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La Izquierda Diario
30 de noviembre de 2024 Twitter Faceboock

ENTREVISTA A JAVIER SÁEZ
Sobre la traducción de “un archivo de sentimientos” de Ann Cvetkovich
Eduardo Nabal | @eduardonabal

“El enfoque de las diásporas, la migración y la racialización ha sido central en las teorías queer desde sus inicios.” Javier Sáez, activista marica y traductor.

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“Un archivo de sentimientos” es un libro inmenso que partiendo de los abusos sexuales en la infancia y de la salida del armario como lesbiana construye un archivo y también una arquitectura que liga y reúne el y los traumas como espacios de posibilidad y visibilidad. Sexualidades poco convencionales, la diáspora, el activismo anti-sida, la inmigración de diferentes pueblos y razas a EEUU, todo ello contado con valentía y sin pelos en la lengua.

Supongo que si la lectura del libro ya es un viaje duro por los sentimientos vinculados a realidades personales y sociales, al traducirlo has compartido con la autora la mezcla de dolor, valentía y pasión que desprende cada capítulo con su especificidad. Háblanos de esto y de Ann Cvetkovich.

Javier Sáez: Sí en efecto, el proceso de traducción me afectó personalmente, creo que es la única ocasión en mi vida que he llorado mientras traducía algunos pasajes del libro. Los capítulos sobre la crisis del sida son muy duros, y por supuesto la sombra de la muerte de Paco Vidarte planeaba todo el tiempo cuando lo traducía. Hubo un momento muy hermoso, una casualidad maravillosa: en un pasaje del libro la autora cita un libro de Derrida, Mal de archivo. Como traductor, uno tiene que utilizar el texto de la edición española de los libros citados, no debe hacer la traducción directamente. Resulta que la persona que tradujo Mal de archivo al castellano fue Paco Vidarte. Fui a mi biblioteca a buscar el libro, es una traducción maravillosa, de gran calidad. De pronto me vi copiando las propias palabras de Paco, poniendo la cita de Derrida con sus mismas palabras, en este libro. Entonces la muerte de Paco, mi trauma y mi duelo por esa muerte a causa del sida, lo que no se archiva, todo se cerraba en esta casualidad inquietante y hermosa de la cita de Derrida.

En cuanto a Ann Cvetkovich es una académica referente en los estudios del trauma desde hace bastantes años. Su principal aportación es precisamente, como se ve en este libro, llevar el estudio del trauma más allá del campo médico-clínico, y ponerlo en relación con lo social, lo político, lo sexual y el poder.

Llama la atención como la autora plantea algunas paradojas, al no desligar, si no me equivoco del todo, el trauma con determinados estilos cambiantes de sexualidad lesbiana poco convencional, como las sexualidades butch-feme o el S/M ¿Estás de acuerdo en todos sus postulados en los que llega a utilizar el psicoanálisis?

Creo que Cvetkovich hace un uso bastante original de las teorías del trauma de Freud, y a la vez muy riguroso. Freud abre varias paradojas con este tema, el trauma como físico y como psíquico a la vez, la teoría de la seducción (como una reelaboración a posteriori de una fantasía sexual, donde puede que no se produjera un abuso real en la infancia, pero puede que sí), el uso de Freud del trauma para elaborar la noción de histeria… todos esos problemas son abordados de forma muy potente por la autora. Hay algo central en estos capítulos que tiene que ver con la vulnerabilidad, tanto mental como corporal; todo el capítulo sobre la sexualidad butch-femme está hablando de esa fragilidad, y a la vez de esa fortaleza. Articular el trauma del contacto físico con el contacto emocional es algo muy complejo, y sin embargo ella lo logra hacer, sin caer en lecturas simplonas de las culturas butch-femme, sino mostrando toda su diversidad de roles y de afectos.

Volviendo a Freud, y a la palabra “trauma”, me fascina que en alemán “Traum” significa sueño, y también ilusión y utopía. Me gustaría explorar más esas vertientes del trauma como potencia, como utopía o sueño. Pero eso lo dejamos para otra entrevista.

El trauma de la inmigración pocas veces se tiene en cuenta desde un punto de vista de las historias por contar de las personas con sexualidades no heteronormativas. No obstante, en ello hay algo del origen y el desarrollo de las culturas queer ¿Qué opinas del enfoque trans-nacional?

