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La Izquierda Diario
28 de febrero de 2015 Twitter Faceboock

Historias de mujeres
Matilda Rabinowitz: un tornado ruso sacudió a Estados Unidos
Jazmín Ortiz

Tatiana Gitel Rabinowitz, alias Matilda, tuvo una vida intensa. En el transcurso de un año y medio participó de importantes huelgas textiles como la de Lawrence de 1912 y la de Little Falls de 1913, y se destacó como agitadora en las plantas automotrices de Detroit. Obrera, inmigrante y militante, con 26 años se había ganado su lugar en la historia de la clase trabajadora norteamericana, marcada a fuego por la pelea que libraron miles de mujeres por el pan y las rosas.

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Vientos de época

Matilda nació en Ucrania en 1887. Cuando cumplió 13 años partió a Nueva York, donde pronto comenzaría a trabajar en una de las nacientes fábricas textiles que proliferaban en gran parte del país, favorecidas por la creciente concentración económica, la industrialización y la enorme reserva de mano de obra barata que proveía la inmigración masiva. Si compartió con cientos de miles de extranjeras jóvenes y pobres las condiciones de superexplotación que Estados Unidos les tenía reservadas, también fue parte de las que lucharon para cambiarlas.

Mientras Rabinowitz transitaba su adolescencia, una serie de huelgas impulsadas por obreras textiles atravesaban el país del norte. Cuando tenía 22 años, las “niñas obreras” conmovieron a Nueva York con su gran huelga de los “piquetes móviles”, dirigida por Clara Lechmil. Al año siguiente, en 1911, ante una protesta, la patronal de la Triangle Shirtwaist Company ocasionó un infame incendio en su fábrica, provocando la muerte de 23 hombres y 123 mujeres, en su mayoría inmigrantes del este europeo, de entre 14 y 23 años de edad. Este episodio puso en evidencia las terribles condiciones a las que se veían sometidas las obreras de la rama y hasta dónde podía llegar la burguesía para acallar sus reclamos. Fue durante aquel año que Matilda se acercaría definitivamente a las ideas del socialismo, primero uniéndose al Partido Socialista y luego a los combativos Industrial Workers of the World (IWW)* que, desde 1905, se habían lanzado a organizar a los trabajadores no calificados, las mujeres y los negros, quienes no encontraban representación en la tradicional central sindical, American Federation of Labor (AFL).

En 1912, de la mano de la IWW, la joven Rabinowitz colaboró con las trabajadoras de Lawrence (Massachusetts) en la histórica huelga de Pan y Rosas, juntando fondos y alimentos. Si bien su participación fue menor, gracias a esta experiencia pudo conocer a dirigentes como Elizabeth Gurley Flynn y constatar el potencial que ofrecía la organización de las mujeres.

Sería posteriormente al triunfo en Lawrence, a cargo de miles de obreras que proclamaban que era “mejor morirse de hambre peleando que morirse de hambre trabajando”, cuando Matilda pasaría a la primera línea, destacándose como una gran agitadora en la huelga de Little Falls, entre octubre de 1912 y enero de 1913. La prensa pronto comenzaría hablar de esta “niña agitadora”, que hizo temblar a las autoridades de Nueva York por más de catorce semanas.

Una tormenta en Little Falls

El 1º de octubre de 1912, en el estado de Nueva York, entró en vigencia la ley de 54 horas de trabajo semanales. Como ya habían hecho en Lawrence, los capitalistas de Little Falls rápidamente encontraron la forma de evitar que sus bolsillos salieran perjudicados, realizando un recorte proporcional a los salarios. Los trabajadores de la Phoenix Mill y la Gilbert Mill salieron a las calles. Si bien, a diferencia de Lawrence, la protesta comenzó siendo pacífica, los hechos no tardarían en cobrar otra dinámica en gran parte debido al rol que jugaron la IWW y su principal agitadora, Matilda Rabinowitz. Conociendo en primera persona la situación que se vivía en las fábricas y gracias a su participación previa en la lucha de clases, no tardaría en dirigir a los huelguistas –de los cuales, dos tercios eran mujeres, principalmente polacas, húngaras, austríacas e italianas-. Durante esta lucha, la joven rusa se hizo cargo de juntar fondos, conseguir la ayuda legal, organizar la comida y los piquetes, viajar a lo largo del país para buscar solidaridad y escribir en el periódico de la IWW, el Industrial Worker.

Matilda no sólo se enfrentó a los patrones, sino que debió lidiar con la AFL, que se involucró para minar el conflicto, intentando atraer a un sector de los manifestantes y arreglar con los funcionarios. Contra la campaña que el gobierno y la prensa realizaban contra los huelguistas, tildándolos de “elementos extranjeros”, la IWW, a través de Matilda y otros organizadores, ayudó a instaurar comités de huelga de acuerdo a las nacionalidades y las plantas, articulados alrededor de demandas comunes, que designaban responsables para la publicidad, el dinero y las marchas. Como, a pesar haber transcurrido casi cuatro meses, los trabajadores y trabajadoras seguían en pie, los empresarios debieron otorgar un aumento de sueldo que iba del 5% al 16%. La reunión final de de todos los huelguistas, colmada de festejos, fue presidida por Matilda Rabinowitz.

Las huellas del tornado

Terminada la huelga de Little Falls, Matilda se dirigió hacia un nuevo desafío: las plantas automotrices de Detroit, donde los obreros comenzaban a levantarse y pronto librarían una de las primeras grandes luchas del sector. Con su personalidad y su discurso político, se ganó el respeto de 3 mil obreros de la Ford que se congregaban para oírla. Frente a las amenazas recibidas, declaró: “voy a hablar a los trabajadores automotrices de Detroit aunque me pudra en la cárcel por ello”. A pesar de haber sufrido la cárcel, al poco tiempo volvió a la carga. La planta de Ford debió prohibir a los operarios que salieran durante el horario de almuerzo para evitar que escucharan la “pequeña belleza rusa” –como la nombrarían en los diarios-.

Matilda Rabinowitz dedicó dos años más a viajar por el país, de una batalla a otra. En 1914 participó de los conflictos de obreras textiles en Carolina del Sur y Carolina del Norte. Allí, escribió en su libro Del diario de una organizadora obrera: “Luego de la cena, las tareas del hombre terminaron. Pero las de las mujeres siguen (…) [con] las interminables tareas de la casa (…). Ningún descanso, ninguna recreación (…). Esclavas de las fábricas y esclavas de los esposos, trayendo a la vida niños esclavos”.

En 1915 Matilda abandonó su trabajo de agitación, aunque siguió escribiendo en el Industrial Worker y militando por el socialismo, hasta su muerte en 1963. Si bien no prosiguió el ritmo vertiginoso de militancia que tuvo durante sus años de juventud, dejó un legado imborrable. Su nombre está asociado a la valiente lucha de las obreras norteamericanas por los derechos de las mujeres y de toda la clase trabajadora. Su historia es actual porque expresa el desafío que tenemos planteado hoy: que sean cada vez más las mujeres organizadas y al frente, peleando por el pan y por las rosas.

* Industrial Workers of the World, Trabajadores Industriales del Mundo

 
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