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La Izquierda Diario
22 de febrero de 2015 Twitter Faceboock

AMENAZAS Y DESTROZOS
El fantasma de la CNU recorre Buenos Aires
Claudia Ferri | @clau.ferriok

El 26 de diciembre del año pasado la librería marplatense “Como la cigarra” amaneció con las vidrieras destrozadas. Un poco más de un mes después, durante el fin de semana del 7 y 8 de febrero, ocurrió un hecho similar en La Plata cuando los dueños de la librería (y distribuidora nacional) De la Campana se encontraron con las vidrieras hechas añicos. El primer interrogante que surge aquí es ¿qué tienen en común estos sucesos que, a simple vista, podrían observarse como “dos hechos delictivos” productos del azar?

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La respuesta no deja lugar a miradas ingenuas. Ambas librerías estaban publicitando el libro La CNU, el terrorismo de estado antes del golpe; de Daniel Cecchini y Alberto Elizalde Leal (2013).

Esta obra fue producto de un trabajo de investigación realizado por los autores para el diario Miradas al Sur, cercano al kirchnerismo. Presenta una compilación de notas periodísticas con el formato de crónicas policiales en las que no sólo se describen las numerosas desapariciones, torturas y asesinatos en manos de la CNU entre los años 1974 y 1976. También, realizan una denuncian por la impunidad que gozan la mayoría de sus integrantes. Muchos de ellos lograron reubicarse durante los gobiernos civiles en cargos públicos (desde el radicalismo de Alfonsín hasta el gobierno actual) dentro de ministerios provinciales.

Los autores demostraron en su investigación que el accionar de la CNU se desarrolló exclusivamente en las ciudades de La Plata y Mar del Plata (y con menor incidencia en Bahía Blanca y Córdoba). Así se comienza a develar que el “azar” en los destrozos a las librerías no es otra cosa que un mensaje mafioso proveniente de los aparatos represivos que continúan en pie tanto en las estructuras de poder de la Policía Federal y Bonaerense, como en las Secretarias de inteligencia tales como la ex SIDE. Todas ellas sostenedoras de una red de personajes nefastos que participaron en los grupos de tareas, no sólo durante terrorismo de estado sino también en los gobiernos democráticos de Perón e Isabel.

Cecchini y Elizalde Leal - en aquellas épocas militantes del PRT en La Plata, hoy reconvertidos al kirchnerismo - presentaron este libro como prueba de la querella para juzgar los crímenes de la CNU. En Mar del Plata se llevará adelante el Juicio Oral este año con 11 imputados: 10 civiles y un militar retirado, encabezados por el ex fiscal Gustavo Demarchi, quien fuera abogado de la CGT local en los ’70 y candidato a intendente del PJ en 1983. Todos ellos juzgados por asociación ilícita y como ideólogos y asesinos de 8 víctimas (aunque se sabe que fueron muchas más).

En el caso de la ciudad de las diagonales, la causa está a punto de elevarse a juicio pero, hasta la fecha, sólo hay dos imputados: Carlos Ernesto “el indio” Castillo y Juan José “pipi” Pomares- ambos dirigentes de la organización- mientras el resto permanece prófugo. Los autores del libro ya habían denunciado que algunas personas que testificarían en el juicio recibieron amenazas telefónicas en noviembre pasado realizadas desde un número de la Municipalidad de La Plata. El “pipi” Pomares, que hasta el momento de su detención trabajaba en la Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires, mantiene una fuerte red de lazos clientelares con gente de la Comuna, sobre todo desde su “reconversión” al Justicialismo desde el retorno de la democracia.

La denuncia pública realizada por los dueños de las librerías y los autores del libro, permiten reavivar la discusión acerca del rol de estas organizaciones fascistas cuyo objetivo era aniquilar a la vanguardia sindical y estudiantil, que se estaba fortaleciendo producto del ascenso revolucionario de los primeros años de la década del ‘70.

La CNU: de la universidad al matadero

La Concentración Nacional Universitaria fue creada a comienzos del año 1970 dentro de los claustros de las universidades públicas de Bs. As y La Plata, en las facultades de Derecho, Historia y sobre todo en Letras. Muchos de sus estudiantes provenían de Tacuara (en sus orígenes era una organización filo-nazi). Desde sus primeros años como agrupación estudiantil se alineó bajo las banderas del peronismo y la Iglesia Católica, con un fuerte sesgo antisemita. La formación de sus cuadros estuvo a cargo del profesor universitario Carlos A. Disandro, también conocido como “el Papa blanco” por sus seguidores.

