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La Izquierda Diario
6 de octubre de 2018 Twitter Faceboock

Cine
De acá a la China: una aventura de supermercado
Martín Pared

Se estrena en Buenos Aires la película que narra la historia de un argentino que viaja a China a abrir un supermercado para "vengar" a su padre. Podrá verse a partir de mañana en el Centro Cultural Recoleta. Su director nos cuenta las peripecias del rodaje.

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Seguramente el contexto en el cual uno mira una película no es un tema menor. Sin dudas la situación predispone a que una película toque alguna fibra, provoque una emoción, dibuje una sonrisa o arranque una carcajada. Haber visto de “De Acá a la China” en otro país tiene su condimento. La casualidad o no quiso que quien colabora con la prensa y difusión de este largometraje me invitara a verla el verano pasado (invierno europeo) al recibirme en su casa de El Raval de Barcelona, barrio de inmigrantes de la capital catalana. Supermercados, viaje a lo desconocido y aventuras. Estos son algunos de los condimentos de esta comedia dramática que no fue estrenada en el circuito comercial, aunque ya fue vista por cerca de 4 mil personas en distintas ciudades de la Argentina. Ahora la película dirigida y guionada por Federico Marcello y de producción completamente independiente, podrá disfrutarse durante tres fechas en el Centro Cultural Recoleta (CABA): los domingos 7, 21 y 28 de octubre a las 20.30.

Este filme rodado en las ciudades de Shanghái y Xiamen y donde casi no participan actores profesionales, narra la historia de Facundo, cuyo padre tenía un almacén en el barrio porteño de Saavedra y en los ’90s tuvo que cerrar sus puertas por la proliferación de los supermercados chinos. Treinta años después, Facundo viaja al otro extremo del planeta con el objetivo de "vengarse" abriendo el primer supermercado argentino en China.

"De Acá a la China" invita a sumarse a la aventura de viajar a un lejano punto del planeta donde no parecen haber barreras para que se crucen historias de vida de mundos tan lejanos. Federico Marcello conversó con La Izquierda Diario y nos cuenta las peripecias de una idea que comenzó como documental y terminó como ficción.

  •  ¿Cómo nació "De Acá a la China"?

    Surgió con Pablo Zapata y Julián Árenzon, que son dos amigos con los que cada tanto hacemos documentales. Antes habíamos hecho un documental en Sudáfrica sobre el Apartheid. Después hicimos un documental en Israel-Palestina sobre el conflicto en esa zona y queríamos hacer un tercer documental tratando de contar cómo era la vida de los chinos que viven en la Argentina, de dónde vienen, quiénes son, por qué vienen a la Argentina y por qué abren supermercados. La intención era justamente hacer un documental con ese fin de conocer ese trasfondo que nosotros no conocemos. Entonces empezamos a desarrollar el guion-documental con el plan de ir a Fujian, que es la provincia desde vienen el 85 por ciento de los chinos que llegan a la Argentina. Yo empiezo el desarrollo del guion que era mi parte, ya que Pablo estaba ocupado con el estudio del lugar, de cómo llegar, dónde ir a parar, qué bondi tomar. Siempre buscamos para en casas como para hacer las cosas más fáciles y entrar desde otro lado, más cercano.

    Entonces, cuando estoy desarrollando el guion surge la idea de la venganza, de un argentino que quiere ir a China a vengarse porque su padre tenía un almacén y cuando llegaron los chinos no pudo competir y tuvo que cerrar. Entonces el contexto documental era en medio de esta venganza. Y la venganza consistía en abrirse un supermercado allá. Las entrevistas que queríamos hacer iban a ser en contexto de supermercado. Desarrollando el guion paulatinamente la ficción se fue devorando a las entrevistas. Lo que era originalmente 99 por ciento documental y 1 por ciento ficción terminó siendo completamente al revés. Terminamos con una película de ficción con intervenciones del decano de la Universidad de Fujian, con tres eminencias, un sociólogo, un historiador y un especialista en migraciones que están distribuidos en la película tirando algún dato. Terminó de esa forma.

  •  ¿Cuántas personas trabajaron en total en el proyecto?

    Terminamos siendo 13 personas las que estuvimos durante el rodaje en China y después terminamos trabajando algunas de esas personas a lo largo de todo el proceso.

  •  Entiendo que la mayoría de quienes actúan en la película no son actores profesionales, entre ellos vos que además dirigís. Imagino que el guion con el cual llegaste a China también sufrió su mutación en el transcurso del rodaje ¿Cómo fue el proceso del rodaje?

