Este año la juventud argentina despertó. La marea verde por el aborto legal, seguro y gratuito llenó las calles de pibas y pibes. Y no alcanzaron a pasar unos meses desde que los dinosaurios del Senado nos negaron ese derecho, para que el movimiento estudiantil se pusiera de pie en defensa de la educación pública y en apoyo a la lucha de los docentes. Como no se veía hace casi dos décadas, miles de estudiantes universitarios protagonizaron movilizaciones masivas, tomas de facultades y asambleas multitudinarias en las principales ciudades del país.
En el momento más álgido de la lucha estudiantil, las direcciones kirchneristas de los principales gremios docentes universitarios firmaron un acuerdo salarial con un recorte de más del 17 %, si nos guiamos por la inflación proyectada por el propio gobierno, con la oposición de miles de docentes en todo el país, incluyendo siete asociaciones de base de la propia CONADU, además de CONADU Histórica, que rechazaron el acuerdo (Córdoba, Rosario, entre otras). De esta forma, en uno de los peores momentos del gobierno, el kirchnerismo le hizo un enorme favor a Macri. Así, no solo le dieron un aire necesario al gobierno para lanzar una contraofensiva sobre la lucha estudiantil, sino que se sumaron a presionar para bajar las medidas de lucha y evitar que el movimiento desbordara a las burocracias docentes y estudiantiles, radicalizándose.
Pero el despertar de la juventud tiene raíces profundas y se da en el marco de un nuevo saqueo histórico contra los trabajadores y los sectores populares. Si frente a crisis nacionales anteriores, como el 2001, la juventud intervino dispersa y sin organización, hoy hay nuevos actores políticos como el movimiento de mujeres y estudiantil que potencian la posibilidad de desarrollar una fuerza social con los trabajadores para enfrentar el saqueo del gobierno. Estamos frente a una nueva generación que despierta a la vida política que le da forma a un nuevo movimiento estudiantil, que plantea la hipótesis de que sea un actor relevante en la actual crisis en curso.
Postales de un movimiento
La Plata. María Eugenia Vidal envía las fuerzas policiales de la provincia a reprimir a los trabajadores del Astillero Río Santiago. A pocas cuadras de ahí, minutos antes, despedían los restos de Chicha Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo. Al día siguiente por la mañana, cientos de trabajadores comienzan a marchar a la gobernación en repudio a la represión e instalan una carpa en la puerta. Pero no llegan solos. Unos mil estudiantes, con columnas destacadas de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Nacional de la Plata, junto con unos dos mil docentes que venían de varias semanas de paro, los acompañaron.
Unos días después, la noticia de la permanencia impulsada por los trabajadores en el Astillero exigiéndole insumos a los gerentes para poder trabajar, se esparció por las tomas estudiantiles de La Plata. Inmediatamente, cientos de estudiantes partieron a bancar a los astilleros. Un trabajador cuenta que se sentó a descansar luego de horas de idas y vueltas, pero cuando escuchó a los estudiantes que venían, se subió arriba de un camión y agitó con la bandera al grito de “¡obreros y estudiantes, como en el Cordobazo, ¡qué cagazo!”. Las masivas asambleas estudiantiles votaron e hicieron efectivo el apoyo a los trabajadores que en la década del 90 fueron símbolo de la resistencia a las medidas privatizadoras del gobierno de Menem y que hoy se configuran como una vanguardia obrera en la resistencia a los ataques del macrismo y el saqueo en curso. Miles de estudiantes empiezan a ver a los astilleros como su referencia y miles de obreros, a ver a los estudiantes como sus aliados.
Córdoba. Es la provincia de la reforma universitaria y del Cordobazo, pero también es (tristemente) célebre en los últimos años por ser bastión del macrismo, e históricamente por conservar rasgos clericales fuertemente conservadores. Cientos de estudiantes están reunidos en la facultad de derecho de la Universidad Nacional de Córdoba y debaten sobre el ajuste en la universidad. Pero mientras debaten, algo les hace ruido. La universidad es pública y laica, pero ahí en el patio, imperceptible en la cotidianidad, pero ineludible tras la marea verde, posa una virgen. Lo que en otro momento era parte del status quo se vuelve un símbolo reaccionario para una juventud que viene de salir por decenas de miles a las calles al grito de “aborto legal”.
