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La Izquierda Diario
19 de julio de 2018 Twitter Faceboock

Tribuna Abierta
Nico: enigma y oscuridad en el mundo del pop
Marcelo Zumbo

Este 18 de julio se cumplieron tres décadas de la muerte de Nico, mujer proveniente del ámbito de la moda pero que –de la mano de Andy Warhol- ingresó al mundo de la música nada menos que junto a Velvet Underground. Semblanza de una artista de vanguardia.

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Mediodía del 18 de julio en Ibiza. Hace 30 años. Pleno verano. Se despide de su hijo por un rato, para ir a comprar suministros en bicicleta. Dijo “adiós, y nunca más la volví a ver”, sentenció años más tarde Ari Boulogne. “Era el sol que la mató. Seguro”. Fue el sol que hizo que Nico se desmayara en plena pedaleada, y al caerse se golpeara la cabeza contra el asfalto. Una vez en el hospital, la diagnosticaron mal y la mandaron de vuelta a casa con unos analgésicos. Nico moriría unas horas más tarde de una hemorragia cerebral, evitable con un diagnóstico preciso y a tiempo.

Nico era “un personaje oscuro, casi materno, que expresaba calor y seguridad, pero muy erótica. Y cerca de la muerte. Cuando murió, la muerte le debió sobrevenir como un viejo amigo. Su juego favorito era escapar de la muerte. No se interesaba por la vida, buscaba la decadencia y la muerte. Detrás de todo está metida el ansia de su ocaso. Nico fue perseguida por el ansia de su ocaso. La vida la aburría”, explica de manera filosa y precisa quien fuera su representante en los últimos años de vida, Alan Wise.

Carlos de Maldonado-Bostock, bohemio, amigo de Nico a comienzos de los 60, la describe de muy cerca: “Ella era muy grande, muy bonita, no hablaba inglés, ni francés, ni alemán, absolutamente ninguna lengua. No podía expresarse en ningún idioma. No decía absolutamente nada. Sólo tenía que mirar a la gente, y atraía todas las miradas. Era imponente”.

Otro de los personajes que la llegó a conocer muy de cerca y de joven, fue Paul Morrissey, director cinematográfico de la Factory de Warhol, la pintaba en palabras: "Nico era una persona muy infantil, muy dulce, pero las drogas la habían convertido en un ser horrible. En los años cincuenta había sido una modelo famosa por su porte de rubia alemana. Pero con tanto veneno en su organismo, quiso volverse fea, porque para que te acepten en el mundo de la droga tienes que ser poco atractivo y emitir sonidos desagradables. Había conseguido ser muy desagradable, había seguido su carrera autodestructiva desde que empezara con la heroína. Tardó mucho en morirse, y cuando murió ya lo había dejado. Tomaba metadona desde 1986, pero seguramente su organismo estaba ya debilitado".

Nico, nacida Christa Paffgen en Colonia, Alemania, un 16 de octubre de 1938, desarrolló una carrera como cantante, aunque dio sus primeros pasos como modelo y actriz: hasta alcanzó a rodar un cameo en La dolce vita (1960), de Fellini. Dueña de una belleza cautivante, no sólo por su aspecto físico, sino por su porte y su carisma melancólico y solitario, Nico fue una mujer enigmática que hasta el día de hoy despierta inquietud y curiosidad.

“Viví en Nueva York desde 1959, y trabajaba de modelo con Eileen Ford. Entonces tomé clases de actriz con Lee Strasberg. Marilyn Monroe iba conmigo a mi clase, todo muy emocionante. Andy (Warhol) dijo que debería unirme a él en Nueva York. Me lo presentó Bob Dylan, le propuso a Andy hacer películas conmigo”. Nico odiaba el trabajo de mannequin, así que la propuesta era tentadora. Con una breve y aislada experiencia como cantante en un simple de 1965 que contenía “I’m not saying” (no digo que te amo, no digo me importe si me amás, no digo que vaya a estar a tu lado cuando me necesites) y “Last mile”, dos canciones pop casi inocentes pero con una poesía que la pintaba de cuerpo entero y hacía estremecer a cualquiera por su gelidez y distancia. Pero lo más importante, ya dejaba entrever una de sus cualidades más potentes y demoledoras: su voz. Profunda, monótona, personal, de una expresividad única e irrepetible.