    Fue lo más rico de todo el proceso. Durante 6 meses yo laburaba toda las noches sobre un guion de cómo me imaginaba esta historia sabiendo que allá me iba a encontrar con otro mundo. No tenía idea si iba a poder conseguir tal elemento pero necesitaba tener una base. Entonces escribí todo el guion a conciencia de que íbamos a conseguir todo. Primero llegamos cinco personas a China que estuvimos todo un mes haciendo la pre producción. En ese período, con el guion que yo había llevado escrito fuimos conociendo gente que rápidamente la íbamos incorporando al guion, modificando el personaje que yo tenía escrito por esa persona que habíamos conocido. Y entonces esa persona nueva me terminaba de ordenar las secuencias que continuaban su participación en la historia, alimentándose un poco con lo que la persona traía y con lo que el guion proponía. Y en esa mixtura calzó todo inexplicablemente orgánico.

  •  Y sin manejar el idioma, ¿no?

    Ahí apareció uno de los tantos milagros que tuvo la película porque realmente hacer un proyecto así implica que le pongas mucha voluntad al mismo tiempo que haya alguna ayuda o pueda acompañarte cierta suerte de conocer a determinadas personas. Por esas cosas conocimos a un muy amigo… que tenía un amigo que conocía a alguien que hace mucho había conocido y era chino. Me pone en contacto con esa persona por mail que me responde con una foto junto a una parrilla diciéndome “me sumo al proyecto por completo”. Y esta persona es Hu que junto a Chen Mo son una pareja de Shanghái que cuando les cuento la idea deciden venir a ayudarnos desde Shanghái a Fujian durante un mes para estar con nosotros en el rodaje. El primer mes estuvimos sin traducción. Nos manejábamos con una libreta haciendo dibujos, preguntando por cosas a la gente por dibujos o a alguno que enganchamos con inglés le preguntamos palabras como “luces”, “rieles”, “alquiler de lentes”, todas esas cosas que íbamos armando en una libreta y salíamos con eso a preguntar. Hasta que llegaron Hu y Chen Mo y nos ayudaron con todo lo que fue la traducción. Hu hablaba muy bien castellano y hablaba perfecto mandarín. Ellos habían vivido en la Argentina un tiempo y fue cuando habían conocido al amigo de mi amigo y por ellos los conocí. Había vivido acá hasta 2001 cuando se volvieron a China.

  •  ¿Qué otras personajes que puedas destacar que hayan conocido?

    Momo, que es el personaje que hace de vecino. Siempre tuvimos en el guion inicial antes de viajar a China el papel del vecino que iba todo el tiempo a comprar algo. Estaba configurado de una manera muy presente como el vecino buena onda que se acercaba para ver si necesitaban algo. Conocimos a Momo y automáticamente se sumó a la película. Calzó perfecto todo. Le dieron mucha vida. Justamente aporte que hace toda la gente que apareció es alimentar la historia y darle como un color, una vida que uno nunca podría imaginarse escribiendo desde la casa. Eso para mí es la riqueza de ir y hacerlo en China.

  •  ¿Y cómo consiguieron el supermercado donde se desarrolla la película?

    Nos dividimos las tareas entre cinco y cada uno se iba durante todo el día a hacer una cosa por su cuenta y volvíamos a la noche al mismo lugar que era un altillo que nos dieron para dormir una ONG. Y a la noche cada vez que volvíamos hablábamos de lo que habíamos conseguido. Y un día tuvimos que salir a buscar un supermercado, fui a buscar varios y cuando seleccioné 15. Fui con Momo a ver los tres que más nos gustaron para ver si podíamos. Hasta que llegamos con Momo a este que terminó siendo y en 1 minuto y medio nos dijeron que sí. Pero el primer día de rodaje cuando terminamos a último momento cae el verdadero dueño de la locación que es el que le alquila el espacio al dueño del supermercado. Entonces tuvimos que arreglar con ese también y fue más complicada. Pero eso cayó justo porque encima cuando lo vimos “es este”. Tenía como una atmósfera de barrio, de esa cosa en la esquinita.

  •  Y evidentemente había mucha buena onda y entusiasmo para sumarse por parte de toda esta gente…

    Totalmente. Nosotros hicimos esta peli sin ningún tipo de subsidio ni público ni privado, sino con los recursos que teníamos nosotros mismos y la gente se iba sumando, se iba imantando a la bola que había generado en ese momento. Y se sumó mucha gente. Creo que en su momento habíamos superado los 200 chinos que ayudaron de alguna manera. Cuando hice la lista de agradecimiento final de la película son casi 7 minutos de agradecimientos a quienes nos dieron una mano. La predisposición fue increíble todo el tiempo.

    Nosotros estábamos en una ciudad que se llama Xiamen que tiene bastantes extranjeros viviendo ahí pero en ese lugar particularmente no están muy integrados como puede ser en Beijing o Shanghái. Lo que pasó es que cuando contábamos el argumento muchos chinos no sabían dónde quedaba Argentina, los que sabían no sabía que existían supermercados chinos y de todos los que hablamos solo una persona había escuchado la historia de una prima de una amiga que había venido a Argentina a abrir un supermercado. Y eso que estábamos en la provincia de donde vienen todos los chinos que llegan a la Argentina.

