El domingo 7 de octubre se realizaron en Perú elecciones para los gobiernos regionales y municipales, tanto provinciales como distritales. Este deslucido proceso electoral, que se da en el marco de la crisis de legitimidad del régimen del 93, se caracterizó por una elevada fragmentación de la “oferta” electoral primando en los resultados finales opciones de derecha. Otra característica fue el elevado ausentismo, así como el alto número de votos viciados y blancos, además del estrepitoso fracaso del fujimorismo y el APRA.
Estas elecciones tenían como objetivo cubrir la representatividad de autoridades políticas para los 25 gobiernos regionales, las 196 municipalidades provinciales y las 1,778 municipalidades distritales. Aquí se vota para elegir a los gobernadores regionales y a su respectivo consejo regional, así como a los alcaldes provinciales y distritales y sus regidores municipales. Las autoridades elegidas tienen una duración de 4 años de gestión y su desempeño institucional está pautado por un régimen altamente centralista y presidencialista a pesar que exista una ley de descentralización.
Mercantilización política y fragmentación
Como ya dijimos, este proceso se caracterizó, entre otras cosas, por el significativo número de organizaciones participantes, la mayoría de ellas sin una identidad ideológica definida. Esta masificación y fragmentación electoral se debe a la actual legislación que permite que los partidos y movimientos políticos nacionales, regionales y locales se conviertan en vientres de alquiler de cualquier oportunista con ambiciones de llegar a ocupar un cargo público. La participación política ha devenido así en un negocio rentable tanto para el que alquila su sigla partidaria así como para el advenedizo candidato y los empresarios que siempre están detrás de él, ya que una vez conseguida la victoria, este reducto del poder regional o municipal es puesto al servicio de intereses ajenos a los de los votantes, como bien lo han puesto en evidencia las miles de denuncias por corrupción contra ex alcaldes y gobernadores regionales.
En ese marco, los resultados de las últimas elecciones regionales y municipales, nos dejan un mapa político nacional donde priman independientes con un discurso tecnocrático y pragmático y en menor medida “representantes” de dos partidos nacionales de derecha, pero que hicieron las veces de vientre de alquiler o de partidos empresa; nos referimos a Alianza para el Progreso del cuestionado Cesar Acuña y Acción Popular del extinto Fernando Belaunde Terry. Estos dos partidos lograron ganar algunos gobiernos regionales y municipios provinciales y distritales, pero casi siempre colgados de figuras independientes. El caso más emblemático que refleja esta situación es la municipalidad de Lima que fue ganada por un independiente de derecha – Jorge Muñoz – encaramado en las filas de Acción Popular.
La crisis del régimen pasa factura
Como consecuencia de la crisis del régimen de 1993, la cual fue acicateada por los audios y denuncias que muestran con mucha crudeza como es que los políticos de turno están al servicio del capital, el pueblo trabajador fue a las urnas a votar más por la obligación que impone la multa que por convicción democrática. Esto se expresó claramente en el alto número de votos nulos y en blanco, por esa razón en 13 regiones del país se tendrá que ir a una segunda vuelta para definir quién será el ganador ya que aquí los dos primeros lugares no superaban el 15% de los votos a favor. En la provincia de Tacna, por ejemplo, los votos nulos y blancos para elegir al gobierno municipal sumados llegaban a más de 41,400, sin embargo y contraviniendo los principios más elementales de la aritmética, el alcalde victorioso apenas obtuvo 26,171 votos válidos. Estos datos ponen en evidencia la precaria legitimidad de las nuevas autoridades regionales y municipales y el carácter antidemocrático de las instituciones electorales que permiten que personajes poco representativos lleguen a gobiernos sub nacionales.
La crisis política en curso también contribuyó a liquidar electoralmente al fujimorismo y al APRA. El fujimorismo, a través de su organización política Fuerza Popular, se presentó en las 25 regiones del país con candidatos en muchos de los municipios provinciales y distritales, sin embargo, en ninguno de ellos logró salir airoso. El resultado más dramático para este sector conservador se dio en Lima, donde tenían supuestamente a su núcleo duro de votantes, sin embargo, aquí apenas sacaron un poco más de 136,000 votos equivalentes a menos del 3% del número de votos válidos. Algo parecido ocurrió con el APRA de Alan García, que no sólo perdió en todo el país, sino también en el sólido norte, considerado por ellos como su bastión histórico. Estos resultados se deben a que la mayoría del pueblo trabajador considera al fujimorismo y al aprismo como los causantes de la corrupción institucionalizada.
