreta del PP para ensombrecer la política de gestos sobre la memoria histórica con los que el gobierno de Sánchez quiere llenar sus primeros meses de mandato. Entre ellos estarían la supresión de este y otros títulos nobiliarios, como el de Primo de Rivera, o la exhumación de los restos del dictador y el fundador de la Falange del Valle de los Caídos.
El partido fundado por el exministro de Franco, Manuel Fraga Iribarne, rendía así un último tributo a una familia a la que tanto deben. El pedigrí franquista de la derecha española se volvía a hacer patente, esta vez con la firma de uno de los ministros que veíamos en la pasada semana santa cantar el himno de la Légión al paso del Cristo de la Buena Muerte.
La nueva derecha de Cs se mantiene en una equidistancia que le permite al mismo tiempo nadar y guardar la ropa, no apoya estas medidas pero tampoco las cuestiona. Los Rivera del siglo XXI son conscientes que el sorpaso de la derecha implica asumir las herencias de sus “primos” de XX.
La impotencia de la ministra Delgado es una manifestación de los límites de las políticas simbólicas del PSOE en este terreno.Toda medida a tomarse debe respetar en primer lugar los derechos adquiridos por los franquistas y sus herederos. Veáse si no el goce y disfrute que los duques de Franco vienen haciendo del Pazo de Meiras o el hecho de que ningún torturador o asesino de la dictadura pueda ser llevado a juicio.
Como ya hiciera Zapatero, Sánchez no pretende entrar en el terreno de la justicia y reparación. Esto es el poner fin a las leyes de punto final de 1977 que otorgaron impunidad a los asesinos, torturadores y responsables políticos de la dictadura que siguieron haciendo carrera y negocios en la policía, judicatura y casta política de la democracia. Lo fundamental del pacto de impunidad de la Transición sigue a salvo.
Aún así, el PSOE ha sabido venderse como el partido que legisló contra el “olvido” de la Transición. Fue una de las grandes batallas culturales de Zapatero, con la que supo tapar -con la ayuda de IU, periodistas, tertulianos e historiadores de cámara del progresismo- las complicidades del PSOE con el aparato estatal de la Dictadura.
Como batalla no tuvo mucha materialidad. No pasó de subvenciones a cuenta gotas para la exumación de algunas fosas, publicaciones que forjaron las mimbres de esta guerra de ideas, cambios en el callejero que ayuntamientos y jueces han boicoteado y algunos reconocimientos institucionales. Como decimos la materialidad de esta batalla cuesta encontrarla, ni siquiera una política de compensaciones y pensiones para los cientos de miles de represaliados y familiares.
Pero el mayor rédito para el mismo PSOE es que su “lucha contra el olvido” sirvió para cimentar una nueva amnesia. Que el PSOE de los 80 se sirviera del aparato policial y judicial de la dictadura para el terrorismo de Estado de los GAL, la consolidación de una Justicia afecta, la formación de las policías locales de los ayuntamientos democráticos y el adiestramiento y constitución de unidades policiales como los antidisturbios o la brigada de información de la Policía Nacional, ha desaparecido de crónicas, artículos y tertulias. Solo algunos historiadores, como David Ballester y otros pocos, se encargan de recordarlo en sus trabajos de investigación.
En estos días la indiganción con la derecha -tanto del PP como del nuevo joseantonismo del siglo XXI de Ciudadanos- vuelve a ser utilizada para cubrir las verguenzas de la izquierda del Régimen, y ya de paso de la alta institución a la que ni La Sexta ni la intelectualidad tributaria del PSOE y sus subvenciones tampoco cuestionan: la Monarquía.
Sobre el partido de González, Zapatero y Sánchezsolo cabría decir que han gobernado nada menos que 21 de los 40 años desde la aprobación de la Constitución. Que la familia del Dictador haya gozado del honorable trato de duques de su apellido y podido seguir amasando una fortuna tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, solo ha sido posible gracias a la complicidad de los ejecutivos socialistas. Igua que el hecho de que Billy el niño haya mantenido sus condecoraciones, o que decenas de policías franquistas, muchos envueltos en casos de tortura o muertes bajo custodia policial, hayan seguido ascendiendo.
Esta pleitesía con Doña Carmen primero y su hija, Carmen Franco Polo, después, no se entiende sin entrar en el fondo de la cuestión. Meterse con los Francos era tanto como meterse con el Jefe del Estado, el Rey Juan Carlos I. Que este debe su puesto al dictador ya no es un hecho desconocido, aunque muchos manuelaes de historia de secundaria, tanto bajo gobierno del PP como del PSOE, aún no se hayan enterado.
Pero valdría recordar que además le unía un afecto que, por ejemplo, llevaba a que estuviera prohibido hablar mal del dictador en su presencia. Sus palabras en una entrevista a una televisión francesa ilustran mejor que nada esta admiración. Para el rey hemérito “el es uno de los que nos sacó y resolvió nuestra crisis de 1936” y representaba “un ejemplo viviente, día a día por su desempeño patriótico al servicio de España, y por esto, tengo por él un gran afecto y admiración”.
Este profundo respeto por la obra de Franco -cimentada en 150.000 desaparecidos, decenas de miles de presos políticos y trabajo esclavo- le llevó a que solo 6 días después de su muerte y 4 desde su coronación, el 26 de noviembre de 1975, otorgara a su viuda el título nobiliario de duquesa de Franco. Un trono bien valía un Ducado.
Para que la justa indignación con el mantenimiento de estos honores a la familia del dictador no sirva para una nueva batalla cultural del PSOE que blanquee su firme compromiso con el régimen heredero de la Dictadura, conviene ver el cuadro completo. Si hoy la nietísima es duquesa lo es, en primer lugar, por la gracia de la Monarquía, concretamente Juan Carlo I “el campechano”, el beneplácito del PSOE y la pleitesía a sus raíces de la derecha política del PP y Cs.