La asamblea toma una decisión: acabar con la convivencia pacífica y al grito de “¡Iglesia, y Estado, asunto separado!” retirar a la virgen de su comodidad. Un pequeño gran acto de insurgencia, que se completó con la toma de varias facultades cordobesas, la realización de asambleas interfacultades masivas y desde las bases, el pedido de renuncia de las autoridades pro clericales, el repudio de las corrientes burocráticas progubernamentales como Franja Morada (que llegaron a organizar patotas para bajar las tomas) y el continuo choque con las corrientes políticas que no querían ni tomas ni autoorganización desde las bases, como La Bisagra (ligada a Unidad Ciudadana). Ese “olor a reforma universitaria”, que se empezó a sentir en Córdoba, se repitió en varias universidades del país, bajo el mismo espíritu, como en Medicina de la UBA, y en Luján, la ciudad de la famosa virgen.
Facultad de Psicología de la UBA. Había pasado una semana desde que la dirección kirchnerista de CONADU junto con la FEDUN cerraron una paritaria a la baja entregando la lucha. El ministro de Educación, los medios masivos de comunicación y los decanos (los dinosaurios del régimen universitario), leyeron esa firma como la señal para desatar una campaña de demonización contra los estudiantes que seguían tomando sus facultades, como en Filosofía y Letras, Sociales y Psicología de la UBA. Por la noche había asamblea y ya por la tarde se rumoreaba (el rumor es el principal medio de comunicación en momentos de revuelta) que la Franja Morada y los “anti toma” se estaban organizando para reventar la asamblea y levantar la toma. Son las 20:35 y son 300 los “anti toma” en la puerta de la facultad, con los medios de comunicación afines haciendo girar el dínamo. Pero adentro son más de mil los estudiantes que sienten que están cambiando todo. Se escucha decir a une: “después de esta toma es un antes y un después. Se va a empezar a discutir de política en las aulas”. Ya no se “huele” a reforma; se habla de reforma. Comienza a activarse el repudio al régimen antidemocrático (¡a vos te queda poco Biglieri botón!, fue uno de los hits de la noche) y a la ideología reaccionaria de unos planes de estudios vetustos. Se agita la defensa de la educación pública y le gritan a los anti toma “andá a la UADE, la yuta que lo parió...”.
En todo el país emergió un activismo que se organizó desde las bases y que tomó definiciones políticas. Un ejemplo es la facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en donde el CEFyL votó consignas de lucha como el no pago de la deuda pública, al FMI y los especuladores; reafirmó la pelea por el aborto y exigió la separación de la Iglesia y el Estado; se pronunció contra las conducciones kirchneristas que entregaron la lucha paritaria; impulsó acciones combativas como cortes en 9 de Julio y buscó desplegar lo más posible la organización de base con el objetivo de ampliar y fortalecer el centro, con asambleas con protagonismo de independientes, comisiones de base y elección de delegados por curso.
Estas son solo algunas postales de lo mejor que dio una movilización que, como vemos, no se quedó solo en el apoyo a los docentes ni en demandas gremiales, y se extendió por todo el país: estas imágenes se repitieron con asambleas interfacultades masivas y tomas en Jujuy, Rosario, Mar del Plata, que desbordaron a las conducciones burocráticas de los centros de estudiantes, liderados por la Franja Morada, el PJ y el kirchnerismo, y hasta otras organizaciones como el PCR o Patria Grande.
Raíces de un florecer
A comienzos de este año, con motivo del aniversario del Mayo Francés y de la Reforma Universitaria, analizábamos cómo durante largos años el movimiento estudiantil y la universidad argentina en general, se mantuvieron sumidos en un “conformismo” forjado por el modelo impuesto por la Ley de Educación Superior y el desvío kichnerista a la crisis del 2001.
Dos años y medio de macrismo comenzaron a resquebrajar ese status quo que durante mucho tiempo se basó en dos premisas centrales. Por un lado, en el sostenimiento de una universidad precarizada, establecida por la LES, en donde el cogobierno universitario, alternado entre peronistas y radicales, administran la miseria presupuestaria.
