Para entender la denominada “Transición española” (1975-1986: desde la proclamación de Juan Carlos I a la segunda victoria electoral por mayoría absoluta del PSOE de Felipe González), hay que ver que esta forma parte de un proceso político muy concreto, del paso del régimen posfascista (democracia orgánica) liderado por el general Francisco Franco a la Monarquía parlamentaria de los Borbones que tenemos hoy, el Régimen del 78. |
Este proceso, que no ha concluido, tuvo su inicio cuando la Alemania de Hitler empezó a perder la II Guerra Mundial y se aceleró en la década de los 50, en el contexto de la Guerra Fría.
La España de Franco en la geopolítica de la Guerra Fría
La utilidad del régimen político de Franco para los EEUU en su enfrentamiento con la Unión Soviética a mitad del siglo XX era obvia merced a su anticomunismo. Esta va a ser la razón por la que los “Aliados” liderados por los Estados Unidos y Gran Bretaña no invadieron la España de Franco una vez terminada la II Guerra Mundial, cuando hubiera sido un elemental paseo militar dada la desproporción de fuerzas bélicas a favor de los “Aliados”. Pero si la España de Franco era oro político en bruto para la estrategia de los EEUU de contener a la Unión Soviética era, al mismo tiempo, formalmente inaceptable para las nuevas democracias burguesas de postguerra, tanto que estas se opusieron a que la España francofascista ingresara en la ONU y en la OTAN ya que esto hubiera resultado inasumible entonces para la mayoría de sus pueblos.
Pero el régimen fascista de Francisco Franco había empezado a dar pasos para situarse como útil para los Aliados occidentales durante la propia II Guerra Mundial, en cuanto constató que era imposible que la Alemania de Hitler ganase la guerra. Es entonces cuando empezó a girar del fascismo a la democracia orgánica y a proclamar a los cuatro vientos su anticomunismo, es decir, su utilidad geoestratégica para los gobiernos “democráticos” de los Estados Unidos y de Su Majestad Británica. Franco, el Caudillo de la Guerra Civil española para los reaccionarios y fascistas, fue dando una serie de pasos como la “teoría de las dos guerras”, una contra el comunismo en la que participaba con la División Azul y otra en Occidente, en la que se mantenía neutral. El 31 de enero de 1943 terminaba la batalla de Stalingrado y el 6 de junio de 1944 se daba el desembarco de Normandía, el “Día D”. Estos dos hechos significaban que la Alemania de Hitler perdía la guerra tanto en el frente del este como en el occidental. El 30 de abril de 1945 Hitler se suicida de un tiro en la boca y el 8 de mayo Franco rompe las relaciones diplomáticas con el III Reich, el mismo día que el ejército nazi firma su última rendición. Es decir, el proceder de Franco va reglado por los fracasos del III Reich.
Aunque los intereses de los Aliados y de la Unión Soviética se volvían divergentes según iban derrotando al nazismo en los campos de batalla, la Guerra Fría entre la Unión Soviética y el mundo liberal liderado por los Estados Unidos tuvo su pistoletazo de salida con la intervención de Churchill el 5 de marzo de 1946 en el Westminster College de Fulton, Missouri (EEUU), presentado por el presidente de los Estados Unidos Harry Truman, donde afirma que un “Telón de acero” separa Europa: “Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón de acero”. Era el comienzo oficial de la Guerra Fría. Entonces la adaptación camaleónica del régimen fascista de Franco se acentuó.
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