Según el establishment que condujo la Transición española la monarquía era aceptada por la mayoría de la población. Una mentira nunca reconocida por los padres de la Constitución del 78, que está a punto de cumplir 40 años. Al menos hasta ahora.
En una entrevista realizada en 1995 a Adolfo Suárez en Antena 3, el que fuera presidente del gobierno durante la Transición reveló a la periodista Victoria Prego que cuando realizaban encuestas sobre la corona, éstas siempre arrojaban resultados de rechazo mayoritario hacia a esta institución medieval y en favor de la república.
Prego le preguntó a Suárez en dicha entrevista, difundida recientemente por La Sexta, si él le otorgaba “una legitimidad a esta monarquía, a la corona, al rey…”. A lo que el exlíder de la UCD le respondió que “claro, y lo meto [al rey] por una razón que no te voy a contar”.
Inmediatamente, Suárez, tapándose el micro, explica: “pues es simplemente que cuando la mayor parte de los jefes de gobierno extranjeros me pedían un referéndum sobre monarquía o república”. Prego comenta “claro, y eso era peligrosísimo en ese momento”. A lo que Suárez confiesa: “hacía encuestas y perdíamos… Era Felipe [González] el que les estaba pidiendo a los otros que lo pidieran. Entonces yo metí la palabra Rey y la palabra Monarquía en la ley… Y así dije que había sido sometido a referéndum ya”.
Así, Suárez confesó como el rey fue metido por la ventana en el paquete de la Ley de Reforma Política de 1976. Pero la explicación campechana de este fraude de la Transición, en el que Suárez se otorga a sí mismo un peso político superior al que verdaderamente tenía, está lejos de explicar el verdadero contexto.
La realidad es que el propio Franco antes de morir, el 20 de noviembre de 1975, había planificado una hoja de ruta para dejar todo “atado y bien atado”, o al menos lo fundamental. El dictador educó y escogió a un sucesor capaz de actualizar los principios del “18 de Julio”. Éste no era otro que el actual Rey emérito, Juan Carlos I, nombrado heredero de la Jefatura del Estado por las Cortes franquistas en 1969.
Su objetivo era mantener la estructura de los poderes fácticos de la Dictadura (el ejército, la policía, la judicatura y los representantes de la “casta política”, entonces devenidos en nuevos “demócratas”) para enfrentar el auge obrero que irremediablemente generó la crisis terminal del franquismo. Frente a la posibilidad de un escenario “a la portuguesa” (por la Revolución de los Claveles en el vecino país), el franquismo en retirada y la propia dinastía borbónica, buscaron evitar a toda costa que la restauración monárquica pudiera ponerse en entredicho.
La salida no fue la preferida por el “bunker” y un sector de los altos mandos militares, que buscaban una continuidad más explícita del régimen, pero preservó sus principales instituciones. Más allá del rol que otorga Suárez a Felipe González, el PSOE fue uno de los principales defensores de la restauración monárquica, y el propio PCE abrazó el retorno de la monarquía y pacificó la calle a cambio de su legalización.
La revelación de Suárez en una entrevista hace más de 20 años que hoy ve la luz, sin embargo, no deja de ser aleccionadora en momentos en que la imagen de la reaccionaria institución monárquica viene cayendo en picada. Según en distintas encuestas, un aplastante 63% de la población está a favor de un referéndum para decidir la jefatura del estado. Además, los votantes de todos los partidos suspenden a la institución, a la que ponen una nota media de 3,8.
Y son cada vez más las manifestaciones organizadas de rechazo popular a la monarquía, como lo fue el referéndum del 1-O en Catalunya, la consultas realizada en Vallecas el pasado 23 de junio (en la que 6.490 personas, de un total de 7.270 votos, se pronunciaron a favor de la república), o las próximas a realizarse en Vicálvaro y en la UAM de Madrid.
La crisis del Régimen del 78 se agudiza. Frente a las salidas reaccionarias que se preparan y las ilusiones reformistas que quieren regenerar un régimen en decadencia, es necesaria una masiva movilización popular por la realización de un referéndum sobre la monarquía, como parte de la lucha por impulsar procesos constituyentes para lograr no solo esta reivindicación, sino todas las medidas democráticas y sociales más urgentes para la mayoría de la población trabajadora.
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