  •  Hay un personaje chino que aparece y canta “El país de la libertad” de León Gieco ¿Cómo fue eso?

    Si, él obviamente no conocía a León Gieco y le presentamos nosotros esa canción que interpreta en la película. En cinco minutos la sacó con la guitarra y la armónica escuchándola por primera vez pero como si la conociera hace tiempo. La incorporó inmediatamente porque al traducirla había que encontrarle como era el fraseo. En cinco minutos lo resolvió. Hermoso, muy lindo.

  •  ¿Y cómo les transmitían el guion a los actores para armar las escenas?

    Ho les contaba pero en la gran mayoría de las veces yo terminaba, a través de gestos y sensaciones, transmitiéndoles la pesadez o la alegría o el énfasis que le tenían que dar a dos líneas completas. También había gente que quizá la conocíamos la noche anterior a terminar la escena. Muy improvisado pero la verdad que estaba bastante bien armado, con una planilla bastante completa y todo los días teníamos algo para hacer y llegábamos siempre a las metas. Pero se dio la suerte que encontramos a gente muy bien predispuesta que nos ayudó muchísimo. Solo este proyecto no lo podes hacer. Ni con guita ni con nada lo hacés. Porque toda la sumatoria de esta gente hace posible esto.

  •  Bueno, después viene el desafío de presentar la película. Han recorrido toda la Argentina presentando la película. Contame de esa experiencia.

    La idea era en un primer momento tratar de comercializar la película de forma tradicional. Yendo a los cines con la película cerrada, diciendo “esto es lo que hicimos” como tratando de darle el marco. Eso es lo que apuntábamos en ese momento. Como fuimos un poco dificultoso el camino de encontrar un distribuidor que tome la película y acepte un producto para comercializar dijimos “bueno, movámosla nosotros”. Ahí ploteamos la camioneta, conseguimos un proyector, unos parlantes, una pantalla giramos 50 días, en 10 provincias y en 50 lugares distintos. La vieron hasta ahora más de 4000 personas y la repercusión se generó con el boca en boca en varias provincias. Y así se generó una muy buena prensa autóctona generada por la misma película.

  •   ¿Por qué crees que genera esa empatía?

    En líneas generales había un doble juego que por lo menos no lo había experimentado hasta el momento que es que la gente miraba la película y cuando terminaba nos veía a Pablito y a mí que somos los dos protagonistas en la puerta saludando diciendo “gracias por venir” y miraban como raro. Era desbordante lo que te daban de alegría. Hubo un caso de alguien en Puerto Madryn que salió llorando y chabón diciendo “no sé qué me tocaron pero me tocaron una parte puntual que me quebró, emocionante”. Después había funciones que eran llamativas porque lloraban diez y en otra función 20 se reían. Pero en líneas generales siempre era que la gentes se sentía como emocionada, como que me puse en el zapato del otro, me mostraste de una manera diferente sin que me dé cuenta de ponerme en el lugar del otro, sin darme cuenta me llevaste a ese lugar, es lo que le dicen a la película. Creo que es eso y que también está hecha de una manera en la que intentamos ser los más genuinos posibles y salió lo que nos salió como del corazón. Esto es lo más honesto que pudimos hacer y con orgullo porque nos encanta también cómo quedó. Y creo que eso también de alguna manera llega a la persona que mira la película.

  •  Y con una mirada muy porteña, ¿no?

    Si, con algo que encima nos está pasando a todos que desde hace 15 años para acá decimos “vamos al chino”.

  •  Con esta gran experiencia que hicieron, con 6 años de trabajo para terminar la película, imagino que ustedes fueron desarrollando un método de trabajo ¿Se referenciaron en alguien que labura de una manera similar para llevar adelante este proceso?

    Lo que nos pasó puntualmente con estas tres experiencias fue el hecho de ir descubriéndolas a medida que las arrancábamos. No fuimos muy conscientes aunque siempre bastantes metódicos a la hora de trabajar, con objetivos claros y laburando todos los días el tiempo que haga falta, con los plazos correspondientes como para poder llegar a un ideal de que no se te vaya a cinco años. Y en ese transcurrir creo que fuimos encontrando el camino. Pero todos los caminos son distintos por la gente que participa. Un proyecto lo editas con alguien y otros proyecto lo editas con otro. Y cada uno va aportando sus visiones a cada proyecto y me parece que eso es lo más valioso que tiene cada camino. Creo que valoramos más la experiencia humana de encontrarnos con otro para participar en algo común que el proyecto mismo. Osea el encuentro de nosotros con Momo, con Hu, con toda la gente que participó ahí lo valorizamos más que el producto final. Creo que eso es lo que más valoro yo en lo personal. Que es lo que te termina quedando a la larga. Y se va formando algo que por lo menos refleja una experiencia bastante genuina

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