¿Cómo quedó la izquierda?
En casi todo el país los sectores reformistas y neo reformistas participaron a través del frente electoral denominado Juntos por el Perú JP (conformado formalmente por el partido Humanista del ex premier de Alan García, Yehude Simón, el partido comunista Patria Roja, el partido comunista unidad y otros grupos menores), al cual se sumó la agrupación Nuevo Perú de Verónika Mendoza. Este sector tampoco logró ganar en ninguna región ni en ningún municipio provincial o distrital. En Lima, donde se concentra el grueso de su aparato político, este frente presentó la candidatura de Gustavo Guerra García, la cual apenas consiguió el 0.6% de votos. Cabe recordar que Gustavo Guerra García fue funcionario de la gestión de Susana Villarán vinculada a los negociados de Odebrecht. De esa manera el pueblo trabajador le pasa factura a la estrategia política de esta “izquierda” que considera que lo más importante es dar batalla en el seno del estado burgués con propuestas técnicas que a lo mucho aspiran a administrar mejor la crisis. Es en función de esa su perspectiva estratégica que sus principales operadores políticos estuvieron vinculados a los últimos gobiernos post Fujimori con los resultados desastrosos que ya todos conocemos.
El Frente Amplio del ex sacerdote Marco Arana, si bien no ganó ningún gobierno regional, logró algunas victorias en municipios distritales del interior del país. Esta agrupación, en el último tramo del proceso electoral ganó mucho protagonismo en Lima a través de la candidatura del veterano dirigente auto identificado trotskista, Enrique “el cochero” Fernández, quien en el debate público, con un discurso sencillo y cargado de emotividad denuncio al Estado por su abandono a los trabajadores y a los jubilados, lo cual le valió ganarse la simpatía de muchos jóvenes y trabajadores, eso le permitió llegar al 1.6% de los votos para la alcaldía de la municipalidad de Lima.
Otro hecho resaltante que nos dejan estas elecciones fue la derrota del partido regional de Goyo Santos en Cajamarca (MAS). Recordemos que Santos viene de romper con Patria Roja y que en su momento fue uno de los líderes más representativos de la lucha del pueblo de Cajamarca contra la minera Yanacocha. En ese entonces, Santos se desempeñaba como presidente regional, desde ese momento hasta la actualidad el partido de Goyo controla el gobierno regional de Cajamarca, al parecer con poca trasparencia, razón por la cual el pueblo termino dándole la espalda en las últimas elecciones.
Mención aparte merecen la victoria de Zenón Cueva en Moquegua, Vladimir Cerrón en Junín y Walter Aduviri en Puno. Cueva, como bien lo señalan dirigentes de los Frentes de Defensa de esta región minera, ganó con un discurso conciliador con el gran capital minero y llevando en su lista candidatos muy cuestionados y de derecha, lo cual hace prever que su gobierno será más conservador de lo que muchos esperan. Respecto a la victoria de Vladimir Cerrón en Junín, nos parece que su cercanía al gobierno de Ollanta Humala y por esa vía a Odebrecht, así como su predisposición por aliarse con cualquiera – como lo demostró su última alianza con Ricardo Belmont - no hacen presagiar nada bueno para el pueblo y los trabajadores. El caso de Walter Aduviri, actualmente en la clandestinidad y que se hizo conocido por su participación en las luchas anti mineras y por reivindicar las demandas del pueblo aymara, amerita un análisis más detallado, sin embargo, nos parece que su victoria representa más que todo la bronca de un pueblo que hoy padece los índices de pobreza más elevados del país y la crisis de los partidos de izquierda, por eso, consideramos que un probable gobierno suyo es una incertidumbre.
Lo que queda por hacer
No será pues desde los municipios provinciales y distritales o desde los gobiernos regionales que los trabajadores y el pueblo deberán encaminar su lucha contra las políticas de ajuste del gobierno y contra su estrategia de desmovilización social vía el referéndum.
Estructurarse en el seno del movimiento de masas, para desde ahí incidir en la lucha de clases dando vida a espacios de auto organización obrera y popular, se convierte en una tarea de primer orden. Sin embargo, esto no será posible sino construimos en ese proceso una organización con un norte estratégico anticapitalista y socialista. |