Por otra parte, esta quietud se sostuvo mediante un enorme aparato de contención de las burocracias estudiantiles, que llevaron a un proceso de degradación de los centros y federaciones estudiantiles, transformándolos en prestadoras de servicios que venían a “cubrir” los huecos de la universidad precarizada. La Franja Morada y el PJ, que codirigen la Federación Universitaria Argentina (FUA), son impulsores por excelencia de este modelo de Centros de Estudiantes estatizados y regimentados, ligados por uno y mil lazos con las gestiones universitarias. El resto de las corrientes, incluso sectores de la izquierda como el Partido Obrero, no rompieron con la idea de Centros de Estudiantes de servicios, y se limitaron a mantener federaciones y centros que funcionan como cáscaras vacías o meras “chapas políticas”, llegando a realizar todo tipo de alianzas supuestamente “instrumentales” con corrientes kirchneristas para mantenerlas.
Ambos elementos, que han sido eslabones muy importantes en las cadenas de integración política de la juventud al régimen, comenzaron a ponerse en cuestión. ¿Y qué pasó en el medio para que estas cadenas empezaran a moverse? La enorme marea verde que inundó el país en lucha por el aborto legal, seguro y gratuito dio paso a una nueva generación política que empezó a cuestionar lo establecido e instituido. Y no es sólo un fenómeno cultural: esa juventud al mismo tiempo comenzó a hacer una experiencia con un régimen de “dinosaurios” que no tiene nada que ofrecerle. Pese a las enormes movilizaciones por el aborto, pese al masivo reclamo por la educación pública, las demandas no fueron escuchadas, sino más bien ninguneadas y atacadas. La pregunta por el “¿qué hacer entonces?”, es un foco de politización y organización.
Por otro lado, el salto de la crisis y el enorme saqueo en curso, que solo puede darle trabajos precarios a la juventud y degradación del sistema de educación, le pone límites a la idea de progreso material mediante becas o ingreso a la investigación. No hay margen para concesiones y se debilita el poder de contención de las burocracias y del gobierno. Muchos estudiantes quizá no viven aún una degradación radical de sus condiciones de vida, pero comienzan a despertar a la política en un clima enrarecido, en donde empiezan a surgir elementos de polarización social (como muestra por derecha el ataque salvaje a la docente en Moreno, y como contracara por izquierda las acciones radicalizadas de los trabajadores del Astillero). Este choque de aspiraciones y expectativas con la realidad, en donde reclamos de masas no encuentran respuesta, está dando pie a una juventud politizada y cuestionadora, ubicada en la oposición al macrismo pero sin una identidad clara aún, que comenzó a sacar la conclusión de que nada bueno va a venir “de arriba”, sino que empieza a pelar y organizarse “desde abajo”.
Es decir, el movimiento estudiantil comenzó a despertar no solo por demandas propias o corporativas -más allá de que el ajuste sobre la educación pública y el salario a los docentes son motores importantes-, sino más bien como generación política. Tomando el relato de Marc Kravetzy A. Grisset, sobre mayo del ‘68, podemos decir de forma análoga que “es primero como ciudadanos, en el sentido de 1789, que los estudiantes se rebelaron, y no como estudiantes desfavorecidos” [1]. Por lo tanto, sería estrecho afirmar que hay una evolución progresiva entre los reclamos “sindicales” del movimiento estudiantil, y su aparición política en la escena nacional, sin ver que esta irrumpe de lleno en la juventud, revolucionando la manera de actuar y de pensar.
O con los trabajadores o con los empresarios
Lo que vimos este mes son recién las primeras experiencias de una nueva juventud, pero nos aventuramos a decir que estamos en la antesala de grandes acontecimientos históricos en Argentina, en donde el actual movimiento estudiantil es solo un anticipo. La perspectiva de forjar esa “alianza temeraria” con el movimiento obrero que ha sabido revolucionar la universidad, derribar gobiernos y cambiar épocas, ya no es una pieza de museo, es una pelea actual y una descarnada lucha contra las burocracias sindicales y estudiantiles. Y es tanto contra los enviados del gobierno en la universidad (Franja Morada y afines, los decanos peronistas y radicales), que se oponen a los métodos históricos de lucha estudiantil y bregan por una educación cada vez más expulsiva de los trabajadores, como con quienes, enarbolando la bandera de “hay 2019” (las agrupaciones estudiantiles kirchneristas y los decanos “progres” pero que votan el presupuesto de miseria), quieren evitar a toda costa que la energía de la movilización los sobrepase y se los lleve puestos.
