Foto: Enfoque Rojo
El episodio ocurrido en la Escuela N° 49 de Moreno el jueves pasado, en el cual perdieron su vida Sandra y Rubén, nos obliga a interpelar nuevamente la esencia de la sociedad capitalista actual. En el caso de Sandra, vicedirectora de la institución escolar mencionada, se puede destacar su excelente desempeño, enfocándonos en su dedicación sin límites hacia su comunidad educativa. Una mujer que daba todo por sus alumnos, una docente ejemplar. ¿Y hasta qué punto dar todo por los demás nos obliga a cumplir ese mandato social que nos impone este sistema capitalista a las mujeres?
Es necesario cuestionar desde sus raíces ese mandato que nos coloca a todas las mujeres trabajadoras, inclusive a las docentes, en el rol social de mártires, hasta el punto de casi flagelarnos en el cumplimiento de nuestra tarea. El límite de ese mandato debería marcarlo nuestro cuerpo, nuestra integridad, nuestra libertad para decidir, desobedecer, reaccionar. No debemos tener miedo de mostrar resistencia en aquellos momentos en que el sistema nos impone el dejar todo de lado, inclusive nuestro cuerpos.
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Y en este punto, es que debemos tomar conciencia todas las mujeres. ¿Qué quieren de nosotras? ¿En qué lugar nos ponemos y nos coloca esta sociedad? Si nos quieren mártires aprendamos a decir que no. Si nos quieren sacrificadas y sumisas, también debemos decir que no. Si nos quieren sin derecho a decidir sobre nuestros cuerpos es necesario que desde hoy y en adelante digamos que no.
Ser docente no implica convertirnos en mártires. Cargamos sobre nuestras espaldas más de lo que cualquier ser humano es capaz de soportar. Es tiempo de quitarse la mochila de la culpa, de no hacernos cargo de aquello que corresponde a otros, a la sociedad en su conjunto, a las instituciones y en definitiva al Estado.
Las mujeres sí queremos reaccionar, sí queremos desobedecer y sí queremos reclamar por nuestros derechos. Por Sandra, por Rubén y por todas esas mujeres que ya no están y que siguiendo los preceptos de ese mandato social capitalista pusieron su cuerpo, sin que pudieran encontrar otra opción para decidir.
Queremos las dos vidas, las vidas de Sandra y de Rubén, que ya no están, queremos legalización del aborto, la libertad de las mujeres a decidir sobre nuestros propios cuerpos. Ni una menos, ni una trabajadora menos, ni una muerte más por aborto clandestino. Desde hoy las mujeres vamos a decidir cuál será nuestro rol en esta sociedad. Libres sí, mártires nunca más.
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