Allá por los años ’50, Chile mostraba grandes avances en lo que era el tema de salud, especialmente la Salud Pública. Ya en el año 52 contábamos con el Servicio Nacional de Salud (SNS), modelo similar al que Cuba o Inglaterra implementan hasta estos días con excelentes resultados para la calidad y el acceso a la salud.
El SNS estaba encargado de la protección de la salud para toda la población y del fomento y recuperación de la salud de los obreros, esposa e hijos hasta los 15 años, incluyendo la indigente. Recibía aportes fiscales directos financiados con cargo a impuestos generales, aportes previsionales provenientes de los obreros (y sus empleadores), trabajadores independientes y el pago de bolsillo que realizaran sus usuarios.
Paralelamente igual existían las Mutuales y el SERMENA, cuya polación beneficiaria eran trabajadores activos o pasivos (y sus cargas) afiliados a las distintas cajas de previsión públicas y privadas; se desarrollaban en los establecimientos del SNS o a través de proveedores privados mediante la modalidad de libre elección (bonos) creada en 1968.
El "divide y vencerás" que acabó con la salud para todos
Para darle un espacio en las finanzas de la salud a las Isapres, en 1979, el régimen procuró fusionar los fondos del SNS y el SERMENA: naciendo así el Fondo Nacional de Salud (FONASA). No hubo que esperar más que un año para la irrupción del seguro privado (Isapres) que no sólo administraría cotizaciones de salud, sino que las más suculentas y con la potestad de crear centros prestadores de salud.
Sumado a esto el antiguo SNS se desmembró en el Sistema Nacional de Servicios de Salud, que hoy representan 29 a lo largo del país y que deben gestionar independientemente los fondos que le entrega el estado, resultado: multimillonarias deudas hospitalarias. Con quién: con los prestadores privados.
Con 29 distintos terrenos administrativos, con la municipalización de la atención primaria y con la entrada de multiseguros privados; se desintegraron las redes de las salud pública y su integridad sucumbió. Así, FONASA se ha ido convirtiendo en una de las principales fuentes de riqueza de los privados, ya que actualmente debe suplir su falta de insumos y personal, comprándole a quienes surgieron en Dictadura , cuando nuestras vidas se volvieron rentabilidad en las Isapres.
Replantearse un sistema más justo no está desligado del rol que cumplen los trabajadores y trabajadoras de la salud pública, ya que la gestión de los recursos en base a las necesidades de ese 76% de FONASA, depende de ellos. Replantearse un Sistema Universal como el que tuvimos, aspirando más allá del Seguro Universal- como plantea el Frente Amplio- es la única vía para acabar con la administración de nuestras cotizaciones a merced de los privados y con un acceso oportuno y de calidad en la red pública de salud: una salud para todos. |