Salir de la estación Callao de la línea B y caminar hasta el Congreso a eso de las 18 h fue una aventura complicada. “El lado verde de las cosas”, como denominó un periodista a la concentración a favor de la legalización del aborto, estaba repleto de manifestantes desde horas antes.
La realidad es que no se caminaba, la marea verde te llevaba. Costaba dirigirse al lugar deseado. Más de una vez hubo que esperar a que un trencito que venía abriéndose paso entre la gente parada terminara de cruzar para aprovechar la senda abierta y mandarse en sentido contrario antes de que se cerrara.
Esta cronista hizo la experiencia como miles más. “Si acá está así que es re lejos cómo debe estar más cerca del Congreso…”, dijo al salir del subte una chica a su novio que la acompañaba. Poder cruzar por el espacio estrecho sobre la vereda entre la boca del subte y las vidrieras de los comercios, llevó los primeros diez minutos de travesía. Era un pasaje angosto y esos pocos metros hasta poder pisar Callao costaron bastante.
“La pregunta es si cuando logremos salir de acá más adelante va a estar igual”, preguntó otra mujer atrapada entre la boca del subte y una pared, casi a punto de llegar a la esquina de Callao y Corrientes. Desde allí hasta Congreso, salvo dos tramos cortos en que se podía caminar más holgadamente, todo el recorrido fue entre empujones, permiso por favor, ¿me dejás pasar por acá? La lluvia arreciaba y ya era sabido que difícilmente la ley fuera aprobada. Sin embargo, el clima en medio de la apretada marea verde era de fiesta. No hacía tanto frío bajo los paraguas que se superponían y el grito de “¡aborto legal en el hospital!” era una constante.
“Digan clítoris” gritó una piba mientras levantaba su celular y el resto del grupo respondió entre risas y posó bajo un paraguas. No tenía espacio para esquivar el flash, así que creo que salí de fondo involuntariamente en su selfie. Los distintos grupos cantaban, bailaban, había gente cuidando una montaña de mochilas apiladas y tapadas con plásticos.
Promediando el camino entre Corrientes y el Congreso terminó de oscurecer. Al salir del subte estaba nublado por supuesto, pero aun había luz de día. Al llegar al punto más apretado de la concentración ya era absolutamente de noche. Salir de allí fue lo más difícil de todo y llevó cerca de media hora. Doblar la esquina para poder tomar Rivadavia en sentido a 9 de Julio fue la principal odisea. Allí directamente costaba respirar y el pecho sentía una presión que solo aliviaba manteniéndome en puntas de pie. Sin embargo todas y todos saltábamos y cantábamos igual: “A la iglesia católica apostólica romana, que se quiere meter en nuestras camas, le decimos que se nos da la gana, de ser zurdas, travestis y lesbianas. ¡Aborto legal, en el hospital!”.
El clima seguía siendo de fiesta. Entre los empujones involuntarios miré a la mujer que estaba al lado. “Esto sí que es una marea verde” le dije y se sonrió. “¡No se puede salir para ningún lado!” gritó otra piba que se reía junto a su compañero. “Volvamos para atrás” le contestó él y entre pedidos de disculpas y permiso por favor, volvieron sobre sus pasos a tratar de encontrar una mejor ubicación sobre Callao.
El objetivo era bordear la plaza para poder llegar a Once por Alsina o Moreno. Una vez que salí del tumulto más denso de todos, tuve la ilusión de poder caminar por el contorno de las vallas puestas en mitad de la plaza hasta llegar al extremo opuesto al Congreso. Era un objetivo realizable sin tantas trabas, hasta la punta de la plaza, en la esquina de Avenida de Mayo y Rivadavia. Allí otro punto de concentración fuerte cerraba el paso. Otro gran tumulto venía por Avenida de Mayo. Le decisión entonces fue doblar por Paraná en sentido a Corrientes nuevamente. Luego sobre calle Sarmiento, dos cuadras hacia a 9 de Julio para recién poder doblar de nuevo en Talcahuano y cruzar hacia el otro lado de Avenida de Mayo. Por todo este trayecto se podía caminar, pero estaba lleno de gente que se iba o merodeaba la concentración. Seguían los cantos, las selfies y los pañuelos verdes por doquier. Toda esa zona, seguía siendo territorio verde.
El lado anti derechos de las cosas
Del otro lado, del lado celeste de las cosas, la experiencia fue cualitativamente diferente. En primer lugar porque no era el espacio elegido para marchar, pero era paso obligado para llegar a destino. En segundo lugar, porque se observaba con más claridad la presencia policial. De ese lado había más efectivos o la menor cantidad de personas permitía que se vieran más.
Al llegar a calle Alsina el camino rumbo a plaza Once fue ligero. A una cuadra de la concentración pro aborto clandestino, nadie me empujó. Nadie me chocó, ni me tocó. Tuve que frenar el paso una sola vez. Siempre existió la posibilidad de esquivar cada grupo de gente que veía en medio del paso, moviéndome hacia un costado o el otro. De hecho, la hora y pico que insumió poder entrar y salir de la marea verde, fue más tiempo que lo necesario para llegar desde Alsina a la altura de Congreso hasta plaza Once a pie. A las 20 h ya había terminado la travesía.
Los celestes venían cantado “borombombón, borombombón, la vida sí, aborto no”. Los grupos iban por Alsina en sentido a 9 de Julio. Parecía que estaban desconcentrando. La pregunta era hacia dónde iban siendo que faltaban horas para la votación. Una chica venía con una bandera argentina colgada al cuello, el pañuelo de "salvemos las dos vidas" y un megáfono. “El aborto mata al niño y lastima el corazón de la madre. Vamos todos para Yrigoyen a mostrarle al Senado que la Argentina es celeste y que ama la vida. ¡Vamos, todos a Yrigoyen !”. Ahí comprendí que los pro aborto clandestino estaban tratando de amucharse para la foto. Es la foto que los medios masivos hegemónicos utilizan para decir que el celeste empardaba al verde.
A lo largo de toda la jornada y hasta avanzada la noche se vio una enorme operación mediática destinada a mostrar una paridad en la calle que nunca existió. La marea verde se impuso por lejos.
La realidad es que esta vez las iglesias católica y evangelista pusieron todo lo que tenían y movilizaron más gente que el 13 J. Pero no resiste ningún análisis querer contar la foto de este miércoles como una postal en paridad. La historia de la plaza dividida, expresando la misma polarización que dentro del recinto, es una falacia. Lo habrán comprobado miles de manifestantes que hicieron un trayecto similar al de esta periodista. También lo habrán notado muchos y muchas periodistas que, en vivo, desde el lugar de los hechos, intentaron disimular la diferencia con planos cortos tras sus espaldas llenos de paraguas.
Los senadores y senadoras que votaron en contra del derecho al aborto sostuvieron la existencia de esa paridad. La realidad demuestra que, por lejos, los pañuelos verdes y naranjas ganaron la pelea en las calles. |