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La Izquierda Diario
22 de julio de 2018 Twitter Faceboock

Semanario Ideas de Izquierda
¿Qué estrategia necesita el movimiento obrero para enfrentar el saqueo?
Gabriela Liszt | @gaby_liszt
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Para avanzar en el nuevo saqueo nacional que ya aplica el macrismo bajo las órdenes del FMI, la clase obrera es el gran objetivo a derrotar. En ese marco, la burocracia sindical expresa grandes divisiones donde encontramos junto a los viejos “gordos” de la CGT a otros que tratan de diferenciarse como Sergio Palazzo, Pablo Moyano y las CTA, pero ninguno se propone enfrentar este plan hasta derrotarlo. Todos quieren llegar a las elecciones del 2019 para que “cambiemos el voto” detrás de alguna variante del PJ.

Es decir, se juega nuevamente el futuro de la clase obrera y los sectores populares. Y como en períodos previos, como a fines de los 80 y principios de los 90, se plantea cuál debe ser la estrategia de la izquierda en el movimiento obrero para recuperar los sindicatos y utilizarlos como herramientas para enfrentarlo. El PTS viene polemizando con las corrientes como el PO, IS y el MST que plantean como consigna central “por una nueva dirección del movimiento obrero”, elevando a estrategia la lucha por “nuevas direcciones” que superen a la vieja burocracia sindical, sin determinar si desde este polo de las corrientes de izquierda luchamos para que sean clasistas, democráticas y combativas, o simplemente “nuevas”.

Las “nuevas direcciones” en los 80

Las corrientes que provienen del MAS, partido que había llegado a tener una importante influencia en las comisiones internas y cuerpos de delegados, gremios industriales y de servicios, arrastra esta estrategia desde 1983. El PO, un pequeño grupo en esos años, aplicó una política similar entonces. Hoy, lamentablemente, tanto morenistas como antimorenistas postulan al unísono la misma política. Nuestro rechazo a esta consigna no es un capricho. Está basado en la experiencia que hizo el movimiento obrero a la salida de la dictadura y un balance de la participación del MAS en ella.

Durante la transición del gral. Bignone (1982-83) comenzaron las normalizaciones de los sindicatos; algunos habían sido intervenidos militarmente, otros continuaban en manos de los viejos sindicalistas. Por decreto el Ministerio de Trabajo designó las “comisiones normalizadoras o transitorias”. Durante la dictadura habían funcionado dos CGT: la Azopardo, que eran los viejos sindicalistas colaboracionistas (Cavalieri, Triaca); y la CGT Brasil, que había protagonizado luchas importantes contra la dictadura (Ubaldini, De Gennaro). Donde los dirigentes habían sido desplazados por el golpe como Ongaro (Gráficos) y Guillán (Telefónicos) de la CGT de los Argentinos volvieron a sus cargos. Este último rápidamente apoyó al gobierno de Alfonsín.

Durante la “primavera” democrática hubo varios conflictos sindicales donde surgieron nuevos activistas. También resurgieron varios partidos, muchos con nombres nuevos como el Movimiento al Socialismo (antiguo Partido Socialista de los Trabajadores) y el Partido Obrero (continuación de Política Obrera), el PTP (antes PCR), más el Partido Intransigente, el Partido Comunista, Peronismo de base, Intransigencia y Movilización Peronista. Pero sobre todo había muchas simpatías y expectativas por la renovación radical con el alfonsinismo y una tendencia a la militancia sobre todo electoral. El PJ en cambio quedó con su vieja cara asociada a Isabel y López Rega, representados por los candidatos Luder a la presidencia y Herminio Iglesias en la provincia de Buenos Aires.

En febrero de 1984 en su periódico Solidaridad Socialista el MAS llama a “Formar tendencias sindicales en cada gremio que luche por conquistar una nueva dirección” (SS N°55). Un documento plantea que:

La característica más importante de las nuevas direcciones que están surgiendo a nivel de fábrica [mostrando el ejemplo de Ford y Terrabusi], es que son independientes de la burocracia sindical y también del resto de los agrupamientos y que están enfrentando a las patronales. Surgen en las luchas.

