Publicado por Debate en 2018, Ya tú sabes. Expedición al enigma cubano, de la periodista Gabriela Esquivada, recorre las contradicciones del proceso cubano y la relación siempre tensa con su vecina Miami, tan cerca pero tan lejos de La Habana.
Encrucijada probablemente sea una palabra sobreutilizada para hablar de Cuba en diferentes momentos de la historia. Ese hecho no niega que la isla, su proceso revolucionario y los años que siguieron no hayan estado en la encrucijada innumerables veces. También se ha dicho demasiadas veces que es complicado hablar de Cuba y su revolución. Lo dicen los cubanos con conocimiento de causa y lo dicen quienes, como Gabriela Esquivada, se animan a bucear la realidad cubana.
Ya tú sabes intenta un retrato de Cuba, sin arrogancia académica y dándole voz a los protagonistas bautizados para esta crónica: la Médica, la Señora que Alquila, la Reina, la Otra Productora de Televisión y el Poeta. Así recorremos distintos capítulos que se encargan de contarnos el lado B de las políticas económicas y las medidas macro, cuyo ritmo marca un proceso de restauración capitalista: los inventos cotidianos para sobrevivir con el salario promedio, la multiplicación del cuentapropismo o las relaciones con Miami. Muchas de las historias que leemos en este libro nada tienen que envidiarle a las aventuras del detective cubano Mario Conde y sus amigos en La Habana, a quienes les da vida Leonardo Padura. “La Médica sueña con tener solucionadas esas necesidades y emplear su tiempo en pensar. Dice eso: pensar. Sólo un día sin pasar trabajo [pasar necesidades, tener problemas, NdR]”.
Es cierto que Ya tú sabes tampoco pretende ser un texto ideológico o que se sitúe claramente en la divisoria de defensores / detractores de la revolución de 1959 y su legado, hoy trastocado. Esquivada elige narrar las contradicciones, de Cuba pero también del destino de gran parte del exilio cubano en Miami y, en general, Estados Unidos y el sueño que encarna:
Porque, conviene recordar, en los Estados Unidos también se pasa trabajo. La inseguridad laboral, los malos salarios, la cuota del automóvil (...) Y todo el paquete de bienes de consumo que se podrían sintetizar en las temibles palabras los biles (de bills: facturas) de las tarjetas de crédito.
Entre esos contrastes, la autora recorre Cuba, desde los años del denominado Período Especial de comienzos de los años 1990 hasta el descongelamiento de las relaciones entre La Habana y Washington o entre Raúl Castro y Barack Obama.
Es muy interesante la presencia de Miami en el relato de Cuba que ensaya Esquivada. Además de los elementos esperables como la migración y las operaciones políticas de Estados Unidos, está la metamorfosis de Miami. De su pasado como destino turístico por excelencia hasta el paisaje carcomido por los carteles de ejecuciones de hipoteca, Esquivada no se priva de abordar la transformación que resultó de los sueños en los pantanos que compró Walt Disney mediante una miríada de pequeños inversores a mediados de los años 1960. Entre los paralelismos entre la decadencia arquitectónica de La Habana y la gentrificación de Miami, el capítulo “Metáforas” se mete en esos lazos que unen ambas ciudades.
Como una suerte de novela coral, pero en la que nada es ficción, los personajes recorren los principales pasajes de la historia cubana. La muerte de Fidel Castro en 2016 sirve para analizar algunos aspectos de uno de los principales líderes de la Revolución de 1959, y varias de las políticas y acontecimientos que se desprendieron de ella, como el bloqueo estadounidense a la Isla, que recrudeció las crisis económica (sobre todo después de la caída de la Unión Soviética).
Otro pasaje olvidado de las relaciones entre ambos países es la llamada Operación Peter Pan que, según opinó Enrique Flores-Galbis (un ex Pedro Pan), “fue el programa más exitoso del Departamento de Estado contra Cuba”. La Operación comenzó el 26 de diciembre de 1960 y apuntó especialmente a los hijos de la clase media profesional, sobre todo luego de la suspensión de la educación religiosa en la Isla. Niñas y niños cubanos que llegaban solos a Estados Unidos eran instalados en campamentos hasta que pudieran reunirse con familiares en ese país. Esquivada señala correctamente cómo los opositores a la Revolución tomaron,
… la bandera sensiblera de la infancia (...) el testimonio de unas damas cubanas en gira de conferencias por América Latina, un all-inclusive de la CIA: “Ya las escuelas enseñan a los niños que denuncien a sus padres si dan señales de discrepar con las acciones del gobierno. A los de primer grado les enseñan a leer así: F de fusil, R de Revolución y P de paredón”.