La misma experiencia de lucha va mostrando con mayor nitidez que defender la educación pública en tiempos de crisis económica y saqueo, requiere que el movimiento estudiantil se ubique como un actor no corporativo, que pelee por una salida de conjunto para que la crisis no la paguen los trabajadores sino los capitalistas. Es decir, que busque ser un factor para articular la fuerza social que se requiere para derrotar al gobierno: la clase trabajadora, en alianza con el movimiento estudiantil y el movimiento de mujeres. Si el primer ensayo de unidad obrera estudiantil de los astilleros y los estudiantes movilizados de La Plata se multiplica en todas las ciudades, otra sería la historia.
Quedó claro también que para esto se impone con urgencia la necesidad de refundar un movimiento estudiantil combativo, antiburocrático y pro obrero, y por ende, de superar el estado de agonía al que las burocracias estudiantiles condenaron a los centros y federaciones como herramientas de lucha y organización.
Porque hay que perder toda ingenuidad: esa agonía no es solo debilidad de los aparatos que la sostienen. Es degradación de sus métodos, y un giro a la derecha en su práctica y ubicación política. Las patotas de la Franja Morada para bajar las tomas como vimos en Córdoba; las campañas criminalizadoras de las gestiones, la derecha y los medios de comunicación como en Psico de la UBA; la impunidad con la que hablan nuevos intelectuales al estilo de Milei y académicos ultra derechistas, muestran elementos de polarización social y que el movimiento estudiantil y la universidad misma están en disputa. Si históricamente estos sectores lucharon por una universidad elitista y alejada de los trabajadores, cualquier síntoma de superación de su status quo, y más si quienes lo cuestionan simpatizan con la clase a la que le temen, más organizados y reaccionarios serán sus métodos. Por eso, el cuestionamiento de conjunto a la universidad es más que necesario: o es una universidad cada vez más elitista, o es una universidad al servicio de los trabajadores y los sectores populares.
El movimiento estudiantil, al no ser una clase social, sino una capa social sensible a los cambios más generales que operan en la sociedad, y en la lucha de clases en general, necesariamente entra en disputa entre estas dos opciones que mencionamos: o se va ubicando del bando reaccionario, en defensa del orden existente y girando a la derecha, o comienza a aliarse a los trabajadores y a cuestionar la universidad de conjunto. La definición del movimiento estudiantil como “caja de resonancia” [2] tiene plena vigencia y actualidad. Al expresar contradicciones del conjunto de la sociedad, puede actuar como empuje catalizador de las contradicciones sociales fundamentales (que su lucha y organización aliente, por ejemplo, a que sectores de la clase trabajadora gane mayor confianza para pelear) o adelantar estallidos y conflictos latentes de la lucha de clases. Trotsky describió esta dinámica, planteando que “cuando la burguesía renuncia consciente y obstinadamente a resolver los problemas que se derivan de la crisis de la sociedad burguesa, cuando el proletariado no está aún presto para asumir esta tarea, son los estudiantes los que ocupan el proscenio”.
Para desarrollar esta perspectiva, existe un punto de apoyo claro: la imagen y la experiencia de asambleas masivas, de interfacultades de miles de jóvenes en las principales ciudades del país y la multiplicación de comisiones de base obligó a quienes posan de amigables servidores de los estudiantes, radicales y peronistas, a mostrar su verdadera cara de patoteros y carneros. Miles de nuevos estudiantes aprendieron y corearon el grito de “¡se va acabar, se va a morir, la burocracia estudiantil!”, y conquistaron el método de autoorganzación, retomando lo mejor de la experiencia reciente del movimiento estudiantil, como en el ‘95, ‘99 y 2005, donde también se pusieron en pie comisiones de base y asambleas interestudiantiles.
Pero tampoco hay que olvidar cómo agrupaciones que vociferan contra Macri, no sólo entregaron la lucha docente desde CONADU, sino que en muchos casos llegaron a boicotear abiertamente las asambleas y las tomas, como en Rosario y en Córdoba. La fuerza desde la base, el espíritu asambleario y de autorganización, es el punto de apoyo para recuperar nuestros Centros de Estudiantes y Federaciones para la lucha junto a los docentes y los trabajadores, es decir, lo contrario a los acuerdos con kichneristas que no se proponen verdaderamente refundar nuestras herramientas de lucha y organización, y desterrarlas de toda “herencia morada”.
