El aspecto físico de las mujeres famosas suele ser noticia y tema de debate público en las redes sociales. Ayer mismo publicamos una nota en este diario cuestionando la lluvia de opiniones que suscitaron en los últimos días el cambio de look de Jésica Cirio y las fotos sin photoshop de Wanda Nara. ¿Por qué esto, que además no tiene ninguna importancia política, se debate tanto y todo el país tiene derecho a opinar si una tiene celulitis y la otra se ve “muy masculina”?
Te puede interesar: Wanda Nara y Jesica Cirio: ¿por qué el cuerpo de las mujeres es objeto de debate público?
La nota generó muchas respuestas en las redes, entre ellas algunas objeciones. La más repetida parte de decir que como estas mujeres se exponen en los medios de forma superficial y promueven una imagen estética irreal, tienen que aguantarse que sus cuerpos sean objetivados y criticados públicamente. O sea “ellas se lo buscaron”.
El argumento solo revela que para las mujeres los niveles de exigencia no solo estéticos sino también morales son enloquecedores. Así como se toleran mucho más las canas y las arrugas en los famosos que en las famosas, también parece que se toleran mucho más la superficialidad y las posiciones derechistas de un Fantino que las de una famosa cualquiera. En todo caso, las mujeres son personas que pueden ser tan superficiales, oportunistas, derechistas y contradictorias como los hombres. No estamos discutiendo eso. Estamos discutiendo que el cuerpo de cualquier mujer debería ser de ella y de nadie más. En este plano, no importa cuál sea la calidad moral de tal o cual mujer, los derechos no son premios por buena conducta, son derechos.
El problema en todo caso no es que se ataque puntualmente a estas famosas, que tienen recursos suficientes para defenderse solas, sino que esos ataques promovidos por los medios de comunicación terminan por derramarse sobre el conjunto de las mujeres. Entonces llegan los argumentos de que una chica asesinada “se expuso mucho”, “llevaba minifalda”, “estaba provocando” o que era “fanática de los boliches y había dejado la escuela”, como tituló el inefable diario Clarín sobre el caso de Melina Romero, sugiriendo que la propia chica “se la buscó” y que ella y no el femicida, es responsable de todo el asunto.
Lo cierto es que la opresión a las mujeres existe independientemente de qué hagan las mujeres individuales. La objetivación y mercantilización de los cuerpos de las mujeres, las exigencias estéticas, no les ocurre solo a las famosas que lo promueven sino a todas las mujeres, independientemente de que pensemos sobre ellas que son buenas o malas, superficiales o profundas.
Otro argumento muy escuchado por estos días es que Wanda Nara y Cirio no se pueden quejar de que hablen y ataquen su aspecto físico porque ellas “venden su cuerpo”. Este argumento no solo se usa en relación a mujeres famosas y millonarias, que sin duda no empezaron sus carreras siéndolo. Está instalada la idea de que de que solo determinadas mujeres en determinadas profesiones u oficios (modelos, vedettes, actrices porno, etc.) “venden el cuerpo” como forma de subsistencia.
En realidad, todos los que trabajan venden su cuerpo de algún modo. Quienes no tienen capital ni ninguna otra cosa para vender, no tienen otra opción que vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario, y la fuerza de trabajo no puede venderse sin el cuerpo. Éste se pone a plena disposición del empleador durante lo que dure la jornada laboral e incluso más allá: durante el tiempo de traslado hasta el lugar de trabajo y durante el tiempo que se necesite para reponer fuerzas y volver a trabajar al día siguiente.
El empleador puede disponer del cuerpo de sus trabajadores como le plazca. Ordena a donde va a ubicarse ese cuerpo, cómo va a vestirse, qué es lo que va a hacer, a qué ritmo va a trabajar aunque le duela y se rompa, cuándo puede (si puede) parar para comer y así sucesivamente. Cuerpo y mente se desgastan en esa compra y venta diaria que es la jornada laboral y de allí salen las ganancias enormes que acumulan un pequeño puñado de empresarios, multinacionales y financistas en el mundo.
El cuerpo de cualquier asalariado es igual de enajenado que el de la actriz porno que se saca la ropa frente a la cámara. La enajenación no deja de existir por el hecho de que no haya un contenido de sexualidad o sensualidad involucrado; aunque en el caso de las mujeres trabajadoras muchas veces la jornada laboral viene acompañada de acosos, abusos y otros vejámenes, o simplemente de una exigencia estética, un pedido de “buena presencia”, de determinado grado de sensualidad, etc.
Entonces ¿por qué acusamos solo a ciertas mujeres de “vender su cuerpo” cuando en realidad la mayoría de las personas estamos obligados a hacerlo para poder subsistir?
Incluso se acusa a Wanda Nara de vender su cuerpo cuando, a esta altura, ella lo vende mucho menos que cualquiera de nosotros, simples mortales asalariados. Ella es representante de Icardi, maneja la plata de a millones, no tiene que levantarse a las 5 para viajar como ganado hasta el laburo. Nadie va a ordenarle que se quede 8hs al día prendida de una máquina empaquetadora, ni tiene que volver a su casa con un bolso lleno de trabajos para corregir, antes de acostar a 5 pibes sin niñera que van a la pública. No. Wanda Nara vende mucho menos su cuerpo que cualquiera de los que comentan por Facebook las noticias sobre Wanda Nara, cuando roban un minutito o un pucho a la jornada laboral. Lo mismo vale para Cirio.
Ellas ya son parte de una casta de famosos que se acerca más a las condiciones de vida de la clase capitalista que a las condiciones de vida del pueblo trabajador. Muchas de las famosas que hoy venden su imagen en la tele y las redes podrán vivir de esto unos años más, hasta que la cruel estética ya no las acompañe. Algunas quizá puedan hacer como Valeria Mazza, que se hizo empresaria y ahora se dedica a explotar los cuerpos de otros trabajadores y trabajadoras. Otras quizá pasen al olvido y recuerden los años de fama con nostalgia, porque incluso con estas mujeres que hoy tienen privilegios y dinero, la sociedad es cruel y no todas son recibidas como iguales por la clase empresaria. Si hay algo que valga la pena criticar de personas como Wanda Nara o a Jesica Cirio no es tanto su celulitis o su condición de género, sino que aspiran ser parte de una clase que garantiza la opresión, la explotación y la desigualdad para las mayorías.
Detrás de estos “grandes debates” sobre la celulitis de las famosas se esconde un sistema que nos vende gato por liebre. Nos señala la superficie de las cosas. Los pozos sobre la piel en una playa de Ibiza que no vamos a ver ni en figuritas. Y nos hacen creer que solo ciertas mujeres “venden su cuerpo” para que nos olvidemos que nos obligan a vender el nuestro por chirolas, todos los días. |