Este caso representa claramente la justicia clasista que sigue persiguiendo y encarcelando a los pobres, que luego son torturados con ensañamiento por la propia Policía.
Sin embargo los presos no son números aislados, no son objetos que pueden depositarse a su suerte en las cárceles de la miseria. Tienen nombre, tienen rostro. Y sufren cosas como las que van a ser debatidas en este juicio oral que consistieron en: golpes, patadas, ser desnudados y golpeados con palos, submarino seco, entre otras atrocidades.
Los imputados son: Gastón Rosas, Mirko Bernardelli, Gustavo González, Sergio Catalán y Martín Castillo. El lugar en el que llevaron adelante las torturas fue en las celdas y pabellones de la Unidad Once, aprovechando el absoluto estado de indefensión en que se encuentran los presos.
Estas lesiones son las que el Fiscal Di Maggio dice que fueron “autoinfingidas” con el mismo discurso que utiliza la policía cuando asesinan a jóvenes en comisarías, diciendo que se suicidaron. “Suicidios” que no le importa a nadie investigar, cuyos autores quedan en la oscuridad y clandestinidad.
Las víctimas en este caso fueron los internos: Marcelo Nuñez, Ramón Mansilla y Cristian Ibazeta. Este ultimo nombre conmueve, resuena y desnuda una realidad terrible que demuestra la manera en que la justicia garantiza la impunidad de los uniformados azules.
Seis años después, Cristian Ibazeta no podrá dar su testimonio porque fue asesinado en la misma Unidad Once. Cristian, además, había sido testigo fundamental en otra causa por torturas ocurridas en el 2004, cuando 27 integrantes de la Policía de Neuquén pasaron cuatro días torturando de todas formas inimaginables a 43 personas privadas de libertad. Por esa causa, sólo cuatro policías fueron condenados sin reconocer, la justicia, que se trato del delito de torturas. Casualmente, el expediente de esta condena estuvo “perdido” en los laberintos de la Injusticia más de un año, lo que significó que los policías no estuvieran cumpliendo la condena que había quedado firme.
Paradojas de una justicia tan lenta para acusar policías que llegan a juicio seis años después, con el Estado en retirada y los imputados en libertad. La pelea para lograr su condena deberá enfrentar no sólo esta pelea contra la impunidad de una policía que viene intacta desde la dictadura hasta hoy, sino también los prejuicios de una sociedad que no se conmueve con el sufrimiento y la violación a los derechos humanos de las personas encarceladas.
Por ello, denunciar claramente la situación que se vive en cárceles y comisarías, el gatillo fácil y la tortura a manos de las fuerzas de seguridad, es muy importante. Porque es una realidad constante, porque la ausencia de Cristian lo demuestra. Porque la ausencia de la Fiscalía acusando a los policías también.
Una cruda realidad que viven a diario los pibes pobres que son los que están presos. Una realidad que debiera doler a muchos más. Allí estaremos acompañando esta pelea. CRISTIAN IBAZETA, PRESENTE. |