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La Izquierda Diario
29 de noviembre de 2024 Twitter Faceboock

Estado Español
Republicanismo y pacto con el PSOE: el rompecabezas imposible de Podemos
Ivan Vela | @Ivan_Borvba
Federico Grom | Barcelona | @fedegrom

En Vallecas, en la UAM de Madrid, en la Universidad de Zaragoza, en el ayuntamiento de Barcelona, y ahora a propuesta de IU, en todos los ayuntamientos del Estado se cuestiona la monarquía. Y mientras, Unidos Podemos jugando a dos bandas: republicanismo de salón y sostén de gobierno del PSOE, fiel servidor de los borbones.

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Ya pasaron las épocas donde la corona era popular y llenaba la portada de las revistas del corazón. De hecho, producto de esto, desde el 2015 el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) evita cuidadosamente preguntar en su encuesta anual sobre la valoración de la jefatura del Estado.

La crisis económica, los peores recortes en décadas y los escándalos de la corona, llevaron a Juan Carlos a abdicar y cederle la corona a su sucesor Felipe.

Buscaba así la casa real mantener y recomponer su imagen a base de caras más jóvenes, como si la mera cuestión generacional acercara a una familia que vive en la opulencia del esfuerzo y el sudor de otros, con las condiciones materiales de la mayoría de la población.

Pero no era tan sencillo volver a las portadas del corazón como si nada hubiera pasado. El Régimen del 78 tenía una piedra demasiado grande en el camino.

Además de una corrupción de la casta política al servicio de la gran burguesía sin parangón que llegó a salpicar a la propia corona, en el Estado español el derecho de autodeterminación de Catalunya y la lucha de millones de personas por hacerlo efectivo, ha sido y es el gran quebradero de cabeza del Régimen del 78.

Fue en la cuestión catalana donde Felipe VI empezó a atar peligrosamente su destino y el de la Casa Real al devenir del bloque del 155: Ciudadanos, Partido Popular y el Partido Socialista.

El protagonismo del rey en el proceso catalán fue una apuesta arriesgada. No tanto por el peligro real de sedición y golpe de Estado de la dirección catalana, que después de proclamar la República volvieron a sus casas a esperar la reprimenda, sino por el enorme movimiento que garantizó que el 1 de Octubre fuera más allá de lo que la propia dirección hubiese deseado.

Después de haber tenido un perfil discreto durante meses, lo que no quiere decir menos activo, Felipe dio el paso. El discurso del rey el 3 de octubre fue una intervención política que quedará marcada a fuego en los anales de la relación entre Catalunya y el Estado español. Aquel día, y tras la brutal jornada del 1 de octubre por parte de las fuerzas represivas del Estado, el monarca justificó en los hechos la violencia empleada.

Además, abrió el camino para el resto de ofensivas antidemocráticas, ejecutadas tanto desde la judicatura como con la aplicación del 155 por parte del Ejecutivo de Rajoy.

Un 155 que en su interpretación más dura es una evocación al artículo 144 de la Ponencia Constitucional redactada por Fraga, que incluía la suspensión de uno o más órganos de la región y la designación de un gobernador general con poderes extraordinarios y ligándolo a una convocatoria electoral, como efectivamente ocurrió cesando al Govern, designando a Soraya Sáenz de Santamaría al frente de la Generalitat y convocando las elecciones del 21D.

Mientras las denuncias por el accionar de Moncloa el 1 de octubre corrían como la pólvora por todo el mundo, Felipe VI arropaba y daba empuje al gobierno responsable, que además no olvidemos, a su lista de servicios sumaba ser el Gobierno más corrupto de toda Europa.

Su apuesta, dudosamente es la ganadora y posiblemente se acerque la hora de pagar los costes políticos. El Gobierno de Rajoy solo aportó judicializacion y represión del reclamo democrático, tanto antes como después del 1 de octubre. De la mano del PSOE, Ciudadanos, la Judicatura y los cuerpos policiales, el Ejecutivo conformó un bloque reaccionario que mostraba ya sin ninguna careta el verdadero carácter represivo del Régimen del 78 y en especial de su jefe de Estado que salía a la palestra a poner a millones por fuera de la ley.