Al mismo tiempo afirma que la vanguardia “es muy inexperta”, “no homogénea, sin caudillos” (lo que sería una ventaja frente a los 70). En los delegados “predominan los nuevos, no definidos aunque se reivindiquen peronistas”, no están ligados a ningún aparato. La política era “demostrar que somos los que más apoyamos sus luchas, un programa justo, pegarnos y acompañarlos”. (Documento sindical. “Al calor de las luchas está surgiendo una nueva vanguardia sindical”, 19/3/1984).

Pocos meses después, el MAS caracteriza:

No sabemos en qué momento se reflejará la revolución democrática triunfante [refiriéndose a la caída de la dictadura] en el seno del movimiento obrero y específicamente en el movimiento sindical. Puede ser después de la crisis política del peronismo, durante esa crisis o, no lo descartamos, antes de esta crisis abierta, como consecuencia de las elecciones internas sindicales o de grandes luchas, que harán que surja a nivel de delegados y comisiones internas una nueva dirección del movimiento obrero y sindical argentino.

Según su análisis la burocracia “sindical peronista está sufriendo la peor de sus crisis: la del inicio de su fin”, y estará “hecha un salame del sandwich entre los planes de austeridad del gobierno y la lucha obrera y popular que se desatará”, a consecuencia de lo cual se estaría “liquidando al nuevo colaboracionismo (…), facilitando el surgimiento de una nueva dirección sindical”. (SS N°84, 18/10/84).

Este movimiento antiburocrático y de “nuevos” dirigentes se dio en pocos gremios. La mayoría continuó con los viejos “colaboracionistas”. La CGT Brasil apoyó en sus inicios el gobierno de Alfonsín. Pero ya en 1984 Alfonsín comenzaba las negociaciones con el FMI aumentando la deuda externa. Había conflictos por despidos y salarios. A fines del 83 y durante todo el 84, se realizaron elecciones en la mayoría de los sindicatos. Bajo el argumento de la “democratización sindical” el gobierno intentó implantar la “ley Mucci” (que no logró) para dividir al movimiento obrero en múltiples sindicatos.

El activismo que surgía en las luchas y las elecciones era de base y reaparecían como dirigentes miembros del peronismo de base, radicales, comunistas, maoístas, socialistas (MAS). Como veremos en varios gremios, podían surgir frentes electorales circunstanciales o frentes únicos para apoyar las luchas o las huelgas generales con dirigentes incluso no tan “nuevos” como De Gennaro. No es esta la discusión. El problema es cuando estos posibles acuerdos tácticos, circunstanciales, se convirtieron en una estrategia, el objetivo final a conseguir. Si la estrategia es construir “nuevas direcciones” se liquida la imperiosa necesidad de construir fracciones clasistas que luchen por el programa y los métodos de los revolucionarios. Muy difícilmente no existan otras corrientes (burocráticas, de conciliación de clases) que quieran ganarse a esas nuevas direcciones. Sin combatir las políticas de las corrientes con las que se hacían acuerdos eventuales, imponiéndoles la práctica real de la independencia política (sobre todo respecto del peronismo) y los métodos combativos y de la democracia obrera (no sólo la práctica asamblearia sino la libertad de tendencias, representación de minorías, etc.) para poder luchar por su política no sólo en los cuerpos de delegados sino en las asambleas, con un programa que fuera más allá de las reivindicaciones corporativas, el MAS no podía formar agrupaciones clasistas que tuvieran el objetivo de construirse en los principales y más estratégicos gremios. No pudieron (ni tuvieron el objetivo) de reconstruir el hilo histórico cortado por el golpe del 76, cuando la vanguardia comenzaba su experiencia a fondo con el gobierno peronista y a desarrollar las coordinadoras interfabriles. Ni siquiera como corriente habían hecho un balance de los 70.

