El escritor cubano pasó por Córdoba para presentar su nueva novela, "La transparencia del tiempo". Aquí, algunos de los mejores fragmentos de esa charla, y una breve entrevista a la que tuvimos oportunidad de acceder en exclusiva para La Izquierda Diario.
Leonardo Padura tiene esa manera de hablar pausada, firme y clara típica de los habaneros. Como si en cada pequeño silencio estuviese buscando la palabra justa que le dé un empujón a la siguiente. Con esa tranquilidad, el escritor, ensayista y guionista cubano, habló en la presentación de su nueva novela, La transparencia del tiempo, la novena de su serie de policial negro que tiene como protagonista a su ya reconocido personaje, el detective Mario Conde. Que en 2016 llegó a la plataforma Netflix, con la miniserie “Cuatro estaciones en La Habana”, con una adaptación realizada por el propio Padura y la escritora (y esposa del autor), Lucia López Coll.
Padura es sin dudas el escritor cubano contemporáneo más importante de su generación. Ha escrito una prolífica obra. Pasado perfecto, Paisaje de otoño, Adiós a Hemingway, Herejes, son solo algunos de los títulos que se destacan. Recibió el Premio de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza, además del Premio de la Crítica en Cuba, el premio Café Gijón y más de una decena de otros reconocimientos, como el reciente Princesa de Asturias de las Letras en 2015, por el conjunto de su obra.
Pero sin dudas, el trabajo que lo catapultó a ser uno de los autores más leídos en nuestro país, y que llevó a que creciera el interés por su obra toda, fue su bio ficción El hombre que amaba a los perros (2009), donde un escritor frustrado, se transforma en la voz que retrata parte de la vida de Trotsky en el exilio, hasta su asesinato en México en 1940, al mismo tiempo que en paralelo, recorre la vida de quien fuera su asesino, el agente estalinista Ramón Mercader.
Durante la larga charla, que se extendió por alrededor de dos horas, Padura habló de todo: de la Cuba post revolución y de su actualidad, de la homosexualidad, de la religión, de la cultura cubana; y de su literatura, que encierra todo lo anterior.
Nacido en 1955, durante el régimen de Batista, vivió todo el proceso histórico de la Revolución Cubana. El fusilamiento del Che, la muerte de Fidel, y el desarrollo de las reformas que se vienen llevando adelante, y que se profundizaron desde la asunción de Raúl Castro, hasta la última elección, donde asumió la presidencia Díaz Canel.
En la presentación, que fue además una especie de pre apertura de la 33° Feria del Libro y del Conocimiento de Córdoba, Padura estuvo acompañado por Nelson Specchia, ensayista y director del diario Hoy Día Córdoba, quien llevó adelante la charla.
Aquí, un repaso por algunas de las frases que quedaron de esa charla, y como cierre, en exclusiva, una breve entrevista que tuvimos la oportunidad de hacerle desde La Izquierda Diario.
Sobre el porqué se quedó en Cuba y la imposibilidad del exilio:
“Soy heredero de la cultura cubana, de un uso de la lengua, de un uso cubano del idioma español, heredero de Carpentier, Lezama, Cabrera Infante…”(…)“y también hay una cuestión familiar. Vengo de una familia de un barrio de La Habana, de Mantilla, donde nació mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre, nací yo y si hubiera tenido hijos también habrían nacido allí”.
“Si hay algo que yo tenía muy claro, era que quería escribir literatura cubana, sobre Cuba. Y para escribir esa literatura tenía que participar de la realidad que se vivía en Cuba. La percepción de esa realidad que tengo está desde la cercanía, desde la vecindad”.
Sobre la libertad que tuvo siempre para, desde su escritura, no dejar nunca de ser crítico:
“Para mi tener un espacio de libertad es fundamental como escritor y como persona. He buscado, he procurado y he luchado por esa libertad. En 1995 trabajaba como jefe de redacción de una revista cultural, y se dio en Cuba, por primera vez, la posibilidad legal de trabajar como artista independiente. El primer escritor independiente cubano fui yo. Entonces decidí que dejaba ese trabajo y me iba a mi casa. No teníamos mucho dinero mi mujer y yo, pero era una decisión irrevocable. Ese espacio de independencia yo tenía que aprovecharlo. Y yo que soy ateo, creo que a veces dios existe. Porque yo dejé de trabajar el 31 de diciembre de 1995, y el 13 de enero de 1996 me llamaron de España diciéndome que había ganado el premio Café Gijón, que representaba 2 millones de pesetas, que en ese momento eran 20 mil dólares. Y 20 mil dólares es siempre mucho dinero, pero en Cuba en ese momento era todo el dinero. Yo tenía más dinero que el gobierno”.