Fue así que Andy Warhol imaginó como parte de la “pata musical” de su Factory a Velvet Underground, la primera banda de Lou Reed y John Cale. Los músicos aceptaron a regañadientes introducir a una desconocida que además, cantaba mal. Para John Cale “fue una jugada de ajedrez, publicitaria, muy inteligente de Andy Warhol, quien podía entender el valor de una rubia hermosa que no hacía otra cosa que tocar la pandereta”. Aunque finalmente el disco llevaba su nombre en la mítica portada de la banana diseñada por Warhol, Nico cantaba sólo 3 canciones del repertorio: “Femme fatale”, escrita para ella especialmente por Lou Reed, quien también había sucumbido a los encantos teutónicos: “Era como una especie de relación de amor-odio. El afecto de Lou por Nico pasó muy rápido, por razones personales, de muy mala manera. Pero también por razones musicales. Sus capacidades musicales no eran tan impresionantes. La primera objeción contra ella era que desentonaba al cantar: fue tan lejos en la crítica, que se puso a llorar en el estudio porque tenía que cantar con una voz suave. Quería que sonara áspero y germánico”. Además cantó en “I’ll be your mirror” y “All tomorrow parties”; esta última compone la génesis de lo que más tarde se denominó rock gótico, responsabilidad ésta de John Cale, quien luego contribuiría en otras producciones con este perfil estético: la voz de Nico en “All tomorrow parties” compone un aporte fundacional para el género, y ayuda a redondear y realzar de manera certera y precisa la idea de la canción. En el resto de las interpretaciones, marcadas por una cacofonía infernal y una brutalidad instrumental nunca vistas hasta ese entonces, a Nico la mantenían al margen. Nico & The Velvet Underground permanece hasta nuestros días como unos de los discos más innovadores y de vanguardia de la historia de la cultura pop.

Así pasó su fugaz colaboración con los neoyorkinos apadrinados por Warhol. Según Sterling Morrison, guitarrista de Velvet “Nico dejó la banda y comenzó a actuar sola, y nosotros nos turnábamos para acompañarla. Simplemente salió como un torbellino de la banda. De la misma casual forma en la que entró”.

A la postre, la colaboración de Nico con Velvet Underground fue el puntapié inicial para una carrera solista como cantante, de la mano de sus ex compañeros de banda quienes reconocían su potencial, e hicieron sus aportes para que Nico pudiera grabar discos dotados de una profundidad pocas veces vista. Chelsea girl, de 1967 se perfila en ese estilo que ya asomaba en canciones como “I’ll be your mirror”, donde la melancolía infinita ahora se hacía omnipresente hasta niveles desgarradores. Chelsea girl es un disco acústico, instrumentado predominantemente con secciones de cuerdas, además de guitarras y flautas (arreglos que la propia Nico manifestó despreciar), y adornados con su desesperante voz. A partir de aquí, comenzó a utilizar el harmonio, un viejo órgano acústico que la acompañó casi por el resto de su carrera, que le aportaba todavía más desesperación. Para John Cale, “la música que escribía entonces era única. Nadie más escribía algo parecido, siquiera”. Este cambio de rumbo hacia una carrera solista, a su vez trajo aparejado un cambio personal en Nico: “ella cambió radicalmente su imagen: la rubia en blanco se tiñó de rojo y se vestía de negro, y vivió su sueño. Un sueño solitario. Rara vez hacía amistades, y enseguida las abandonaba” señalaba el propio Cale.

A Chelsea girl le siguieron The marble index (1969), Desertshore (1970) y The end (1974). Para Cale “The marble index es una contribución a la música clásica europea (medieval). De todo el caos de Velvet Underground entonces sí había ganado algo”. Es en estos años que Nico conoció a Jim Morrison: ambos se enamoraron locamente. “Sólo existe alguien con quien tengo algo en común: Jim Morrison”. Nico estaba fascinada con el cantante de los Doors: siempre llevaba consigo una foto de él con luz eterna, que encendía antes de ir a dormir. Rezaba a Jim Morrison, incluso cuando todavía vivía. “Fue mi hermano del alma. Me aconsejaba para escribir canciones”. Morrison murió como muchos de su época, y parecía que Nico pretendía seguir ese recorrido personal. Jackson Browne, quien la acompañara componiendo para Chelsea girl, señalaba que “de repente empezó a menospreciar su buen aspecto, de pronto empezó a sentir su belleza como un tipo de maldición, una imaginación anormal, bastante tonta y típica alemana. Pero en esos momentos, ser modelo no valía artísticamente: lo que sí era artístico era morir como Janis Joplin, gritando con la lengua al cuello antes de morir drogado”.

Llegaron los celebrados años 80, y para Nico se abría una nueva oportunidad de seguir rodando. Con una formación renovada y joven, y con la intención de explotar la incipiente estética de la época, se encontró en el ruedo nuevamente. En este período lanzó Drama of exile (1981) y Camera obscura (1985), donde a pesar de naufragar en las aguas de los sintetizadores, no resignó su impronta personal encarnada en su cavernosa y gutural voz. Aunque su adicción a la heroína completaba el cóctel que llevaba a Nico a una muerte lenta pero segura. James Young, tecladista suyo durante este período, y quien escribió un libro sobre Nico en gira, describe que “casi estaba orgullosa de sus dientes podridos, la piel rota, el pelo gris y cicatrices por todo el cuerpo por los pinchazos. Así se gustaba, fue su estilo”. Un estilo que la llevaba a ubicarse en un lugar incómodo, al menos para los demás. Quienes la conocían de joven describían su presencia como la de quien “no odiaba a la gente, estaba ahí sola. Y tenía un miedo mortal de todos, de sí misma”.

 
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