¿A dónde vamos?
Al calor de estos combates se está forjando una nueva juventud y junto con ella, una vanguardia de lucha que no se va a volver tranquila a su casa después de esta primer etapa y empieza a reflexionar qué política se necesita para triunfar. Los fenómenos juveniles en todo el mundo han sido la base para el surgimiento de nuevos fenómenos y organizaciones políticas. Así fue en el Estado Español donde Podemos buscó darle expresión política (y contención) al movimiento juvenil de “los indignados”; Sanders con el movimiento “Ocuppy Wall Street” en Estados Unidos, o el Frente Amplio en Chile con las movilizaciones estudiantiles del 2011. En el otro extremo de la polarización, también fenómenos como Bolsonaro en Brasil han logrado el apoyo de sectores importantes de la juventud, especialmente en sus estratos más altos. Todo desvío y contención en los marcos del régimen capitalista, ha allanado el terreno para respuestas reaccionarias como demuestran estas “nuevas derechas”.
Esta dinámica plantea dos caminos posibles para los fenómenos progresivos en la juventud y el movimiento estudiantil. El primero es la incorporación de estos movimientos a los marcos del régimen político y social a costa de su cooptación y desvío, dando pie a nuevos fenómenos reformistas impotentes para dar una salida de fondo en el marco de una nueva situación internacional. Es lo que pretende en Argentina el proyecto del kirchnerismo y el “hay 2019” que no expresa más alternativa que seguir pagando la fraudulenta deuda pública y administrar la decadencia nacional, y por eso parlotean contra Macri, pero le salvan el pellejo, como hicieron en el conflicto universitario.
El segundo camino es empezar a construir una fuerza social y política que desarrolle estas tendencias en el sentido de derrotar el plan de ajuste del gobierno y el FMI, y por ende cuestionar hasta el final a este régimen político y social podrido de raíz. Para esto, el punto de partida es comenzar a unir a la juventud que salió a las calles con el movimiento obrero, rodeando cada conflicto de solidaridad frente a los ataques del gobierno, y transformándolas peleas de cada sector en grandes causas nacionales que expresen la voluntad de los trabajadores y la juventud de pelear contra este gobierno hambreador. Levantar instancias de apoyo y coordinación desde la base, entre trabajadores, estudiantes y la comunidad, puede transformar ese espíritu en una gran fuerza material.
En lo inmediato esta planteado impulsar un plan de lucha que se plante en serio y evitar que se apruebe el presupuesto de ajuste de 2019 que están decidiendo a espaldas del pueblo los dinosaurios del senado, tanto los macristas como los “opositores” del PJ y el Frente Renovador. Esto implica necesariamente levantar la consigna del no pago de la deuda externa, y la nacionalización de la banca y el comercio exterior, ya que sin estas medidas elementales todo presupuesto que se vote es en beneficio de los grandes capitalistas. También implica cuestionar profundamente este régimen político oligárquico, de jueces y senadores prehistóricos que se burlan descaradamente de la voluntad de millones. Nosotros luchamos por un gobierno de trabajadores en ruptura con el capitalismo, y en esta situación proponemos como medida democrática de emergencia la convocatoria a una Asamblea Constituyente, libre y soberana en la que se exprese verdaderamente la voluntad popular y se puedan discutir y decidir medidas para que la crisis la paguen los capitalistas.
Frente a la perspectiva de “hay 2019”, tenemos que ser claros en que la lucha es ahora y en esta pelea el movimiento estudiantil está llamado a cumplir un papel muy importante. Si dejamos pasar el ajuste que está en curso, estamos condenados a más hambre, miseria y toda la degradación social a las que nos lleva este sistema de explotación y opresión. Esperar hoy es mortal. Ya las medias tintas mostraron que son incapaces de cambiar esta situación, y los “males menores” sólo dejaron que avancen “males mayores”. Por eso las agrupaciones que conforman la Juventud del PTS junto a estudiantes independientes que vienen peleando juntos en este conflicto educativo, están discutiendo como desafío la necesidad de construir una red nacional de agrupaciones anticapitalistas con todas y todos aquellos que compartan estas perspectivas para que la crisis la paguen los empresarios, los que la generaron. |