En el mundo hay más de 821 millones de personas que padecen hambre, con 151 millones de niños que tienen un retraso en el crecimiento por malnutrición, además de 672 millones de adulto que padecen obesidad como resultado de la misma.
Así lo señaló la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en su último reporte El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (2018) presentado este martes 11 de septiembre.
“Los nuevos datos continúan indicando un incremento del hambre en el mundo y una inversión de las tendencias tras un prolongado descenso. Se estima que en 2017 el número de personas subalimentadas aumentó hasta los 821 millones: alrededor de una de cada nueve personas en el mundo”, señaló el organismo en su informe.
El número de personas subalimentadas del mundo ha ido en aumento desde 2014, y se estima que alcanzó 821 millones en 2017.
El hambre ha aumentado en los últimos tres años, pasando de 804 millones de personas en 2016 a 821 millones en 2017, volviendo a los niveles de hace una década. La situación empeora en América del Sur, en donde la prevalencia de subalimentación ha aumentado del 4,7 % en 2014 a un 5,0 % proyectado para 2017. En África, con una situación más acuciante en la región subsahariana, el hambre afecta a casi el 21 % de la población (más de 256 millones de personas), mientras que la tendencia decreciente de la subalimentación que caracterizaba a Asia parece estar ralentizándose de forma significativa, con el 11,4 % de la población afectada (515 millones de personas).
La inseguridad alimentaria grave en 2017 es más alta que en 2014 en todas las regiones excepto América Septentrional y Europa, con aumentos notables en África y América Latina.
Desnutrición infantil
Otro elemento crítico es el referido a la desnutrición en menores. Según el informe, se ha avanzado poco en la reducción del retraso del crecimiento infantil: “Aunque continúan realizándose ciertos progresos en la reducción del retraso del crecimiento, los niveles siguen siendo inaceptablemente elevados. Casi 151 millones de niños menores de cinco años de todo el mundo, o más del 22 %, estaban afectados por retraso del crecimiento en 2017 en comparación con los 165 millones en 2012”.
En 2017, el 7,5 % de los niños menores de 5 años padecía emaciación (desnutrición aguda infantil). La prevalencia de la emaciación sigue siendo extremadamente alta en Asia (9, 7) %, donde casi uno de cada diez niños menores de cinco años tiene bajo peso para su estatura, en comparación con solo uno de cada cien en América Latina y el Caribe (1,3 %).
A nivel global, África y Asia contaban con el 39 y el 55 % de todos los niños con retraso del crecimiento, respectivamente. En todas las regiones, alrededor de una tercera parte de todos los niños con emaciación identificados padecían emaciación grave, con la excepción de América Latina y el Caribe, donde una cuarta parte de los niños afectados padecían emaciación grave.
“La emaciación continúa afectando a más de 51 millones de niños menores de cinco años del mundo y estos niños tienen un mayor riesgo de morbilidad y mortalidad. Además, 38 millones de niños menores de cinco años sufren sobrepeso”, señalaron.
Aumento de la obesidad
La otra cara del hambre es la referida a la obesidad: “La obesidad en adultos está agravándose y más de uno de cada ocho o, lo que es lo mismo, más de 672 millones, son obesos. La desnutrición y el sobrepeso y la obesidad coexisten en muchos países”.
El problema es más acuciante en América del Norte, pero África y Asia también están experimentando una tendencia al alza, según el informe.
En América Latina la tendencia entre 2012 y 2016 al aumento de la prevalencia de la obesidad en adultos también se expresa en algunos países tales como México (del 26,0 % al 28,4 %), Argentina (del 26,3 % al 28,5 %), Brasil (del 19,9 % al 22,3 %) y Colombia (19,9 % al 22,1 %).
La subalimentación y la obesidad coexisten en muchos países e incluso pueden darse juntas dentro del mismo hogar: “El costo más alto de los alimentos nutritivos, el estrés que significa vivir con inseguridad alimentaria y las adaptaciones fisiológicas a la restricción de alimentos ayudan a explicar por qué las familias que enfrentan inseguridad alimentaria pueden tener un riesgo más alto de sobrepeso y obesidad”.
“El escaso acceso a los alimentos hace que aumente el riesgo de bajo peso al nacer y retraso del crecimiento en los niños, que están asociados a un mayor riesgo de sobrepeso y obesidad en etapas posteriores de la vida”, señaló la FAO.
Reporte 2018 con enfoque en la crisis climática entre las causas
En el informe anterior de la FAO se observaba que existían tres factores responsables de las tendencias recientes que afectan a la seguridad alimentaria y la nutrición de diversas maneras y que dificultan el acceso de las personas a los alimentos: los conflictos, el clima y las crisis económicas.
Tras un estudio profundo del rol de los conflictos en el informe de 2017, esta parte del informe de 2018 se centra en la función del clima, más específicamente en la variabilidad climática, que afecta a los patrones de lluvia y las temporadas agrícolas, y en los fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones.
“La exposición a eventos climáticos más complejos, frecuentes e intensos amenaza con menoscabar y revertir los avances realizados en la erradicación del hambre y la malnutrición”, indica la FAO en el informe. “El efecto acumulativo de los cambios en el clima está minando todas las dimensiones de la seguridad alimentaria, esto es, la disponibilidad de alimentos, el acceso, la utilización y la estabilidad”, señala.
Aumento del número de desastres extremos relacionados con el clima entre 1990 y 2016.
Los cambios en el clima ya están socavando la producción de algunos cultivos principales como el trigo, arroz y maíz en las regiones tropicales y templadas y, si no se desarrolla resiliencia climática, se espera que la situación empeore a medida que las temperaturas aumentan y se vuelven más extremas.
“La nutrición es extremadamente susceptible a los cambios climáticos y, como resultado, soporta una pesada carga, como lo demuestran el deterioro de la calidad de los nutrientes y la diversidad en la dieta de los alimentos producidos y consumidos, las repercusiones en el agua y el saneamiento y los efectos en los patrones de riesgos sanitarios y enfermedad”, indican.
El análisis incluido en el informe indica que la prevalencia y el número de personas subalimentadas tienden a ser más elevados en países muy expuestos a fenómenos climáticos extremos. La subalimentación es también mayor cuando la exposición a estos eventos extremos se ve agravada por un alto porcentaje de población depende de sistemas agrícolas que son muy sensibles a la variabilidad de lluvias y temperaturas.
Las temperaturas anómalas en las áreas agrícolas continuaron siendo más altas que la media a largo plazo en el período 2011-2016, lo que provocó episodios más frecuentes de calor extremo en los últimos cinco años. La naturaleza de las temporadas de lluvia también está cambiando, con el inicio tardío o temprano de las precipitaciones y su distribución desigual dentro de la propia temporada.
Los daños a la producción agrícola contribuyen a la falta de disponibilidad de alimentos, con efectos colaterales que provocan alzas en los precios alimentarios y pérdidas de ingresos que reducen el acceso de la población a los alimentos.
El reporte sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo es una publicación anual realizada por la FAO, junto a la Organización Mundial de la Salud, UNICEF, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola y el Programa Mundial de Alimentos, para un seguimiento de los progresos relacionados con la erradicación del hambre y la mejora de la seguridad alimentaria y la nutrición, y está dirigido a responsables de las políticas, organizaciones internacionales, instituciones académicas y al público general. |