El enfoque de las diásporas, la migración y la racialización ha sido central en las teorías queer desde sus inicios. La autora lo explica muy bien en el libro. Hay una tendencia eurocentrada o colonial a la hora de leer las sexualidades no normativas, incluso por los llamados movimientos de liberación sexual. Las lecturas que hace Cvetkovich del trauma que supone abandonar tu tierra y tu familia, son importantes, porque solo se suele ver este proceso como una liberación: la lesbiana africana o asiática que se “libera” yendo a San Francisco, o sin ir más lejos el marica burgalés que se va a Madrid para salir de su trauma y de su armario, como fue mi caso; de la migración interna nacional marica, bollera o trans tampoco se habla mucho, ni de los traumas que nos produjeron los curas a los niños maricas y a las niñas bolleras con su homofobia feroz, traumas que siguen causando a miles de criaturas cada día. Pero esa lectura oculta las diferentes estrategias de supervivencia que se dan en los países de origen (ser bollo o marica en Turquía, India, o Uganda son experiencias intransferibles, se habla poco de las que se quedan allí a vivir), o el hecho de que lo que llamamos LGBT puede no existir en otras culturas, hay otras formas de vivir y representar la sexualidad que no pasan por conceptos occidentales o recientes como gay o lesbiana. El libro muestra estas diversidades y sus matices, e incluso el trauma del exilio y el retorno, y los problemas de la traducción cultural y sexual.

La autora trata también del archivo, de la memoria. ¿Por qué es eso importante para las minorías sexuales?

Es importante porque hay una jerarquía en lo que se archiva y en lo que no. El que tiene el poder de escribir tiene el poder de hacer la historia, y de borrar de ella lo que no le interesa. La heterosexualidad como régimen político se basa en ese poder de archivar y de no archivar. Las historias, vidas, traumas, duelos, logros, de bolleras, lesbianas, bi o trans se suelen borrar, omitir, ningunear, invisibilizar, o prohibir. Nunca llegamos al archivo. Como tampoco llegan las personas racializadas, gitanas, negras, indígenas, y mucho menos si son mujeres. La lucha por el archivo es una lucha política, de supervivencia y de potencia. El que archiva tiene el poder, y el archivo a su vez realimenta ese poder, quién existe y quién no. Este libro desmenuza con mucho cuidado y cariño ese proceso de archivo, desde los videos, las fotografías, los fanzines, las pegatinas, las grabaciones sonoras… son fragmentos de memoria y de afecto que han sobrevivido gracias al activismo feminista y lesbiano, que han luchado contra esa heteroentropía que busca la muerte térmica de nuestras vidas y de nuestros recuerdos.

La autora nos recuerda la importantísima labor de las lesbianas en la lucha contra el SIDA y cómo eso las ayudo a comprender mejor sus sexualidades y sus luchas. ¿Como ves tu este legado, el de Act-Up, que nunca debe perderse?

El legado de Act-Up es fundamental como ejemplo de lucha colectiva y como memoria de una época donde la homofobia se articuló con la muerte de forma desastrosa. Pero en general esta memoria ha quedado acaparada por los hombres gais. El trabajo solidario y de apoyo de muchas mujeres lesbianas ha quedado invisibilizado (no se archiva), y uno de los grandes valores de este libro es recuperar esa memoria, entrevistando a muchas lesbianas que estaban en Act-Up. Esto pone de relieve que el sida también afectó a estas mujeres, ver morir a tantos amigos, la impotencia, la homofobia, la desidia institucional… todos esos duelos les afectaron, por eso creo que el sida, o el VIH, no es solo una cuestión de infección, sino de afección. Y en ese sentido la crisis del sida, que no ha terminado, nos afecta/infecta a todos y a todas. También me parece importante recordar que en España pasó algo parecido, no se ha reconocido suficientemente el gran trabajo solidario de las lesbianas de grupos como LSD, que en los años 90 tuvieron un papel clave y pionero en la lucha contra el sida en el Estado español.

Este libro desmonta definitivamente el tópico de que la gente o la escritura “queer” se queda en la teoría y no trabaja los sentimientos o la memoria. ¿Qué opinas tú?

Creo que es un gran malentendido cuando se habla a veces así de los movimientos queer, y que es injusto. La gran mayoría de la gente que estaba o está en movimientos queer viene del activismo, del feminismo radical, de arriesgar mucho de sus propias vidas, incluso en entornos académicos donde no son bienvenidas y donde hacen una gran labor. De hecho, deberíamos reconocer mucho más a todas esas lesbianas visibles que han impulsado los movimientos feministas y queer, y que han sabido combinar un activismo de calle, social y político, con elaboraciones teóricas y académicas de gran nivel. Este libro es un homenaje a ese activismo, y por eso creo que marca un hito en la historia y en la memoria de las culturas lesbianas.

 
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