Lejos de la política revolucionaria del frente único obrero “golpear juntos, marchar separados” el MAS aplicó la política de “golpear juntos, marchar juntos” y así terminaron diluyendo la posibilidad de educar una vanguardia revolucionaria para futuros conflictos (como las privatizaciones de los 90). En general los frentes (casi todos Verdes o Naranjas) los rompían las otras corrientes, cuando la “unidad” con el MAS ya no les servía a sus propósitos. Al no luchar como fracción por la independencia de clase y solo tener una política de exigencia a la burocracia terminó favoreciendo a que el ubaldinismo se fortalezca como oposición. La CGT unificada refrendará su adhesión al peronismo. Un sector del PJ vio que este proceso podía abrir paso a su recuperación impulsando una variante política con caras un poco “más renovadas”. En 1986, en el documento “Consolidar y politizar” (24/10/86), el MAS confiesa haber tenido una desviación sindicalista y vanguardista, ya que no hacían trabajo político (repartir los volantes y periódicos del partido ni cursos de propaganda). Solo llevaban la solidaridad a los conflictos y llamaban a votar a la oposición a la burocracia, advirtiendo que “no tienen que actuar con los sindicatos como si estuvieran solos”. Esta concepción de “vacío de dirección” volverá a ser planteada en el Congreso del 88, negando la necesidad del frente único obrero. El partido “se sindicalizó, se politizó pero no creció”. Mientras la burocracia sindical se había fortalecido.

En 1987, cuando triunfa la Renovación Peronista de Cafiero (apoyado por Grosso y Menem) en la provincia de Buenos Aires la CGT está en el pico de sus paros generales. En 1988, luego del triunfo de Menem en la interna del PJ, éste llamará al movimiento obrero a entregarle su voto en el 89, desviándolo de su lucha contra la hiperinflación los despidos.

Listas opositoras y alternativismo en el MAS

Una de las variantes de la política del MAS en los 80 fue integrar listas opositoras donde se subordinaron a sectores burocráticos sin construir alternativas clasistas, tendencialmente revolucionarias. Veamos algunos ejemplos.

En ATE hubo elecciones el 6 de noviembre de 1984. La Lista Verde ANUSATE presentó a Víctor De Gennaro a nivel nacional y en la CABA a Germán Abdala contra el colaboracionista Horvath. Alfonsín a poco de asumir, y como parte del acuerdo con el FMI, comenzó los intentos privatizadores de los organismos estatales. El MAS contaba con numerosos militantes en este gremio. Pero la falta de diferenciación con el degennarismo llegó al punto que muchos de estos militantes se adaptaran a la Verde, incluso cuando De Gennaro no preparó ningún plan de lucha serio mientras su secretario general Ubaldini llamaba a esperar el “momento oportuno” para una huelga general. El menemismo arrasará con las empresas del Estado y el MAS no será una corriente alternativa en ese proceso.

En ATSA Capital, se formó la Lista Naranja en octubre de 1984 con el MAS, peronistas, comunistas, radicales contra el viejo burócrata colaboracionista West Ocampo. El MAS dirigía los cuerpos de delegados o comisiones internas de los principales sanatorios de la época (Güemes, Italiano, Antártida) pero el secretario general de la lista fue un peronista. Luego de un violento fraude de la burocracia, la Naranja ganó el sindicato Capital. Durante los 6 años que estuvieron se hacían asambleas en los sanatorios y laboratorios pero para informar lo que se había discutido en el sindicato, sin reflejar las distintas posiciones. Los activistas que resistían los ataques patronales no eran sujetos de sus propias decisiones. Los dirigentes tendían cada vez más a burocratizarse. La última secretaria general de la Naranja fue Carolina Lister (peronista-ubaldinista, actual CTA, FPV). En los 90 arreciaron los cierres de sanatorios y despidos. El MAS seguía sin presentar una política alternativa. El sindicato no tuvo una política de frente único a nivel de las circunstancias ni coordinó con otros sectores como los estatales. No quedó nada para la historia del movimiento obrero que pueda ser rescatado de esta experiencia sindical. La Celeste y blanca de Héctor Daer (CGT) hoy sigue dominando el sindicato sin oposición.

