Los caminos para lograr nuestras reivindicaciones
Es indudable que en estos últimos años la “agenda de derechos” ha tenido importantes avances en nuestro país. La lucha de décadas de distintos colectivos logró imponer leyes como la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario, la posibilidad de acceder legalmente a marihuana, etc. Todos estos cambios constituyen avances importantes, que muchas veces además contrastan con las realidades de países vecinos y de la región.
Es cierto también que los logros en la agenda de derechos se dieron durante los periodos que gobernó el Frente Amplio aunque el rol que ha jugado la coalición de izquierda y la forma en que trata estos temas merecen un análisis más profundo.
La agenda de derechos en era frenteamplista
A lo largo de todos estos años el Frente Amplio desde el gobierno ha dado pasos para la ampliación de derechos civiles pero en una forma en que resultan digeribles para el sistema capitalista y pueden convivir con él.
En sus procesos de aprobación, con sus idas y venidas de negociaciones, componendas y lobbies parlamentarios se han ido perdiendo los aspectos más cuestionadores y revulsivos de esas reivindicaciones para aparecer como un conjunto de reformas parciales y limitadas; separados además de una crítica profunda y de raíz al sistema capitalista.
Así ha sucedido con varias de estas leyes, como la del aborto que salió como un derecho recortado y acotado luego del veto que le puso el propio presidente Tabaré Vázquez o como sucede ahora con la ley trans que se debate en una negociación con la derecha (de los partidos tradicionales y del propio Frente Amplio) para darle concesiones y dejar contentos a los sectores más conservadores.
Siguiendo con el ejemplo podemos ver cómo la ley del aborto no ha permitido que se ejerza hasta el final el derecho básico y elemental de las mujeres a disponer de sus cuerpos ya que existe una cierta tutela del Estado en su propia decisión.
Es sabido además que muchas mujeres no logran efectivizar la interrupción del embarazo, tanto por trabas legales y burocráticas como la objeción de conciencia, lugares de residencia alejados, acceso dificultoso a los servicios de salud, como por aspectos estructurales de nuestra sociedad patriarcal que por ejemplo llevan a la falta de independencia y autonomía de la mujer en relación a los hombres - en ocasiones por dependencia económica o por violencia de género y maltrato.
El límite de los derechos formales en las democracias capitalistas
El logro de derechos desde el punto de vista formal no garantiza en lo más mínimo que esto se cumpla en la realidad: no es lo mismo ser una trans pobre o una trans rica; la pertenencia de clase define la posibilidad de efectivizar los derechos en la práctica y eso no se resuelve solamente con una ley sino con cambios estructurales que cuestionen la sociedad capitalista en la que vivimos. Quienes nos reivindicamos socialistas revolucionarios creemos que no puede haber fin de la opresión de cualquier tipo si se perpetúa la desigualdad de clase y la explotación de una clase sobre otra.
El fenómeno del Frente Amplio y su incorporación “lavada” de la agenda de derechos es parte de un fenómeno más internacional e histórico.
Se trata de un proceso político de los últimos 40 años en que el movimiento LGTBI tendió a la institucionalización y oenegización apostando a la extensión de derechos formales y en coexistencia con las democracias neoliberales.
La presión, negociación y el lobby se transformaron en los caminos válidos para lograr las reivindicaciones de los sectores oprimidos relegando el método de las movilizaciones en las calles y las aristas más profundamente cuestionadoras que supo levantar el movimiento en los 60 y 70.
Recuperar la tradición de Stonewall de cara a la Marcha de la Diversidad
La revuelta de Stonewall en el 69 fue el pico más alto de toda una generación de luchadores de las minorías sexuales y disidentes que entendía que la lucha contra la opresión sexual es indivisible de la lucha contra la sociedad capitalista.
Un movimiento que no se conformaba con la ampliación de derechos formales sino que cuestionaba el capitalismo, la iglesia, la familia, el sistema educativo, la medicina, el orden represivo y la moral de las clases dominantes, porque entendían que también el sistema se vale de la homofobia y el machismo para perpetuar la dominación y la explotación.
No está en discusión que hay que defender toda conquista, por más parcial y fragmentaria que sea, pero no con la lógica de que se transforme en un fin en sí mismo sino que sirva a la perspectiva de fortalecer un movimiento que cuestione la raíz de la sociedad y en unidad a los otros sectores oprimidos y explotados (trabajadores, negros, inmigrantes, etc.).
De cara a la Marcha de la Diversidad hay que recuperar este espíritu transformador que se aleje de los caminos de la institucionalización que nos propone el Frente Amplio.
Basta de marchas auspiciadas por empresas que transforman la lucha por los derechos en una cuestión de marketing y que al mismo tiempo que ponen plata como auspiciantes explotan y hambrean a sus trabajadores.
Hay que diferenciarse de esos políticos que votan planes de ajuste y que niegan presupuesto a la salud o la educación pero que luego quieren tomar las justas y sentidas reivindicaciones populares para conseguir votos.
Los socialistas revolucionarios luchamos por un movimiento de la diversidad sexual independiente del Estado y de los partidos que perpetúan este régimen de dominación. Un movimiento que no sea corporativo, que pueda vincularse solidariamente con otras causas – como la de las mujeres o la discriminación racial - y que proponga unirse a la clase trabajadora para derrotar este sistema de explotación y opresión, debiendo combatir al interior de sus propias filas toda manifestación de homolesbotransfobia y de machismo. |