Fotografía: - Foto LID-Philippe Alcoy
Nažalost se podría traducir por “qué lástima”. Es sin dudas la palabra que más sale de la boca del grupo de ex obreras de la fábrica de confección Borac de la ciudad de Banovići (a 40 km de Tuzla en el noreste de Bosnia). La empresa cerró hace ya algunos años y sus obreras organizan hoy una conferencia de prensa y una visita a lo que queda de la fábrica para denunciar, como tantas otras fábricas cerradas o en proceso de cierre en la región, el impago de las cotizaciones patronales para la jubilación, de las indemnizaciones de despido, etc.
En su mejor momento Borac empleaba hasta 400 trabajadores, sobre todo mujeres. Con una guardería, una cocina y comedor para el personal, una terraza frente a un pequeño río que pasa detrás del sitio para los momentos de pausa. Un servicio especial de transporte recogía a los trabajadores de otras fábricas de la ciudad, a los mineros y a las trabajadoras de Borac en distintas ciudades de la región.
Durante la guerra de 1992-1995, Borac producía para el ejército. Al fin de la guerra, los problemas comenzaron para la empresa. Poco a poco se la fue matando, liquidando, hasta su cierre definitivo hace algunos años.
Katastrofa. Una catástrofe para sus obreras. Muchas de ellas trabajaron durante 25 o 30 años en la empresa. Hoy se encuentran en una miseria total, dependientes de la solidaridad de la familia. Las que no tienen marido o hijos dependen de la ayuda de hermanos, sobrinos u otros familiares. Mucha bronca en sus caras marcadas por una vida dura, sin piedad. Obreras de entre 50 y 60 años, una generación aplastada por la guerra y la destrucción generada por la restauración capitalista y su lote de miseria, desempleo, cierre de fábricas…
A penas comienza la visita de los restos de la fábrica y uno puede ver, entre otros carteles de la época yugoslava, un banderín, cínico, de los juegos olímpicos de invierno que se llevaron a cabo en Sarajevo en 1984. Ironía: se trata seguramente de la fecha en que muchas de estas mujeres comenzaron a trabajar en Borac.
La visita continua. Humedad, oscuridad de un edificio abandonado. Una escalera nos lleva al lugar donde se situaba el taller. Hoy es solo una gran pieza vacía. O mejor dicho llena de escombros, pedazos de tela, botones, algunas agujas, todo tipo de basura y desechos, polvo. Un espectáculo desolador y chocante. Sobre todo para este grupo de trabajadoras. Es tal vez la primera vez para muchas de ellas que visitan el sitio desde su cierre. Se olvidan de las personas que las acompañan. Sus ojos buscan; se dividen por pequeños grupos. ¿A dónde van? No quedan dudas, cada una va casi automáticamente a ver lo que quedó de su puesto de trabajo. No quedó nada…
Una máquina solitaria (o lo que queda de ésta) se puede ver en el fondo. Me dirijo hacia ella. Me encuentro con una blusa de trabajo apoyada en la silla que se encuentra en frente de la máquina. Una de las obreras la recoge y me dice que era la suya. Luego de agarrarla con una clara delicadeza, como un objeto precioso de un tiempo pasado, la pone sobre un maniquí que quedó y junto a otra trabajadora me muestran cómo hacían, cómo trabajaban. Revolviendo en las porquerías que quedan en el suelo recoge un espejito roto y me vuelve a decir con gestos que era suyo. Más lejos se encuentra un cuaderno de apuntes y de tareas con su nombre escrito en la tapa. Sus ojos lo revisan de un lado y del otro. Antes de irse lo vuelve a dejar en el piso del taller…
Encuentro un pequeño cartoncito y me explican que se trata de un bono para comer. Nos dirigimos a lo que era el comedor. En la puerta de una sala cayéndose a pedazos como el resto del sitio se encuentra un cartel en donde se puede leer “vuestro deseo es nuestra obligación”. A los desechos se suman cubiertos, platos y sillas destruidos.
En el medio de todo esto un viejo afiche publicitario de los productos que se fabricaban en Borac. Las obreras van y vienen sin ni siquiera remarcarlos, como si la violencia de tanto cinismo acumulado ya les fuera totalmente indiferente. La cantante brasileña Alcione en una de sus canciones dice “cuanto a mi dolor no te preocupes amor, ya nos hicimos amigos, me duele despacio”…
No hay llantos. En realidad sí, pero muy discretos. Durante toda la recorrida de la fábrica, pequeños grupos se iban formando. Discusiones sobre lo que hay que hacer, gritos a veces. Al final, en una hoja, una a una las obreras dejan su número de teléfono. Quedar en contacto y organizarse colectivamente para obtener aunque sea lo mínimo. Al día siguiente, como todos los miércoles, hay una manifestación en Tuzla, a 40 km, con obreros de otras fabricas cerradas o siendo cerradas. Solo un grupo de las obreras de Borac irá, el boleto ida y vuelta de 7 marks convertibles (cerca de 3,5 euros) es muy caro para ellas.
Un obrero de Dita, otro ex gigante de la industria yugoslava condenado al cierre, decía en tono de broma pero con algo de verdad apuntando a un grupo de perros: “acá los perros tienen más derechos que los seres humanos”. Sin embargo, en una ciudad con una tasa de desempleo de 50% y 80% entre los jóvenes, con cientos de trabajadores viviendo en la miseria total, una parte de éstos comienza a organizarse para reclamar por sus derechos más básicos. En muchos aspectos se parecen a las organizaciones piqueteras surgidas en los años 90 en Argentina. Su capacidad de ligarse a la juventud precaria y a los trabajadores empleados va a ser sin ninguna duda fundamental. El ejemplo de las obreras de Borac que intentan organizarse a pesar de las enormes dificultades materiales y la violencia cotidiana de este sistema muestra que no todo es resignación, que la lucha y la organización pueden dar confianza y esperanza a nuestra clase. |