En el SMATA, la Ford fue dirigida por el PCR (hoy PTP y CCC), que venía apoyando al PJ desde los años de Isabel y votó a Luder en el 83. El MAS y el PO ya eran parte del activismo que surgió en el conflicto del 84. En las elecciones se presentaron la Verde (José Rodríguez), la Azul y Blanca (Cardozo, una ruptura burocrática de la Verde) y la Naranja formada por el PCR, MAS y PO liderada por Miguel Delfini (dirigente del PCR que quiso acordar con Cardozo pero fracasó). Esta lista surgió en 1984 como antiburocrática y anticolaboracionista, con centro en la Ford Pacheco y el SMATA Córdoba (lista Marrón dirigida por Roque Romero del PCR). La interna de la Ford fue ganada por Cardozo. Días después Delfini, Romero y Roura sacarán una solicitada como Naranja donde llamaban a apoyarlo, rompiendo con la izquierda. El MAS no había preparado a un sector que viera el oportunismo de la política de Delfini/PCR y que sólo era un acuerdo táctico. Por el contrario, había presentado a Delfini y Romero como “ejemplos de la democracia sindical”. Cuando Delfini estaba traicionando el conflicto de junio-julio de 1985, tras una provocación patronal que terminó con despidos del activismo y miembros de la Comisión Interna, el MAS no se propuso formar un sector de la vanguardia no solo antiburocrática y antipatronal sino también que hiciera un trabajo reservado, clasista y no corporativo capaz de enfrentar a un poderoso enemigo como una multinacional norteamericana y que no quedara nada dentro de la fábrica. Fue una muy dura derrota. Recién después de esto el MAS afirma que la “etapa de nuevos dirigentes se cortó (…) porque muchos dirigentes terminaron cediendo a las presiones de la vieja burocracia y, en algunos casos a la patronal” (SS, 28/11/85). Rodríguez volvió a controlar el gremio con mano férrea.

Otra variante, que tampoco servía para combatir a la burocracia, fue la del alternativismo.

En docentes, durante el “maestrazo” del 88 la política sindical del MAS fue aparentemente diferente. La CTERA era dirigida por la burocracia Celeste: Garcetti como secretario general y Mary Sánchez los recién creados Suteba (ambos peronistas aunque la mayoría de los docentes había votado por Alfonsín). El gobierno se encontraba claramente debilitado por la derrota electoral sufrida el año anterior con Cafiero. Continuaba la fractura entre el sector conducido por Garcetti, donde se encontraban la mayor parte de los sindicatos provinciales y de los docentes. El MAS en vez de intervenir en los sindicatos mayoritarios, llamaba a confiar en el desconocido y ausentado (durante el conflicto estaba en Suiza) burócrata Arizcuren para crear una nueva central docente bajo su dirección. La huelga fue derrotada por la aceptación de la CTERA de la conciliación obligatoria refrendada en múltiples asambleas en las que el MAS no dio ninguna pelea. Es decir, dejó a la gran mayoría de los docentes en manos de la burocracia de la Celeste.

La estrategia de la izquierda

La historia demuestra el fracaso de la política de “nuevas direcciones” como estrategia. Éstas terminan diluyéndose o siendo cooptadas por algún sector burocrático. Se puede hacer frentes tácticos para impulsar y coordinar las luchas, incluso frentes electorales con aquellos que se presenten como antiburocráticos y antipatronales, pero estos tienen que estar al servicio de construir fracciones clasistas y forjar la crítica a la burocracia en la independencia de clase.

El MAS de los 80 comenzó a avanzar en el terreno electoral a través de frentes de colaboración de clases como el FREPU en 1985 e Izquierda Unida en 1989. Por el contrario, una ventaja frente al proceso actual es la existencia del FIT, que desde el 2011 viene creciendo en varias instancias electorales influyendo un importante sector de los trabajadores nacionalmente que vota por un frente que levanta la independencia de clase. Para el PTS los trabajadores necesitan que los sindicatos (que no son un “fetiche” pero hoy continúan dirigiendo al movimiento de masas) se conviertan en una herramienta para luchar no solo por sus reivindicaciones inmediatas sino para derrotar el ajuste que nos quieren imponer el FMI, el gobierno y los gobernadores con la colaboración de la CGT e imponer una salida a la crisis. Dar por derrotada esta estrategia desde un inicio, es llamar a las direcciones reformistas a que ocupen el lugar por el que deben luchar los revolucionarios.

 
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