“En esa primera mitad de la década del 90 en Cuba, que es una década terrible en todos los sentidos, pero sobre todo en el de la vida cotidiana. Yo siempre digo que teníamos tantos, pero tantos problemas, que todo se podía reducir a nombrar tres: desayuno, almuerzo y comida”.
“Esa libertad con la escribo es un derecho y ese derecho en Cuba a veces no se entiende. Porque hay determinados funcionarios, concepciones, que piensan que hay decir las cosas buenas y no hablar de las cosas malas. Y yo creo que una realidad se compone de lados luminosos y de lados oscuros. Y como yo escribo novela negra, el lado oscuro está muy presente en mi obra”.
Sobre la cuestión de la homosexualidad en Cuba:
“A veces me califican de que soy un poco machista, de que Mario Conde es un poco machista. Yo digo, Conde es machista porque es un cubano común y corriente, y es parte de una cultura. Y a veces de manera casi inconsciente puede surgir ese machismo que nunca es agresivo físicamente”.
“La cultura cubana puede prescindir de sus escritores, pintores y cineastas, pero no puede prescindir de sus músicos. Porque las únicas cosas que traían los negros en los barcos negreros, eran su música y sus dioses, no traían nada material. Esa música se va integrando con la música española y lo mismo ocurre con la religión”.
"Esa propia cultura en que orishas y santos católicos se mezclan, creó toda una moral en que la homosexualidad era algo que se rechazaba, esto no es solo un fenómeno cubano, en Inglaterra, en los años 60, a los gays lo condenaban a la cárcel, en la misma época que los Beatles estaban con su música revolucionando el mundo. Y lo mismo pasaba en Cuba. Esto, sumado a una ideología que provocó una represión, hizo que la gente ocultara su sexualidad”.
“Afortunadamente en los 80 y 90 eso fue cambiando, y hoy en día la gente vive su sexualidad homo o hetero con mucha libertad. Al punto que se está pensando incluir en la nueva constitución la posibilidad del matrimonio entre los mismo sexos. Esto ha provocado una reacción social, eso ocurre en todas las sociedades. Lo mismo ocurre con el racismo”.
Sobre la situación política y económica actual:
“Hay una aparente inmovilidad en la isla, y remarco aparente, porque a pesar de que la estructura política sigue siendo la misma en Cuba, a pesar de que ya no están ni Fidel ni Raúl y hay un nuevo presidente, uno siente que la sociedad está en movimiento”.
“La sociedad cubana post revolucionada, sobre todo a partir delos años 70 y 80, consiguió una homogeneidad social. Había un nivel, no de pobreza, sino de escasez, de limitaciones, pero muy horizontal. Teníamos la posibilidad de ir a la universidad con unos zapatos y con los mismos zapatos a la noche salir a una fiesta. A partir de los 90 se dilata el tejido social y comienza a cambiar, y hoy se pueden ver esos resultados. Y es que han aparecido bolsones de pobreza muy preocupantes y destellos de riqueza. Lo curioso es que el gobierno está más preocupado por los destellos de riqueza que por los bolsones de pobreza”.
“Eso tiene muchas veces que ver con montar pequeños negocios privados. Que en algunos casos han excedido sus posibilidades, o han cometido algún tipo de delito, relacionados a la droga o la prostitución. Pero se ha logrado limitar la posibilidad de enriquecimiento por la vía de la pequeña propiedad privada, y sin embargo, estos bolsones de pobreza siguen existiendo, y la posibilidad de salir de esa situación es cada vez más complicada”.
“Se construye poco, y si se construye es para turismo, pero no para la población. En el precio de los alimentos estamos como ustedes, y en los barrios marginales no se puede ya acceder a la universidad como antes”.
Sobre Mario Conde, su literatura y su nueva novela, La transparencia del tiempo:
“Me planteé escribir una novela policíaca que fuera muy cubana, pero que no se pareciera a la novela policíaca cubana. Las novelas policíacas de aquella época, eran novelas de una absoluta reafirmación política e ideológica, y como toda literatura que se convierte en un arte al servicio de una idea política, se convierte en más mala que pegarle a la madre de uno”.