Muy cercano a Juan Domingo Perón y a José Ignacio Rucci, Disandro ganó influencia entre estos círculos reivindicando el nacionalismo, la tradición y la patria. Su enemigo: el marxismo; que se encontraba presente en las organizaciones de izquierda e infiltrado en las filas peronistas. Por eso, como plantea Jorge Zicolillo en La era de los culatas, la función que cumplió la CNU fue “operar entre los estudiantes, no para disputar la conducción de estos sino para evitar que la llama marxista creciera”1. Saltó a la fama cuando asesinaron a Silvia Filler de 19 años, estudiante de la Facultad de arquitectura de primer año, interrumpiendo a balazos una asamblea estudiantil de la universidad marplatense.

Pero fue con el giró a derecha del gobierno de Perón, en los primeros meses del año 1974, cuando la CNU comenzó a actuar como comando parapolicial perseguidor de estudiantes, activistas sindicales y militantes de izquierda.

Con la llegada del dirigente sindical de la UOM, Victorio Calabró, a la gobernación (tras el complot que llevó a la renuncia de Bidegain) la CNU consiguió armas, apoyo logístico y protección de la Policía bonaerense que les liberaba las zonas para su caza de brujas. A cambio se encargaban de los enemigos políticos y sindicales del ex metalúrgico, hostigaban a los estudiantes e incluso controlaban sus negociados en el Hipódromo de La Plata. A través de sus víctimas se conoció la metodología con la que funcionaban: los secuestros solían ser por la madrugada, violentando sus hogares y repartiéndose el botín de lo saqueado. Muchos fueron trasladados a la casa operativa donde eran frecuentes las torturas y los interrogatorios. La mayoría de los cuerpos encontrados -en general en las afueras de la ciudad - presentaban decenas de impactos de balas y otros fueron hallados dinamitados con carga de Trotyl2. Había un acuerdo implícito: todos disparaban sobre las víctimas, todos eran responsables. A estos matones que formaban parte de los grupos comando se los llamaba culatas.

Algunas de sus operaciones fueron coordinadas de conjunto con la Triple A y sus miembros se entremezclaban con los de la Juventud Sindical. Hugo Moyano, dirigente de esta organización en Mar del Plata, es uno de los acusados de haber mantenido lazos con hombres de la CNU y actuar como informante directo de ésta y de la Triple A.

Hasta ahora se llevan contabilizadas 58 víctimas (con pruebas presentadas por Cecchini y Elizalde Leal). Una de sus últimas operaciones ocurrió en enero de 1976 cuando secuestraron y acribillaron a dos dirigentes de Propulsora Siderúrgica que ya desde las jornadas de junio/julio de 1975 mantenía en vilo a la UOM. Ellos fueron Salvador de Lautari del PRT y Carlos Scafide, militante del PST. Sin embargo el mayor porcentaje de víctimas provenía del peronismo de izquierda.

Con el golpe de estado, la CNU –como otros grupos de tareas - se diluyó en las Fuerzas Armadas, la policía y los Servicios de Inteligencia. Muchos de ellos se reubicaron con la democracia y continúan en actividad con la venia kirchnerista, como es el caso de Gerardo Martínez (Secretario General de la UOCRA, que había formado parte del Batallón 601), el de Jaime Stiusso (Director de Contrainteligencia de la SI y empleado de la SIDE desde 1972 que fue empujado a retiro por el gobierno hace nada más que tres meses, aunque sigue operando entre las sombras) o incluso la iniciativa oficialista de aumentar más de un 30% el presupuesto destinado al área de Inteligencia del Ejército con Milani a la cabeza, un militar implicado en crímenes de lesa-humanidad).

La apertura de los archivos de la SIDE y de las FFAA permitiría desenmascarar a muchos de estos culatas que hoy siguen de oficio persiguiendo y espiando a los trabajadores y a la izquierda. Los destrozos en las librerías son claramente un ejemplo más de esta impunidad.

Referencias:
1. La Era de los culatas, Jorge Zicolillo, pag 85.
2. Ver. La CNU, el terrorismo de estado antes del golpe, de Cecchini y Elizalde Leal

 
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