Esto ha situado de forma definitiva al monarca en el lado del bloque que no permitirá ningún cambio político en el Estado español, junto aquellos que reprimen por votar, que encarcelan por opinar diferente, donde manda el Ibex35, de aquellos que buscan mantener sea como sea sus privilegios a costa de la inmensa mayoría de la población. Y obviamente, por el contrario, su decisión le deja cada vez más alejado de una gran mayoría de la población que es la que ha día de hoy empieza cada vez más a cuestionar su figura.

Los bramidos del “¡A por ellos. Oé!”, dejaron paso a otra visión donde el 39% reprueba la actuación del Rey en el proceso catalán, según una encuesta realizada por Podemos. Además esta misma encuesta revela que el 46% de la población prefiere vivir en una República mientras que tan solo el 27% prefiere vivir en una Monarquía.

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Además esa misma encuesta apunta que el 69% cree que Juan Carlos I está salpicado por los casos de corrupción. Resultado de la ecuación: la Casa Real no ha lavado su imagen y la intromisión pública del Rey en la cuestión catalana es, a día de hoy, rechazada por un sector muy importante.

Unidos Podemos ha tomado buena nota del creciente descontento. Uno de sus integrantes, Izquierda Unida, ya ha anunciado que va a presentar mociones de reprobación de la monarquía en todos los Ayuntamientos, medida que por supuesto ya ha abrazado Podemos. Días antes fue el consistorio de Barcelona el que reprobó la actitud del Rey en la cuestión catalana y apostó por abolir la Monarquía.

Estos actos institucionales se suman a otras iniciativas populares que están recorriendo todo el territorio del Estado español, como los referéndums en Vallecas, el programado en Vicálvaro, el recientemente anunciado en la Universidad Autónoma de Madrid y en la Universidad de Zaragoza .

Pero este nuevo empuje republicano del que se hace ahora altavoz Izquierda Unida y Podemos (¿Por qué no cuando estalló el caso Corina, o en el mismo procés catalán?) ¿Qué relación tiene con ser el sostén del Pedro Sánchez y su Gobierno en la Moncloa?.

El PSOE, fundador y sostenedor de este Régimen como parte del bipartidismo que lo gestionó durante décadas. El que aplicó recortes y salvo a los bancos y garantizó la prioridad del pago de la deuda por sobre la sanidad y la educación en la última gran crisis de la que aun los sectores populares no salimos.

El mismo que hizo un bloque con el Partido Popular y la corona contra el derecho de autodeterminación del pueblo catalán para aplicar el 155 y mantener preso a más de medio Govern y a los dirigentes de Omnium y ANC.

Para conseguir extender los referéndums sobre la Monarquía en todo el territorio que sean efectivos y vinculantes, no cabe duda que ir de la mano de uno de los fundadores del Régimen del 78 no es el camino.

Ambas formaciones, tanto Podemos como IU, deben de extender las iniciativas populares y convertir las incipientes iniciativas de referéndums, en un verdadero referéndum vinculante sobre la monarquía.

Pedir reprobaciones de la monarquía en ayuntamientos ya es estar por detrás de las experiencias en la Vallecas o la UAM de Madrid, donde de forma autoorganizada están realizando ensayos de referéndums.

El Régimen del 78 ya ha demostrado que no es amigo de las demandas democráticas, como recientemente demostró en Catalunya. Por ello, seguir sosteniendo a uno de los partidos de este Régimen es una batalla perdida de antemano.

Tan solo una potente movilización de los sectores populares, de la clase trabajadora en los centros de trabajo, de la juventud en los institutos, en las universidades, de las mujeres, podrá imponer poder decidir sobre si la jefatura del Estado debe ser elegida o heredada por vía sanguínea.

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Un movimiento que pelee por decidir sobre Monarquía o República pero que abra el camino a poder decidirlo todo en verdaderos procesos constituyentes libres y soberanos. Procesos constituyentes donde todo esté en discusión, sin herencias de este régimen ni sus actores.

Ese es el puzzle que encajaría y no abanderar la bandera republicana mientras se negocia con un siervo de la Corona.

 
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