“Entonces creé un personaje que pudiera mostrar una parte oscura de Cuba, que investiga la corrupción de un funcionario. Conde es un hombre de mi generación, que me sirvió como gafas para mirar la realidad cubana, y lo que fue saliendo es un anti policía”.
“La novela transcurre y termina durante el año 2014, y ese año terminó de una manera muy rara. En esa sensación de inmovilidad de la que hablaba antes, y que no es tal, de pronto a las 12 del día hablaba desde Washington, Barack Obama, y en Cuba, Raúl Castro, diciendo que EEUU y Cuba comenzaban a restablecer relaciones. Las reacciones de las personas fueron de todo tipo. Mi esposa Lucía empezó a llorar, porque era algo que no nos creíamos. El papá de Lucía se fue a los EEUU cuando era una niña y nunca lo volvió a ver. Y esta ola, este diferendo de historias personales es infinita. Este proceso lamentablemente se ha enfriado con la llegada a la presidencia de Donald Trump”.
“En estos momentos, junto con esos bolsones de pobreza, uno de los problemas que tenemos es una población envejecida. Y una población envejecida con recursos limitados, mi madre cobra la pensión que heredó de mi padre. Esa pensión es de 240 pesos, que son unos 11 dólares, y una botella de girasol en Cuba cuesta casi 3 dólares, entonces como puede vivir una persona mayor que tiene que comprar medicinas y una serie de cosas. Y ese es un problema que Conde lo ve desde una perspectiva, donde él mismo, con 60 años, se ve reflejado”.
Sobre el exilio:
“Ahí entra el tema del exilio, los que se van. Hay un amigo de Conde, el "Conejo", que está pensando viajar, no en irse, pero Conde tiene miedo de que no regrese, porque hay una historia familiar ahí que pudiera atarlo. Y son como las señales de identidad de una generación, la posibilidad del exilio, el temor a la vejez, de la pobreza, de gente que ha desarrollado una espiritualidad, una capacidad de entendimiento de la realidad, pero que no puede hacer nada para cambiar el entorno donde están sumergidos”.
Luego de finalizada la presentación (y de la firma de varias decenas de libros), tuvimos la oportunidad de acceder a Padura y profundizar sobre El hombre que amaba a los perros.
Durante la charla, remarcaste que tu literatura está compuesta por parte de la realidad cubana, y que por eso Conde camina sin cesar las callecitas de La Habana. Teniendo a grandes personajes del siglo XX en la historia cubana, como Fidel o el “Che”, ¿por qué elegiste a León Trotsky para escribir esa especie de biografía ficcionalizada que resultó en El hombre que amaba a los perros?
Yo creo que el asesinato de Trotsky es una marca histórica fundamental en el siglo XX. Yo pienso que es como el “punto de no retorno” de la posibilidad de la concreción de la utopía igualitaria. Ya el estalinismo había llegado a un punto, en el que lo había hecho todo y solo le faltaba la sinrazón.
Y Trotsky, que estaba en México viviendo un momento de aislamiento (porque la izquierda internacional lo tenía aislado). Quizás también porque era un hombre excesivamente estricto en sus posiciones políticas, que tal vez debió haber sido un poco más flexible, sobretodo en esos momentos donde estaba atravesando este período de soledad. Bueno, su asesinato fue ya como una representación de esa irreversibilidad de algo que se intentó construir, como la construcción de un mundo mejor, y que terminó siendo lo que todos ya sabemos que fue.
¿Qué sabías de Trotsky estando en Cuba?
A mí una de las cosas que más me molesta, es que no me dejen conocer algo que quiero conocer, y es lo que creo que les pasa a muchos individuos: cuando te esconden algo, es cuando más curiosidad te da. Trotsky para mí fue una gran curiosidad. Quién era ese tipo que me decían era tan malo, que incluso lo sacaban de las fotos que se tomaban en la Plaza Roja, y que se publicaban libros en donde se lo calificaba de traidor, de falso profeta, y tal.
Eso me hizo interesarme en él. Y cuando fui por primera vez a México, en el año 1989, fui a la casa de Trotsky y fue un lugar que me provocó una gran conmoción. Creo que ahí empezó a escribirse una novela, que en otro momento no podía escribir, porque no tenía información, pero que años después cobró vida en El hombre que amaba a los perros.