La Operación fue parte también del gran sistema de propaganda contra Cuba y la Revolución, del que participan desde la revista Time que hablaba de la desesperación para sacar a los niños de Cuba, pasando por la Iglesia católica, hasta el propio presidente John F. Kennedy que continuaría las medidas de su antecesor Dwight Eisenhower e implementaría las suyas como el bloqueo o enfrentaría crisis como la de los misiles en 1962.
En los años 1980, el éxodo conocido como “El Mariel” (por el puerto cubano desde donde salían los barcos), como cuenta Esquivada, representó un fracaso importante para el gobierno cubano y para los emigrados. Para el primero, “estos emigrados simbolizaron un fracaso especialmente doloroso: no pertenecían a la antigua burguesía temerosa de perder sus privilegios: eran hijos de la Revolución”. Para los emigrados en Miami, “los marielitos eran impresentables porque rompían la imagen de un exilio dorado compuesto por gente bien, y bien blanca”. Pero los marielitos no serían el único episodio, una nueva oleada de balseros provocó otra crisis entre ambos gobiernos. Una nueva crisis en 1994 obligó a que el presidente estadounidense por entonces, Bill Clinton, pase su cumpleaños en medio de negociaciones con el gobernador demócrata de Florida y la Fundación Nacional Cubano Americana (anticastristas) para frenar la llegada de balsas desde la isla.
Las negociaciones diplomáticas incluyeron voceros no oficiales como el escritor colombiano Gabriel García Márquez, cercano a Fidel Castro, que le transmitió a Bill Clinton el mensaje del comandante cubano: “quería llegar a un entendimiento sobre los balseros en las conversaciones bilaterales que comenzarían la semana siguiente en Nueva York”. En medio del bloqueo, que se mantiene firme incluso después del deshielo de Raúl y Obama, las relaciones cubano-estadounidenses mantuvieron vías diplomáticas. La crisis de los balseros culminaría después del acuerdo que consistió en un cambio de la política de Estados Unidos, que ya no aceptaría automática a toda persona que llegara “irregularmente” a sus costas desde Cuba y desde la Isla se comprometían a controlar la salida. “El 10 de septiembre de 1994, la Guardia Costera de los Estados Unidos rescató a 1.004 balseros. El 14, a 17. El 18, a ninguno”.
Cruzada por la historia, esta suerte de novela de no-ficción, avanza a través del Período Especial, el retiro y posterior muerte de Fidel, las medidas aperturistas de Raúl, que abrieron paso a un proceso de restauración capitalista a vela desplegada y la visita de Barack Obama. La llegada del demócrata a la isla quizás fue el punto más alto del denominado deshielo, que sin embargo se demostró más efímero de lo esperado. El triunfo de Donald Trump supuso un nuevo “barajar y dar de nuevo” en las relaciones entre Estados Unidos de Cuba, y seguir alimentando el enigma, hoy bajo el primer gobierno no encabezado por el apellido Castro, comandado por Miguel Díaz Canel.
Un final alternativo de Ya tú sabes habla de los cambios en la migración cubana en Miami, el quiebre generacional y la suavización de las emociones contra la Revolución, también habla del cambio en los motivos de quienes dejan la isla. El cambio de gobierno, con la asunción de Díaz Canel, jura resistir en el discurso contra la restauración capitalista, aunque ese proceso esté en marcha hace varios años. Lo cierto es que el nuevo presidente se enfrenta al desafío de gobernar una sociedad cubana más heterogénea y también más desigual, como apunta Esquivada. También debe enfrentar un gobierno estadounidense que hizo borrón y cuenta nueva y, quizás tenga una agenda política que se asemeja más a la vieja Pequeña Habana Miami. Algo de eso se vio en el mensaje de Trump en 2016, ya muerto Fidel: “Con la ayuda de Dios, lo que pronto conseguiremos es una Cuba libre”. Más allá de las promesas de resistencia del gobierno cubano o las esperanzas de la Washington de Trump, el enigma cubano continuará, como cierra su libro Esquivada citando al reggaetonero Jacob Forever, “hasta que se seque el Malecón”.